Golden State Warriors se quedó con el anhelado anillo de campeón de la NBA por séptima vez en su historia tras derrotar 4-2 en la serie final a Boston Celtics. Pero no fue solo por el brillante Stephen Curry, quien se terminó quedando con el premio MVP al jugador más valioso.
Los Guerreros de San Francisco demostraron ser mucho más que un solo jugador y analizamos los argumentos de un nuevo éxito en la tercera franquicia más ganadora en la historia de la NBA.
Las claves del éxito de Golden State Warriors
• STEVE KERR
Campeón con los Chicago Bulls y San Antonio Spurs durante su etapa como jugador, fue clave con su cambio de estrategia en el medio de la serie, donde modificó la alineación inicial colocando a Otto Porter en dupla con Draymond Green en el juego interior.
Con sus cambios continuos en defensa obligó a Boston a un juego anárquico y excesivamente dependiente de lo que producían sus dos estrellas, Jaylen Brown y Jason Tatum desde el uno contra uno. Esto se vio reflejado en los números, limitando a los Celtics a 92,2 puntos, 18 pérdidas y un flojo 40% en tiros de campo. Todo muy por debajo de los promedios de los dirigidos por coach rival Ime Udoka en la temporada regular: 105 puntos, 14 perdidas y 45% en tiros de campo.
• El SOPORTE DEL MVP
Andrew Wiggins (18 puntos y 9 rebotes) y Klay Thompson (17) fueron el complemento ideal para Stephen Curry y claves en el Juego 5 (cuando el base tuvo su única noche negra de la serie) para liderar la victoria.
Además, junto a Draymond Green, Otto Porter y Gary Payton II formaron un bloque defensivo que por momentos fue imposible de descifrar para los Celtics.
• EL MALO DE LA SERIE
Odiado por los rivales, pero amado por sus compañeros y aficionados, Green hizo de todo, fue el eje principal de la defensa de Golden State, fundamentalmente en los cambios sistemáticos que proponía Kerr.
Además, fue el mejor pasador del equipo, pero por sobre todas las cosas fue el termómetro de la energía de los campeones a lo largo de la temporada.
• CURRY, EN LA HISTORIA GRANDE DE LA NBA
Por si le faltaba algo demostrar (solo para muy pocos) al mejor tirador de la historia era lograr un MVP en las finales de la NBA y vaya si lo consiguió a sus 34 años de edad.
Curry fue amo y señor de la serie, promediando 31 puntos, 6 rebotes y 5 asistencias, con un 43% en tiros de tres puntos y la cantidad increíble de 5 triples encestados por noche para la superestrella nacida en Akron, Ohio, mismo suelo que el Rey LeBron James.
El surgido de la universidad de Davidson, fue quien en los primeros cuatro juegos, cuando a los Warriors le costaba fluir ofensivamente, se cargó el peso en sus hombros y le dio aire a sus compañeros liderándolos a la victoria.