La sonrisa.
—Mamá me dijo: cuando tenés la sonrisa invadida en la cara, jugás mejor.
Es sábado, la selección de básquet se entrena después de ganar el Oro de los Panamericanos en Lima y piensa en el Mundial de China que empieza en veinte días. Facundo Campazzo –base del equipo, jugador y campeón de la ACB con el Real Madrid– intenta caminar despacio hacia la nota con PERFIL; todavía las gotas le caen por las mejillas apretadas. Pero entonces no puede y corre, acelerado, y pide perdón por tardar: estaba tirando triples desde diferentes ángulos después de la práctica. Musculosa azul al pecho, se sienta en una colchoneta y mira por una ventanita del estadio: hay sol. Transpira, tiene los brazos fibrosos y las manos sueltas y el labio que le tiembla.
—No puedo bajar la intensidad –dice.
Quiero jugar.
Gabriel Deck, su compañero en el Madrid, le guiña un ojo y se va a bañar. “Campazzo es mi único amigo allá, estoy solo”, dijo Deck, antes, mientras Facu embocaba. Viven en Majadahonda, un barrio lujoso ubicado en las afueras de Madrid. Los dos duermen en departamentos diferentes; igual, se reúnen a tomar mate una vez por semana. Ahora se les suma otro argentino –y otro amigo– al equipo: Nicolás Laprovittola, que está apoyado en un escalón a lo lejos y fue el último MVP de la liga española con el Joventut de Badalona. Por primera vez, Facu puede cumplir su sueño: jugar en un club con Nico, su amigo de toda la vida y compañero de puesto.
—Ahora somos los Big Three –se ríe Campazzo, la sonrisa chiquita.
Ahora se relaja; todo lo contrario a cuando está dentro del campo. Ante la pregunta cómo estás, dice muy feliz. Pudo cambiar la alimentación –vació la heladera– y por eso rinde más. En la AmeriCup 2017, después de que Campazzo metiera el triple de la victoria frente a Canadá, Deck se acercó al banco y dijo, despacio: “Este pibe está loco”.
En los panamericanos de Lima, contra Puerto Rico, Campazzo dio trece asistencias. Una fabulosa a Deck: persiguió a los rivales, les cortó la respiración, metió la mano y robó el balón, corrió hacia el aro hasta que terminó rodeado entre dos jugadores y no metió el punto: lo vio a Deck atrás, casi escondido, y le dio un pase de espaldas sin mirar. Deck volvió a la mitad del campo con su cara de dormido y se puso el dedo en la sien como diciendo: está demente.
—Es por mamá. Desde los cinco años hasta ahora me lo dice. Cuando jugaba en el club del barrio me enojaba mucho, pateaba bidones, pateaba sillas, era un maleducado. Y siempre escuchaba sus gritos en el costado de la cancha: “Facundo pará un poco, estás loco...”. Me lo dijo: cuando disfruto, controlo el juego. Intento reírme, no creas que puedo todo el tiempo, pero trato. Con lo que me dice mi mamá afronto todas las temporadas.
No tiene prisa para la NBA. Tampoco hubo sondeos ni propuestas. Estaba todo en su cabeza: lo imaginaba durante meses, pero no pasaba.
— Argentina Básquet (@cabboficial) August 10, 2019
—Estaba peleando por algo que no existía –dice, mira el piso–. ¿Irme? Lo tengo bien claro: estoy en uno de los mejores equipos FIBA del mundo. La verdad es que en España, como acá, me siento muy respetado. Y me siento importante.
—Vas a tener una hija.
—Hace tres años que vivimos afuera con mi mujer (Consuelo Vallina) y la noticia… fue sorpresiva. Es una nena. No lo buscamos, pero llegó y en un buen momento. En Madrid: Madrid es muy linda.
—¿Cómo es vivir fuera de la Argentina?
—Estoy lejos de mi mamá. Y de mi papá, que me hizo hincha de Chacarita. No puedo comer asados o salir con mis amigos. ¡O ir a ver a mis sobrinos! Eso es lo que más extraño. Lo bueno es que hago lo que me gusta, con mi mujer, en un lugar donde fuera de la NBA es lo mejor. Sigo mirando lugares en el mundo gracias al Real Madrid. Viajar a Turquía, a Rusia, a Italia, lugares que cuando tenía diez años nunca me hubiera imaginado pisar. Eso es lo que pesa más a la hora de irme afuera.
—¿Y cómo ves a Gaby Deck? ¿Está muy solo?
—Estoy supercontento por él. Intento hacer un poco lo que hizo el Chapu (Nocioni) conmigo acá. Es un chico que nació estando preparado. Está solo, está callado, no habla, pero cuando se lo necesita aparece. Le pasó lo mismo que a mí en el primer año: vino de un equipo protagonista (San Lorenzo), de jugar 30 minutos, tomar todos los tiros que quisiera y cerrar los partidos, a tener un rol completamente distinto. El se adaptó perfecto, hizo lo que el equipo necesitaba. Es un jugador silencioso que hace cosas que no salen en las estadísticas; eso cualquier equipo lo quiere.
—Ahora ficharon a Nico Laprovittola, tu amigo.
—Lapro lo merecía. Dio el salto y… ¡qué mejor que en el Real Madrid! Yo fantaseaba cuando era más chico con jugar con él, pero en Peñarol, en Atenas o en Lanús... nunca en el Real Madrid. Jugar con amigos es lo más especial.
—¿Cómo están para el Mundial de China que empieza este mes?
—Cumplimos nuestro primer objetivo: ganar el Oro en los Panamericanos. Jugamos muy bien, a pesar de tener algunos partidos flojos. Ahora queremos clasificar a los Juegos Olímpicos de Tokio. El nivel sube, los equipos son de mejor calidad y talento; eso nos obliga a estar recontrapreparados en lo físico y mental. La preparación –dice Facu y señala la cancha de básquet– es muy importante para que no nos sorprendan. Lo bueno es que ahora hay jugadores nuestros que son protagonistas en Europa y es más competitivo todo. Confío en que habrá una selección que compita, pelee y encuentre su mejor versión durante el Mundial. Intentaremos clasificar a los Juegos Olímpicos.
Cordobés y socio de Chacarita.
—Ay, pero es una historia muy rara –se acuerda Facu, que ha jugado al fútbol y ahora puede embocar la de básquet con el pie–. Mi viejo es hincha de Chacarita y hasta tiene un tatuaje de Mafalda con la camiseta de Chaca. También fui a la cancha a verlos.
Campazzo creció prendido a las jugadas del flaco Vivaldo, el Mago Capria, Rivero y Carrario. Justo cuando Chacarita subió a Primera fue a ver un partido, pero fue derrota: 3-0 frente a Instituto en Córdoba.
—Me hizo hincha porque le gustaban los colores y porque salió campeón en 1969. Salimos campeones, digo. Es extraño, ja, porque somos de Córdoba. Pero también hay hinchas de Boca en Córdoba, ¿no? Obvio. A Chaca lo seguía antes cuando jugaba en la Argentina, pero ahora en el exterior con los horarios se me complica. Igual, a la distancia intento estar al tanto y mirarlo en YouTube.
Siempre con la sonrisa.
Por Matías Fernández Burzaco y Federico Henault.