viernes 29 de marzo del 2024

Arquero anti marketing

Detrás de esa imagen de oficinista, el capitán del equipo tiene un gran peso en el vestuario. Ante Boca, se fue ovacionado.

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Habla poco, lo justo. Al capitán de River no le hace falta gritar o hacer discursos encendidos para que su palabra cobre peso. Tampoco volar, como alguna vez le pidió su representante, Humberto Váttimos. Así, parado, flaco, tan Trapito, Marcelo Barovero tiene el crédito de los hinchas y la confianza ciega de los defensores.

Al capitalismo se le salió de control un hombre. Un arquero que no vende imagen. Un tipito con pinta de oficinista, esmirriado, silencioso; el héroe de River.

Teo Gutiérrez es lo otro: también una pieza clave del equipo, se asume desde el marketing de goleador reo, bravo, técnico, genio. Teo, el díscolo, no da una nota sin consultar a Barovero. “Hay que preguntarle al capitán”, respeta la jerarquía.

Desde que lleva la cinta, en River hay un método con la prensa. El arquero decide qué jugadores hablan y qué día de la semana. Barovero es el ideólogo. Entonces el grupo no duda, acepta.

Mirar para La Boca. Cuando estaba en Porteña –su primer club, en la liga regional de San Francisco, Córdoba–, Barovero no imitaba a un arquero de Atlético de Rafaela, Huracán, Vélez o River, sus equipos venideros. Quería ser como Oscar Córdoba, el candado del arco de Boca.

Si fuese alpinista, Barovero habría hecho cima el jueves; Boca fue su Aconcagua. Con el penal atajado a Gigliotti (“lo único que hice fue respirar, tener la mente clara y tranquila. Sabía que si se frenaba antes de patear, la podía tirar a la izquierda”, explicó) y otras tapadas, fue el Córdoba de River.

Los elogios en Núñez no son hijos del oportunismo. El arquero goza desde hace rato del respeto de un mundo donde habitaron Amadeo Carrizo y Ubaldo Fillol. “Después de muchos años, tenemos un arquero a la medida de River”, lo elogió el entonces vicepresidente, Diego Turnes.

Escuchar al trío. Su secreto profesional se resume en tres consejeros: Carlos Goyén, Fillol y Angel Comizzo. Los tres fueron decisivos para formatearlo como arquero, en diferentes aspectos. Goyén le enseñó cómo salir en los centros: “Una vez que dominás tu área chica, ya tenés confianza en vos y podés salir al área grande con confianza”, le dijo. Barovero lo contó en una entrevista concedida a El Gráfico, en 2012.

Con esa seguridad, el oficinista del área se encontró con Fillol, en la Selección juvenil. El Pato lo ayudó a ubicarse en el arco.

En el carácter influyó Comizzo, otro superman de River. Lo convenció de que hay que ser valiente y arriesgar. Ese antídoto perfecto para sobreponerse a los golpes. Como aquel que recibió en su bautismo en la A: apenas ocho segundos duró su invicto. En menos de lo que tarda en ganar una carrera de cien metros Usain Bolt, Barovero, uno de los refuerzos de Huracán, ese día olió azufre. El gol se lo hizo Sebastián Carreras, de Arsernal.

Después vendría su paso por Vélez, los 19 partidos enteros como suplente de Germán Montoya en el título del Clausura 2009 y ese pedido a los dirigentes para que lo transfirieran a otro club. Pero Barovero, el arquero que no se vende, se quedó en Vélez.

Paso a paso. Ochenta kilómetros hacía dos veces por semana, hasta que se fue a vivir a la pensión de Rafaela. Barovero es el sacrificio, el perfil bajo. Incluso cuando llegó a Buenos Aires, hubo un episodio que lo describe. Se cruzó con José Luis Chilavert en una inmobiliaria. El paraguayo lo saludó y hasta le dio consejos. Trapito no supo qué decirle.

Empezaba su recorrido por clubes de la Capital y hacia atrás registraba dos fechas emblemáticas, atravesadas por un mismo día: 1º de octubre. El de 1999 no se lo olvida más; esa vez lo convocaron para la Selección juvenil. El de 2004 fue su debut en Primera: atajó en la B Nacional para Rafaela, donde en 2005 y 2006 fue elegido el mejor arquero del torneo.

La nueva fecha indeleble se corrió a noviembre. Un día dirá que el 27 de ese mes le atajó un penal a Boca y River pasó a la final de una copa. Lo va a decir bajito, sin grandilocuencias. No le hacen falta.

Teo aprende

Teo Gutiérrez aseguró ayer que deben estar “más mentalizados” para encarar la final de la Sudamericana ante Nacional de Medellín. “Estamos muy contentos porque dimos un gran salto. Lo habíamos planificado y se dio de una manera muy linda”, dijo el delantero a TyC Sports.

Y agregó: “Fue una noche soñada. Hemos pasado momentos difíciles y seguimos aprendiendo del nuevo entrenador, que trata de jugar siempre bien al fútbol y de que el equipo sea protagonista”.

En cuanto al rival en la final, Teo comentó que se trata de un equipo que “salió varias veces campeón del torneo local y ahora quiere ganar una copa internacional”.

También dio sus impresiones Germán Pezzella. El defensor consideró que si su equipo hubiera estado “más fino” en la definición, habría liquidado antes el superclásico. “A lo último, con la desesperación de ellos, nos retrasamos un poco más, pero siempre estuvimos confiados en mantenernos en cero”, analizó.

Sobre el momento del gol, en que los jugadores se lo dedicaron al DT, Pezzella señaló: “Le tenemos un gran afecto a Marcelo. Desde el momento en que llegó, nos apoyó y nos trata a todos por igual. Con las situaciones que había pasado, intentamos aportar nuestro granito de arena para darle una alegría”.

Esta nota fue publicada en la Edición impresa del Diario Perfil.

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