Independiente es como un Fiat Duna medio destartalado que va de pueblo en pueblo, llega a uno con la nafta justa, a otro con una rueda medio desinflada, al de más allá con ruidos extraños en el motor, pero llega. Y así, a los tumbos y sin que le sobre nada, está cada vez más cerca de los objetivos. El triunfo ante Bahía por la Copa Sudamericana es otro pueblo superado.
Hasta hace dos semanas el equipo de Julio César Falcioni y el propio Falcioni eran el centro de todas las críticas. Pero ahí está Independiente ahora: el fin de semana juega con Colón la semifinal de la Copa de la Liga y este martes quedó primero en el Grupo B de la Sudamericana.
El triunfo en Avellaneda ante Bahía era indispensable. El Rojo ahora lidera su grupo y le lleva tres puntos de diferencia precisamente a Bahía. El próximo miércoles cierra la fase de grupos en Avellaneda con Guabirá, un equipo que perdió los cuatro partidos que disputó. Con un empate le alcanza.
El festejo ante Bahía llegó a lo Independiente: cuando faltaban diez minutos y en contra. Un centro al borde del área chica, el arquero Douglas Friedrich que sale para despejar y choca con sus compañeros, la pelota rebota en Thonny Anderson y entra mansita al arco.
Con este equipo de Falcioni no se habla de resultados justos o injustos. Merecido o no, gana y avanza. Con penales o goles en contra, gana y avanza. Metido atrás o yendo a buscar, gana y avanza. Allá sigue el Duna destartalado, de pueblo en pueblo y sin que le sobre nada, pero cada vez más cerca de llegar.
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