jueves 28 de marzo del 2024

El béisbol argentino crece con aporte venezolano

La llegada de inmigrantes desde Venezuela impulsó la práctica de este deporte que es poco popular en el país. Los jugadores que elevaron el nivel.

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El béisbol se juega en la Argentina desde finales del siglo XIX, igual que el fútbol. Siempre sufrió la falta de popularidad y su desarrollo se dio lento y entre sombras. Pero algo está cambiando en la forma de vivir y sentir este deporte. Y mucho tiene que ver la afluencia de venezolanos, que le dieron un salto de calidad y están llamados a dejar una huella en su evolución.

Según cifras oficiales, más de 100 mil venezolanos se afincaron en la Argentina entre 2017 y 2018. Nueve de cada diez lo hicieron en Buenos Aires y alrededores. Y enseguida coparon los clubes donde se juega al béisbol. Uno de ellos es Ferro, donde se desempeña Marco Gámez. Otro club con tradición es Daom, en el Bajo Flores y que tiene a Samuel Hidalgo como figura. También se practica en Vélez, Lanús y Comunicaciones. En todos hay venezolanos.

“Cuando llegué, no sabía que aquí se jugaba al béisbol –cuenta a PERFIL Gámez, 37 años, de Maracaibo y empleado de una empresa petrolera–. Yo había sido profesional en Venezuela y aquí empecé en un equipo de puros dominicanos. Después se formó el de venezolanos, que se llama Criollos. Entrenábamos en la plaza situada frente a la Embajada de los Estados Unidos, y muchos curiosos venían y nos pedían tocar el bate o lanzar la pelota. Imagínate, solo habían visto el béisbol en películas”.

Hidalgo tiene 27 años, nació en Caracas y trabaja en una agencia de marketing. “En Argentina se juega cada vez mejor al béisbol. Yo lo disfruté mucho desde que comencé en Daom. Hoy quiero seguir aportando y enseñarles a los más chicos”, sostiene.

Ferro también tiene a Guido Monis, pitcher desde hace más de veinte años en la selección argentina que acaba de obtener la clasificación a los Juegos Panamericanos de Lima por primera vez como producto del mérito deportivo (ya había participado por ser anfitrión en Buenos Aires 1951 y en Mar del Plata 1995). Lo logró al vencer a Brasil en el Estadio Nacional de Ezeiza.

“Dos o tres venezolanos vienen por semana a preguntar para jugar. Y entre lo que cuesta la cuota social y la cuota deportiva necesitás unos mil pesos por mes. Muchos no pueden”, describe Monis. “La diferencia entre un equipo bueno y uno malo pasa por los pitchers. Los venezolanos aportan lanzadores. Y son más técnicos”, profundiza. “El estilo aquí es de velocidad –agrega Gámez–. El argentino es rápido. No es el tipo de jugador fuerte, de grandes batazos, como el venezolano”.

Otro hito de estos días fue la participación de un club local en un torneo profesional por primera vez en la historia. Fueron los Falcons de Córdoba, campeones de la Liga Argentina, semiprofesional y hoy integrada por otros dos clubes cordobeses y tres de Salta. Jugaron la Serie Latinoamericana en febrero, en Veracruz. Estuvieron a un paso de meterse en semis y vencieron a dos clubes locales. Uno fue Tobis de Acayucán, luego finalista. Viajaron a México con 23 jugadores, siete de ellos venezolanos.

Allí estuvo Yoimer Camacho. Fue de los mejores pitchers del torneo y eso le permitió dar el salto a la Serie del Caribe, que reúne a los mejores equipos de Latinoamérica y suele nutrir a las Grandes Ligas de los Estados Unidos. Nunca un jugador del plano local había llegado tan alto. “Me pone muy feliz ser parte de la historia grande del béisbol en la Argentina –señala Camacho–. Me impresionó el nivel aquí. Muchos panas podrían jugar profesionalmente”.

Monis ve la semilla destinada a desarrollar el deporte desde edades tempranas. “Un chico de 7 años que vino con sus padres desde Venezuela vive el béisbol de una forma diferente a un argentino de su edad. Ellos lo maman como acá maman el fútbol. Y pueden ser un estímulo para los más chicos”, asegura. “Los pequeños argentinos se contagian y tienen el mismo nivel de pasión que los venezolanos. A veces hasta cruzan modismos y cuesta distinguirlos”, añade Hidalgo.

El béisbol nacional va hacia una nueva era gracias al éxodo venezolano. Y el impulso parece imparable.

(*) Esta nota fue publicada en el Diario PERFIL.