sábado 23 de noviembre del 2024

Ofelia Wilhelm, mamá Loba

La madre de la Presidenta es una de las más fanáticas hinchas de Gimnasia. Va a las concentraciones, critica a los jugadores y aconseja a Troglio.

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Podría ser la fábula de la abuela y el Lobo. Cuentan que la señora de 83 años es tan fanática de Gimnasia que prefiere decir su edad cronológica a través de su documento preferido: hace 72 años que es socia del club de La Plata. Los privilegios de pertenecer le permiten situaciones insólitas: el campeonato pasado vio un partido de Gimnasia dentro del campo de juego. Sentada en una silla.

Ofelia Wilhelm es la protagonista de las historias vinculadas con su lugar en el mundo. En el Bosque no es la mamá de Cristina. Ofelia es estatua y póster viviente de un club que le abre las puertas de Estancia Chica para que almuerce con los jugadores en la concentración. La señora es la mamá de la Señora, y no se nota. Rompe con los protocolos y habla con Pedro Troglio, sin eufemismos: “Me llama antes y después de cada partido. Me pregunta todo, por qué saco a tal, por qué juega el otro. Es brava. Ahora me río, pero al principio se me llenaba el culo de preguntas”, devela la intimidad el entrenador de Gimnasia. En La Plata, Pedro y Ofelia son nombrados así, a secas. Dos personajes de un cuento sin caperucita roja. El técnico va a tomar mate a la casa de la mujer con pasado político en el club. Un pretérito futbolero marcado por el testimonio de Juan José Muñoz: “Esta mujer no irá a cargos honoríficos. Irá al Departamento de Fútbol. Sabe cualquier cantidad de táctica”, aseguró antes de ganar las elecciones de Gimnasia en diciembre de 2004. Ofelia lo había ayudado a conseguir votos con su militancia ligada al prestigio ganado entre los hinchas. El romance político duró apenas tres meses. La primera decisión visceral del entonces presidente fue manchar los nombres rutilantes: condenó al exilio a Gustavo Barros Schelotto, Andrés Yllana y Enzo Noce. Ofelia no soportó la afrenta y volvió a la platea.

Talismán. Cuando ve los partidos está tranquila. No grita. Mira, analiza. Los trapitos sucios se lavan en casa. Una vez Gimnasia ganó 2 a 1 y el éxito no admitía críticas. Pero la hincha más famosa del club le cuestionó un cambio al DT; Troglio había puesto a un jugador que a ella no le gustaba. Su yin y yang tripero lo aplica a rajatabla: en plena disputa por el ascenso, los hinchas estaban contentos con el segundo lugar. Ofelia entró a la concentración y les reprochó a dos jugadores que habían errado penales en partidos anteriores. “Nene, así no se patea”, retó a uno. Tampoco se salvó Troglio, a quien le preguntó si no les hacía practicar a los ejecutantes.

La cábala tenía día: jueves. Como una especie de Mirtha Legrand, Ofelia almorzaba con los muchachos que, al cabo, consiguieron el retorno a Primera después de dos temporadas en la B Nacional.

Lejos, cerca. Su atuendo de cancha es modelo elegante sport, marca registrada de Tolosa. Corazón de barrio tripero, Ofelia se pone aros para ir a la cancha: uno blanco y el otro azul. En el estadio Ciudad de La Plata tiene palco, cerquita del de Héctor Delmar. La ubicación es espejo de su línea política. Ofelia apoyó al renunciante presidente. Dicen los que conocen la interna que doña Wilhelm no simpatiza con la actual comisión directiva (presidida por Daniel Onofri), que el año pasado precipitó la salida de Delmar. Sin embargo, Ofelia no renuncia a la intervención cuando Gimnasia mete la cabeza en la guillotina. Su gestión fue clave para que el Lobo no perdiera el predio El Bosquecito, por un conflicto con Puerto La Plata. Ese cuentito con final feliz.

Quiere ver el partido tranquila, lejos de la histeria colectiva y de las preguntas de los que no saben como ella, capaz de dilucidar entre una defensa en zona y otra que hace marca personal.

Los nervios la devoran el tiempo que dura el partido. Mira la hora con asiduidad; el reloj tiene los colores de Gimnasia. Lo sabe Cristina, que de chica acompañó a su mamá a la cancha. La Presidenta tiene carnet de socia honoraria. En la cena en la que CFK fue agasajada, Ofelia estaba presente. Llevaba puesta una camiseta autografiada por los jugadores.

La hincha todoterreno puede jactarse de haber acercado sponsors, compartir charlas con los futbolistas, entrar al vestuario y sugerirle cuestiones tácticas al entrenador. Y también de salir a hacer las compras por su barrio con la camiseta puesta. A Ofelia le gusta mostrar que Gimnasia es su vida misma. Incluso lo hacía a través de las radios partidarias, a las que solía llamar semanalmente. Desde hace un año bajó el perfil. Por decisión propia o sugerencia, ya no se expone tanto en los medios y prefiere no opinar de la política de Gimnasia.

Troglio, su amigo, es el hombre de las mil respuestas y su canal preferido para saber sobre la realidad del equipo.

En el programa Pura Química de ESPN, el técnico fue consultado sobre los conocimientos de Ofelia. “Sabe de fútbol, yo la escucho y la aprecio. Es divina”, la endulzó. Troglio, al final, remató con la astucia que no siempre tuvo caperucita roja: “Y si no sabe de fútbol, igual sabe. Es la mamá de la Presidenta”.

Esta columna fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil