sábado 23 de noviembre del 2024

El otro Triángulo de las Bermudas

Varios jugadores ficharon en clubes desconocidos antes de llegar a su verdadero destino. Pases fantasma a Uruguay y Chile. Por qué lo hacen.

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Sud América es un club de Montevideo que viene de salir noveno entre trece equipos en la Segunda División del Uruguay. En bancarrota, debió privatizar el fútbol hace veinte días. Encima, acaba de transferir a préstamo a sus futbolistas de renombre: Fernando Ortiz, a Racing; Víctor Zapata y Jonathan Santana, a Independiente, e Ignacio Piatti, a San Lorenzo. El desangramiento del fútbol uruguayo no se termina allí: el Centro Atlético Fénix vendió a Facundo Roncaglia a la Fiorentina, prestó a Denis Stracqualursi a San Lorenzo y a Emmanuel Gigliotti a Colón de Santa Fe, y renovó el préstamo de Santiago Vergini a Newell's. El Club Atlético Progreso (campeón en 1989 bajo la presidencia de Tabaré Vázquez) acaba de ascender pero también cedió a préstamo a una de sus estrellas: Román Martínez, a Estudiantes.

No es, por si acaso, una invención: aunque los jugadores de esta historia nunca (pero nunca) jugaron en el Uruguay, así figuran esas transferencias en los registros de la AFA, que cerró anoche el libro de pases. La explicación es simple: como diría Maxwell Smart, es el viejo truco de la triangulación, o pases puente, de futbolistas vía Uruguay para, por lo pronto, eludir (técnicamente, no es evasión de) impuestos.

Cómo construir un puente. El diario PERFIL llamó a tres representantes que pidieron que no apareciera su nombre. “La primera razón de las triangulaciones vía Uruguay y Chile –cuenta uno de ellos– es que sirven para que todos ganen. Gana más el jugador, gana más el representante y gana el club, que paga menos impuestos”. En la Argentina, por una transferencia se paga el 24,5 por ciento: 15 para el jugador, siete para la AFIP, dos para la AFA, 0,5 para Agremiados. “Si el jugador llegara con el pase libre –prosigue el representante– sólo le pagarían el contrato. En cambio, si ficha a través de un club, le pagan el contrato y también el préstamo. Ahí es cuando sirve la intervención de uno de estos clubes chicos de Uruguay: anota al jugador y pone a sus abogados para que concreten el préstamo. En general, por ese servicio cobra el diez por ciento de lo que valga el préstamo; el noventa restante se reparte entre el jugador y el empresario que lo maneja. Son socios en el préstamo.” En el Uruguay, por un préstamo extramuros, se desembolsa un 12 por ciento por el IRAE (Impuesto a las Rentas de las Actividades Económicas) y un 0,5 por ciento a la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), que destina ese dinero al desarrollo de las selecciones juveniles.

Otro de los representantes consultados por PERFIL, sin embargo, sostiene: “No es por un tema de evasión fiscal, ni para no pagarle a la AFIP. Es por otra cuestión: en la Argentina, los clubes son sociedades sin fines de lucro, que tienen hoy una comisión directiva y mañana otra, no hay seguridad jurídica. En otros países (Chile, Uruguay) hay más tranquilidad para trabajar, menos trabas en los clubes, muchas sociedades anónimas que respetan lo firmado... O sea que lo que allá te aprueban hoy, te lo van a respetar, no como acá, que hoy firmás una cosa y seis meses después viene otra comisión directiva y te lo tira abajo”.

Ricardo Gabito Acevedo, autor del libro Pacomafia Vs. DGI y periodista de la revista uruguaya Caras y Caretas, le explica a este diario: “Los controles del Estado uruguayo son casi inexistentes. La AUF, a la vez, no audita la contabilidad de los clubes, pese a que se lo exige su estatuto. Pero los clubes no se llevan el diez por ciento de estas transferencias por hacer de puente: se llevan muchísimo menos. Estamos hablando de clubes con gigantescas necesidades económicas”. Ejemplo: el empresario uruguayo Juan Figer le paga 8.700 dólares al mes a Central Español para que deje cupos en su plantel y él pueda inscribir jugadores libres cuando se le antoje.

¿Por qué pasa lo que pasa? Porque la FIFA prohíbe que una persona física sea dueña de los derechos federativos y económicos de un futbolista. Por eso, los representantes necesitan, sí o sí, inscribirlos en un club. En un club, desde ya, que, por necesidad, acepte limosnas. Otro ejemplo: el uruguayo Bruno Fornaroli acaba de pasar de la Sampdoria al Panathinaikos, de Grecia, vía Boston River, también (y no por nada) de la Segunda División de Uruguay. Le contó el secretario general de ese club, Roberto Perdomo Protti, al diario El Observador: “Como todos los cuadros que hacen pase puente, Boston River tiene un rédito económico pequeño. Pero para los clubes nuestros, que son una lágrima, sirve igual”.

Otro ejemplo: a Sud América –el club de los cuatro préstamos a la Argentina– lo controla hoy una sociedad anónima. “Sud América está bien armadito. Tiene abogados con conexiones en la AFA, eso les facilita el laburo. Conocen muy bien cómo hay que manejarse”, describe en off the récord un representante. “No tengo conocimiento de los nombres de los que me habla”, le asegura a PERFIL el presidente de Sud América, José Vicente. Aconseja: “Miguel Mesones lo puede ayudar”. Alude al gerente deportivo que puso la sociedad anónima. “No lo sé, de verdad que no lo sé. Yo me encargo, sobre todo, de los planteles juveniles de Sud América, pero no estoy en la parte administrativa, ni de ventas de futbolistas”, se excusa, amable, Mesones, que sugiere consultar a Vicente. “No mintieron –evalúa Gabito Acevedo–, no lo saben en serio: no son ellos los que se encargan de hacer esas transferencias. Eso es lo que pasa hoy en Sud América: es un club que vendió hasta el alma.”

Pero la jugarreta puede fallar: que lo cuente Paulo Silas, si no. El ex mediocampista de San Lorenzo, que jugó los mundiales de 1986 y 1990 para Brasil, estaba por pasar al Cesena, de Italia, cuando se le vino abajo el pase. Era 1990, y Silas debió jugar para el club que tenía su ficha: Central Español. Allí marcó tres goles en dos partidos.

(*) Nota publicada en la edición impresa del Diario Perfil