Cuando se repase el recorrido que hicieron los equipos argentinos para llegar a la Copa Libertadores se hablará de esfuerzos gigantescos, de situaciones favorables que terminaron inclinando la cancha o también de un plantel y un entrenador que supieron unirse, sacarle provecho a la situación y fortalecerse para un objetivo máximo que se consiguió finalmente. Racing lo hizo, hace medio siglo. Suena fuerte: hace 50 años.
Aquel Racing de José, aquel equipo que fue armando pieza por pieza el maestro Juan José Pizzuti en 1965 y que explotó al año siguiente, con los 39 partidos invicto y un título que obtuvo de punta a punta, pese a la tenaz persecución de River. Justamente, River había quedado segundo pero estuvo muy cerca de quedarse con la Copa Libertadores de 1966, cuando había llegado a la final con Peñarol de Montevideo y en el tercer partido una ventaja de 2-0 se le transformó en un 2-4 y una derrota que lo dejó increíblemente sin festejo.
Racing y River llegaron juntos a la Libertadores y se agruparon junto a los equipos de Colombia y Bolivia en la zona 1. La Academia ganó ocho de sus diez partidos, empató en el Monumental sin goles y cayó en la altura de La Paz por 3-0 ante el desconocido 31 de Octubre, que jugaría por única vez el torneo sudamericano.
River soportó la caída en Avellaneda con el equipo albiceleste y no le pudo ganar en su cancha, por lo que el primer puesto se resolvió entre los cuadros argentinos, porque River no pudo ganar ante Bolívar e Independiente Santa Fe como visitante, apenas empató. Ahí estuvo la distancia entre los 17 puntos de Racing y los 15 de River.
En esa primera fase, Racing y River hicieron la misma cantidad de goles, 29. Lo llamativo es que la Academia tuvo doce jugadores que convirtieron, encabezando la lista Juan Carlos Cárdenas con 6, seguido de Norberto Raffo y Humberto Maschio con 4. Una variedad en la oferta ofensiva que complicó al enemigo. Hasta Perfumo, Basile y el Panadero Díaz se anotaron en la red rival.
Racing afrontó la Copa Libertadores jugando el primer torneo Metropolitano y liderando la zona A junto con Estudiantes de La Plata. Así llegaron hasta la última fecha, que se definió a favor del equipo de José por diferencia de goles. O sea que lideró los dos campeonatos al mismo tiempo.
Las zonas de semifinales agruparon a Racing con River, Universitario de Lima y Colo Colo de Santiago. Los peruanos fueron la gran sorpresa de esa sección, porque derrotaron a River en el Monumental y también a Racing en Avellaneda. Claro que antes, la Academia había vencido en Lima por 2-1 (dos goles de Raffo) en tanto que River quedó marginado porque cayó ante Colo Colo y no lo pudo superar de local. El partido que permitió a Racing seguir en la pelea fue el punto que se trajo River desde Lima, sin valor especial, pero habiéndole quitado esa unidad a la U peruana que lo hubiese clasificado. Fue empate en dos goles (Daniel Onega y Cubilla hicieron los goles millonarios) y Hugo Gatti aseguró el 2-2 atajándole un penal a Héctor Chumpitaz.
Finalmente, Racing y Universitario empataron el primer lugar y debieron definir a un solo juego en cancha neutral: en Santiago de Chile, la Academia venció 2-1, con otro doblete del Toro Raffo, mientras Lobatón hizo el gol peruano. Aquel 18 de julio, Racing se inscribió entre los clubes argentinos finalistas de la Copa Libertadores. Ya Independiente se había quedado con dos títulos, mientras Boca y River fueron subcampeones cayendo ante Santos y Peñarol, respectivamente.
En el otro grupo semifinal, Nacional de Montevideo superó con lo justo a Cruzeiro de Belo Horizonte y su archienemigo Peñarol. Los criollos definieron la clasificación en un durísimo partido con Peñarol que tuvo cuatro goles (empate en dos) y varios expulsados.
Llegó el tiempo de las finales. Racing había sido subcampeón del Metropolitano, después de eliminar a Independiente en la semifinal y caer ante Estudiantes de La Plata en la instancia decisiva, el 6 de agosto. Aquella tarde en el Gasómetro, el Coco Basile dejó la cancha lesionado cuando la Academia caía 1-0 (y no había cambios) porque se temía lo peor. Sin embargo, Basile se recuperó y llegó a jugar las tres finales de Libertadores.
El partido de ida y la revancha tuvieron el mismo resultado: empate sin goles. Durísimo, con dos defensas rocosas, defensores y mediocampistas que hicieron un culto de proteger su arco y sobre todo, evitar que pasaran el rival o la pelota, nunca los dos juntos. El desempate se jugó el 29 de agosto en el estadio Nacional de Santiago, que a Racing le había dado suerte contra los peruanos de la U días atrás.
Menos violento fue el tercer partido, controlado severamente por el paraguayo Pérez Osorio. A los 13 minutos, el brasileño Joao Cardoso cabeceó un tiro libre desde la izquierda que lanzó Cárdenas y derrotó a Rogelio Domínguez, el veterano arquero argentino de Nacional, que había sido titular en Racing durante los años cincuenta. Un grueso error defensivo uruguayo permitió que el Toro Raffo recuperara la pelota en plena área rival y venciera al arquero con un toque corto, cuando faltaban dos minutos para terminar la primera parte.
El segundo tiempo fue dominio uruguayo, esfuerzos de Espárrago, Milton Viera, el brasileño Celio y compañía por descontar, pero recién Viera pudo superar a Cejas con un derechazo entrando por la izquierda, pero a once minutos del final. El tiempo pasó y Racing ganó su Copa Libertadores. El segundo club argentino, el segundo de Avellaneda. Pasaron 50 años y la historia está allí, fresquita todavía.
Después vendrían los capítulos con el Celtic escocés. Otra emoción, otro susto, otra alegría única e irrepetible. Pasarían casi tres meses hasta el recuerdo más lindo del hincha racinguista.