viernes 29 de marzo del 2024

El lado B de la deuda con los futbolistas

La mayoría de los clubes les hace firmar a sus jugadores dos contratos: uno, con un monto mínimo, lo registra y otro, más abultado, lo oculta.

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Todos los clubes lo hacen. Los porteños, los bonaerenses, los santafesinos, los cuyanos y los cordobeses. Todos menos uno: Newell’s. No es un ejemplo a seguir, ni siquiera un atisbo de elogio, porque Newell’s es, junto a Banfield, una de las instituciones que más le deben a sus jugadores. Pero al menos, si se puede rescatar algo positivo dentro de su caos económico, es que su deuda –una deuda que supera los 20 millones de pesos– mantiene cierta prolijidad: a diferencia de lo que sucede en los demás clubes de la Argentina, los jugadores rojinegros (salvo el peruano Luis Advíncula, un caso que se verá aparte) firman un sólo contrato.

Es un tema sabido dentro del minúsculo mundo de jugadores, dirigentes y representantes, pero ni la AFA tiene verdadera dimensión de lo que firman y ganan los futbolistas que en estos días amenazan con iniciar una huelga por la enorme deuda que mantienen los clubes con ellos. Ahí también la crisis institucional queda evidenciada: en Viamonte 1366 se dejó de controlar hace rato los documentos que vinculan a los trabajadores del fútbol con sus empleadores.

La cuestión es así: la enorme mayoría de los futbolistas de Primera firma con sus respectivos clubes dos contratos: el “contrato profesional”, que por lo general representa un mínimo porcentaje de lo que realmente ganan, y otro que se denomina bajo diversos eufemismos: “contrato por reconocimiento a la trayectoria” o “contrato de imagen”. A estos, en la jerga entre futbolistas, se los conoce como “contratos privados”.

Son, en definitiva, contratos grises: ni blancos ni negros. No son negros porque tributan impuestos, pero tampoco son blancos porque no se incluyen en los recibos de sueldo ni se registran en las oficinas de la AFA. En estos ejemplos se condensa la crisis institucional que vive el fútbol: porque los clubes firman contratos que después no pueden pagar; porque se escudan bajo una arquitectura sinuosa; y porque la AFA, que debería controlar, nunca se entera, o se entera tarde, cuando la bomba ya explotó y las tesorerías ya tienen varios meses de atraso. En este verano, como en tantos otros, quedó demostrado.

“Es una maniobra que tiende a desaparecer porque los controles son férreos y el gremio patalea y pide ordenarlo”, dice un presidente que pide anonimato, y que también admite que algunos clubes importantes “no podrían pasar un scanner de control”.

Desde Futbolistas Argentinos Agremiados reconocen la situación, pero aclaran que en la mayoría de los casos, los “contratos privados” contemplan aportes y las retenciones por el impuesto a las ganancias, aunque el pago de esa obligación varía con respecto al sueldo bruto. De todas las personas con las que habló PERFIL para esta nota, sólo una (un representante) habló de “plata en negro”. Las demás remarcaron que estos contratos no son informales y que cumplen con las normativas tributarias.

Si bien el porcentaje oscila según el club y según el jugador, este diario accedió al contrato de un futbolista que percibe, por contrato profesional, el 12% de lo que cobra realmente. El otro 88% lo cobra mediante un contrato privado con la institución. En Agremiados aseguran que en los últimos años la brecha fue achicándose: ahora, en términos generales, la proporción es de 30/70.

El secretario general del gremio de futbolistas, Sergio Marchi, le pidió varias veces al Comité de Regularización –y antes a Luis Segura– avanzar con este tema: ir paulatinamente a un solo contrato, que quede documentado en las oficinas de AFA, para que ante eventuales incumplimientos, desde allí se puedan ensayar soluciones. Algo que –en el estado actual del fútbol argentino, con una AFA sin legitimidad que no anticipa ninguno de los problemas– sólo entra en la mente de los ilusos.

Denuncia penal en Newell's. Ni uno, ni dos. Luis Advíncula, el defensor de la selección peruana que el año pasado jugó en Newell’s, firmó con el club rosarino tres contratos, lo que originó una denuncia penal y otra por fraude contra los ex directivos Jorge Ricobbelli (vice primero) y Pablo Morosano (secretario).

Por estar bajo una coadministración judicial, Newell’s es muy estricto con la firma de los vínculos laborales. Sin embargo, con Advíncula pasó todo lo contrario: el juez Fabián Bellizia, quien controla al Órgano Fiduciario que interviene en el concurso preventivo de la institución, encontró irregularidades que lo llevaron a elevar una denuncia penal por “fraude procesal”, y otra en la Justicia Federal para que investigue posibles delitos en materia penal económica contra la anterior gestión leprosa.

Aunque Ricobbelli y Morosano presentaron una declaración jurada ante el juez en la que se afirmaba que el defensor había firmado sólo un contrato (de 225 mil dólares por 12 meses, más tres cuotas extras), la denuncia se originó porque el peruano tenía otra parte de sus ingresos en negro: un contrato por “reconocimiento a la trayectoria”, y otro de “prestación de servicios profesionales”. Advíncula, que se fue del club en diciembre, mandó una intimación para que le paguen esa parte, que el juez Bellizia nunca había autorizado.

(*) Esta nota fue publicada en el Diario PERFIL.