Cuando Freddie Mercury grabó “El show debe continuar”, la última canción a la que le puso su extraordinaria voz, su salud ya estaba quebrada. Sus compañeros de Queen, conscientes del debilitamiento que le provocaba el sida, le propusieron que las notas altas y los agudos los hiciera Roger Taylor, el baterista.
Pero Freddie se fastidió mucho con esa idea. Herido en su orgullo, entró al estudio, se tomó un trago de vodka y grabó el tema de una sola toma. Quedó una versión épica, demoledora: no hay ni un mínimo indicio de que el tipo que registró esa voz padecía una enfermedad voraz que lo estaba consumiendo. Queen lanzó “El show debe continuar” en octubre del ‘91. Freddie murió seis semanas después.
En este momento el fútbol está como Freddie Mercury en el estudio de grabación. No porque agonice, eso está claro. Si no por los esfuerzos desmedidos que hacen para disimular lo indisimulable. Las tribunas están vacías y hay que camuflarlas. Sin la música de los hinchas, el fútbol es un juego vacío, desapasionado. Insulso. Lo sienten los jugadores y lo confirman los técnicos, pero sobre todo lo padecen los canales que tienen los derechos de transmisión. Para una cámara, una tribuna vacía es intolerable. Perturba.
Durante los partidos de la era pre cuarentena jamás se escuchaban las puteadas de los jugadores, los gritos de los entrenadores o el impacto de la pelota cuando pegaba en el travesaño. Eso solo ocurría en los entrenamientos y, ahora, en los partidos que se empezaron a disputar. Y nadie paga de buena gana un abono de TV para mirar algo que se parece a un entrenamiento.
Para los estrategas del show televisivo, los hinchas son actores protagónicos. En España, por ejemplo, multan a los clubes que no lleguen a cubrir el 70 por ciento de las tribunas que están de frente a las cámaras de TV. Hace dos años sancionaron al Celta y para las fechas siguientes los dirigentes tuvieron que bajar el precio de las entradas para meter más gente y cumplir con la norma. La gente de Mediapro, empresa que transmite los partidos de La Liga española, es consciente que una tribuna vacía desluce el show.
Es acá, entonces, cuando aparecen las ideas delirantes. Primero fue en Alemania: llenaron las tribunas del Borussia Mönchengladbach con 13 mil hinchas de cartón en tamaño real. ¿Una excentricidad genial o una pavada memorable? Se verá. Pero eso solo fue el principio. El fin de semana pasado en Dinamarca el Arhus GF tapizó una tribuna con pantallas y los hinchas salieron en vivo por Zoom.
Va de vuelta: organizaron una videoconferencia con hinchas cuyas imágenes se replicaban en pantallas dentro del estadio. ¿Una propuesta vanguardista o una avivada de la empresa que ofrece el servicio? Y en España, donde la pelota vuelve a rodar la próxima semana, están trabajando en un audio virtual para adornar las emisiones de los partidos. Se trata de sumarle sonido de cancha a las canchas vacías. Si el tiro libre de Messi pega en el palo se escuchará un coro de varios miles de catalanes que gritarán “uhhhhhhh”, pero si la pelota entra, esos mismos miles compartirán el alarido de “goooooooool”. Todo virtual. El aguante artificial, ponele.
El show debe continuar, ¿no es cierto, Freddie? Si no hay hinchas, que no se note. La virtualidad llegó hace rato.