jueves 12 de diciembre del 2024

Mara Gomez y la trampa binaria

El caso de la futbolista de Villa San Carlos reabrió el debate sobre si corresponde o no aprobar incluir jugadoras trans en los equipos femeninos.

Mara Gómez, cuyo DNI dice Mara desde hace cuatro años pero se siente así desde hace mucho más, ya se entrena como jugadora de Villa San Carlos, aunque espera la aprobación de la AFA para incorporarse oficialmente al plantel. Otra vez esperando una aprobación. Como esa búsqueda de aceptación frustrada que la llevó a querer suicidarse años atrás, cuando por suerte o por destino el fútbol la salvó. Un fútbol que hoy la cuestiona, al mismo tiempo que la abraza.

El argumento más firme que rechaza a Mara como jugadora profesional de fútbol femenino habla de ventaja deportiva. Como si fuera una simple ecuación, plantea que si nació hombre, tiene características masculinas, que son superadoras en líneas generales a las de las mujeres por una cuestión genética. Y que no es justo para los equipos con todas mujeres cis (que sería cuando la identidad de género coincide con tus características biológicas) con los que tenga que enfrentarse. A simple vista tiene sentido.

Hay deportes hasta en los que las reglas son distintas para hombres y para mujeres, lo que daría como incuestionables las propiedades físicas que llevan a que juguemos por separado. Por ejemplo, en el vóley, la red de los varones es más alta que la de las mujeres. A nivel genético, en cuanto a fuerza, altura y esas yerbas (peso, masa muscular, capacidad pulmonar, y pueden googlear como yo acabo de hacer para informarse en detalle), ellos son superiores a nosotras. Y esto confirmaría el argumento de una ventaja deportiva. Pero si todo esto fuera tan simple y tan fácil, acá terminaría la nota, y todavía me quedan un montón de líneas por escribir.

Me gusta algo que dijo la propia Mara: que la fuerza y la velocidad sin otras capacidades no sirven para nada. Y si no mírenlo a Messi, que biológicamente era un petiso sin mucho para dar, y hoy en día es el mejor jugador del mundo. Pareciera que pasa por otro lado. Además, si nos vamos a quedar en las ventajas o desventajas genéticas, ¿por qué todos aceptamos como normal que en atletismo los primeros 856 puestos son para los africanos? ¿Acaso ahí no hay una ventaja biológica? Lo que pasa es que nos hace mucho más ruido lo que tenga que ver con el género. Porque nos criaron y educaron binarios, los nenes con los nenes y las nenas con las nenas; como si no existiera otra cosa y como si fuéramos algo primero que nada a partir de eso. Nadie plantea que los africanos no participen en las competencias internacionales. Sin embargo, ahí andan varios diciendo que Mara se quede sin jugar.

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Porque no hay otra alternativa. Por lo tanto, es discriminación. Porque Mara se llama Mara y no va a jugar la liga de hombres, como he leído que dicen algunos insensatos. Así que hay que intentar encontrarle la vuelta. Porque nadie quiere caer en un típico caso de transfobia y exclusión, en el que alguien por su elección sexual no pueda desarrollar una actividad como el resto. Sobre todo siendo algo con tan buena prensa como el deporte, que sana, que hace bien, que es para todos, bla, bla, bla...

Otro punto para plantearles a los fans de lo biológico: la mayoría de las chicas trans consumen hormonas femeninas e inhibitorias de las masculinas, lo que lleva a disminuir estos factores que las pondrían en un lugar de “ventaja”. No sé si hay manera de chequear esto, tampoco sé si corresponde, porque tendríamos que ponernos a ver qué hacemos con aquellas que no pueden o no quieren ingerirlas. Pero no es un factor menor.

Las posibles diferencias se achican. Y yo, al menos después de haberme puesto a leer e investigar sobre esto, veo cada vez más grandes otras diferencias de las que nadie se horroriza. Las físicas naturales que pueda tener mujer cis con mujer cis, u hombre cis con hombre cis. Las del talento innato. Las del esfuerzo. Si te toca jugar al básquet con un tipo que mide tres metros, ¿qué hacés? Es varoncito como vos, pero claramente genéticamente nació para hacerte mierda con la pelota naranja. Su ventaja es genética, pero vos no vas a decir nada, porque como yo, y como todos los que somos adultos hoy en día, crecimos con ese binarismo choto que, aunque creamos que nos lo sacamos, lo tenemos impregnado en la cabeza y en el cuerpo. Si no hagamos análisis genéticos y juguemos solo con personas bien parecidas a nosotros en altura, fuerza, resistencia. Qué embole, ¿no? Sería un buen experimento a ver qué pesa más independientemente de eso, pero al segundo partido ya me quiero ir a mi casa. Quizá ya en el segundo tiempo del primero.

Hay un comentario que oí mucho y que para mí ya caducó, ese que dice que si permitimos esto ahora van a ser todos tipos con peluca jugando en las ligas femeninas y que las mujeres se van a quedar afuera y no sé qué imbecilidad más. Sí, obvio, son los mismos que decían que cuando se legalizara el divorcio se iba a divorciar todo el mundo; que con el matrimonio igualitario el mundo se iba a volver gay (¿y qué?) y en estos tiempos, que si se legaliza el aborto se va a acabar la sociedad o la humanidad, o una cosa así. No, señor, no. Hay argumentos un poco más interesantes para discutir, si entra en este, yo me parece que me voy a charlar del clima con mi vecino mientras limpia la vereda.

Es difícil intentar sacar una conclusión en un tema así. Hay verdades por todos lados y también mucha sarasa. Lo que sí es cierto es que, como dije, estamos en tiempos en los que una discriminación es totalmente inaceptable. Y las dos posturas para mí tienen que ver con el ángulo con el que se lo mira. Si te enfocás en la inclusión, en los derechos humanos y en el respeto, es muy fácil alegrarse y empujar a Mara como jugadora profesional de fútbol femenino. Si sos muy del deporte cuadrado, y medís minuciosamente qué le conviene a cada uno, atado a unas reglas que, como dijo Mónica Santino, cambian más lento que la sociedad...sí, tenemos mucho que discutir y que analizar. Ahora, sí sos del primer grupo: ya está, empezá a aplaudir. Está pasando.

*Columna publicada en la edición impresa del domingo 12 de enero del Diario Perfil.