Logró llegar a tiempo con las obras pero fue imposible desactivar las protestas en las principales ciudades del país. Consciente de la tensión canalizada en la Copa del Mundo, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, optó por reducir al máximo posible el tenor político del Mundial, incluso, pasando desapercibida en la inauguración del campeonato, y a expensas de la presencia de presidentes de diversos países.
Contra las protestas por el excesivo gasto público para organizar el certamen, Rousseff salió ayer al cruce de todos los planteos posibles. “Es un falso dilema”, aseveró, al tiempo que aclaró que, en tres años, su administración -en una incipiente campaña por la reelección- invirtió “un billón y 700 mil millones de reales en educación y salud”. “(La asignación de fondos) Es 212 veces mayor que el monto invertido en los estadios”, comparó.
Os melhores. La discreción de la jefa de Estado se contrapuso a la fervorosa carta que le envió a la Selección de su país. "El mundo sabe que ustedes son los mejores", refirió Rousseffa los jugadores e integrantes de la comisión técnica de la verdeamarelha, en una misiva dada a conocer horas antes del partido que la enfrentará a Croacia.
"Tienen alegría en las piernas, balanceo en el cuerpo, aplicación táctica e improvisación desconcertante", apuntó la mandataria. "Pertenecen a un linaje de atletas y entrenadores que transformaron ese juego de cintura dura, inventado por los ingleses, en una nueva forma de arte", elogió. "Jueguen como saben. Es suficiente para la victoria", arengó. Según trascendió, sólo volverá a los estadios para presenciar la Final. No es para menos.