Está en su cargo desde 1998, justamente cuando Julio Lamas estaba al frente del seleccionado. Diego Grippo es el médico de la Generación Dorada. El doctor y ex jugador, tiene tantas anécdotas como años trabajados junto a los jugadores que hicieron historia en el básquet argentino, pero hay una que ocurrió en el Mundial de Turquía que lo anima. “Carlos Delfino le apostó al resto de los jugadores que yo podía volcar la pelota. Me pusieron una serie de dificultades como saltar en un tiempo y con la mano izquierda y lo pude hacer. Nadie lo podía creer, yo menos. Este año no escuché nada, ya me deben tener miedo”, desafía, entre risas.
El trabajo de años junto a la Selección hace especial la tarea de Grippo. “Convivir con tantas estrellas es como una dicotomía porque por un lado tenés todo el placer de estar haciendo lo que te gusta, y por el otro el trabajo que uno hace es tan intenso que no se ve”, le comenta el médico a 442.
Uno de los momentos más impactantes que le tocó vivir en carne propia fue el problema cardíaco que marginó del torneo a Leo Gutiérrez. “No es común y creo que es el primer caso de esta relevancia como para que yo me preocupe. Fue una arritmia importante y pocas veces me vi en una situación de internar a un jugador para estar tranquilo”, explica.
No obstante, destaca la entereza del ala-pivote: “En lo personal fue un enorme placer, te diría de los más grandes en mi carrera como médico, de ver a un jugador que en medio de un entrenamiento sufra una arritmia, sea intervenido y a los quince días ya esté en la calle curado y pensando en la posibilidad de hacer práctica deportiva de alto rendimiento”.
En el octavo piso del Hotel Sheraton, además de los jugadores, se puede encontrar el consultorio médico de la Selección, en el que trabajan prácticamente todo el día los kinesiólogos Jorge Páez y Silvio Gatti. “La mayor parte del trabajo se da en los horarios de descanso, como después de almorzar o cenar”, cuentan.
La habitación devenida en consultorio está equipada con dos camillas y varios equipos que se utilizan para la recuperación física de las batallas y por lo general siempre hay algún jugador atendiéndose. “En general todos los jugadores hacen doble tratamiento pero hay casos particulares en los que atendemos hasta tres o cuatro veces. El profesionalismo de los jugadores se nota y entran constantemente para realizarse los tratamientos”, informa Páez.
El caso puntual de recuperación más reciente fue el de Fabricio Oberto, quien arrastró un desgarro desde la etapa previa al Preolímpico y demandó una tarea más intensa que el resto, incluyendo trabajos en la pileta. “Estamos en pleno torneo y el tema pasa por si el jugador se resiente luego de un partido porque los entrenamientos ya casi ni existen”, dicen los kinesiólogos. Gatti explica que utilizan una variante bastante amplia respecto a la recuperación de los jugadores como el ultrasonido, la electroterapia y las maniobras manuales como los masajes, movilización, elongación y la aplicación de agentes térmicos como el frío.
Más allá del trabajo cotidiano y el acostumbramiento a tratar a los cracks de la Generación Dorada tanto Gatti como Páez coinciden que “es una fantasía estar trabajando y ser parte del mejor equipo de la historia de nuestro básquet y estar acá dentro te da pilas extras para poder acompañar al grupo”. Por estas horas, todo ellos deben estar poniendo todas sus energías en recuperar el tobillo derecho del Chapu Nocioni.
(*) Enviado especial de 442 al Preolímpico de Mar del Plata