La palabra castellana “cundir” significa extenderse o propagarse, mientras que “Pánico” tiene su raíz etimológica en el griego y deriva del término “deima panikós” que traducido al castellano significa “el miedo causado por Pan”. Pan era, para la mitología, el Dios de los pastores y rebaños, un ser divino de rostro adusto y de facciones animalescas, con cuernos y miembros inferiores de macho cabrío. Cuenta la leyenda que horrorizado por el ser que había traído al mundo su madre lo abandonó. Fue su padre, el dios Hermes, quien le tuvo empatía y finalmente lo llevó al Olimpo con los demás dioses, quienes por lo jocoso y divertido de sus actos lo bautizaron “Pan”. A Pan, los hombres le atribuyeron los ruidos indescifrables que hace la naturaleza en bosques y campos, sonidos atemorizantes para las personas. De ahí deriva la palabra “pánico”, del miedo intenso a lo desconocido.
Asustado por el virus y asfixiado por el parate, el futbol argentino retomó hace unos meses su actividad cargado de paradojas. Finalmente, con un torneo rebuscado y criterios laxos de márgenes abiertos para las decisiones sanitarias, en los próximos días dará inicio a una competencia donde pocos equipos saben hoy a ciencia cierta cuál es su estado de situación en la ecuación epidemiológica entre susceptibles, enfermos e inmunizados. Ya que desde el retorno a los entrenamientos no hubo un mandato unificado, el supuesto protocolo aprobado, en su momento, por Pedro Cahn terminó siendo una novela de ficción y mientras algunas instituciones se rigieron con criterios científicos, otras fueron piloteando a ciegas. Lo que no se ve, hacemos de cuenta que no existe.
En este contexto de incertidumbre, hace pocas horas en una reunión virtual con los dirigentes delegados a cargo de la competencia, la Liga Profesional comunicó la eliminación de los testeos directos obligatorias para COVID-19 previo a los partidos, una medida sanitaria que rige en todo el mundo deportivo de elite. Lo hacen desde nuestros vecinos, pasando por la Conmebol, hasta la Premier League. Esta decisión comprensible desde una mirada financiera en un fútbol quebrado podría tener graves consecuencias para las instituciones, para los jugadores y para el espectáculo.
Los riesgos, en el corazón del atleta enfermo de Covid, están comprobados en un sinfín de artículos científicos recientes, siendo el último publicado muy recientemente “Coronavirus Disease 2019 and the Athletic Heart Emerging Perspectives on Pathology, Risks, and Return to Play” y casos como el de Hernán Pellerano son de público conocimiento. ¿Quién se hará cargo penalmente, civilmente y económicamente si llega a ocurrir la desgracia de que un futbolista sufre una muerte súbita cuando no se cumplieron los protocolos y se comprueba que cursó una miocarditis postviral?
Es cierto que los estudios de PCR son caros pero hay otros estudios directos (porque buscan el antígeno) que son más económicos. Existen opciones antes de ver planteles de fútbol viajando por todo el país y participando en múltiples partidos sin saber si la mitad de su equipo tiene coronavirus. Pensemos que en la Argentina hay fronteras cerradas, incluso entre provincias como pasa en Formosa. La decisión de mover futbolistas por el país no solo los pone en riesgo a ellos, también podría convertirse fácilmente en una bomba epidemiológica de diseminación viral.
Mientras todo esto se dirime, hay muchos futbolistas que ni son conscientes de su situación y están ansiosos por volver a jugar. Como buenos adolescentes, algunos, incluso hacen caso omiso al riesgo. Por su parte, así como “él que calla, otorga” y “sarna con gusto no pica”, el silencio atronador del gremio de futbolistas, en estos últimos meses, es cada vez más fuerte.
La noticia, entre los entrenadores, es que “Marcelo Gallardo ha sido aislado de manera preventiva debido a que estuvo en contacto con una persona que posteriormente dio positivo de COVID 19. Una vez cumplido el tiempo prudencial, se le realizarán los estudios correspondientes.”, como informó el parte oficial de River. Dentro de unos días, si el futbol argentino comienza sin testeos, se va a cruzar con decenas de protagonistas que también pueden estar enfermos, pero al no saber, ya no habrá prevención posible.
Por otro lado, teniendo en cuenta los temas administrativos por el contrato de televisión de público conocimiento, las discrepancias para jugar en el River Camp de Ezeiza y siendo River un plantel reducido y con muchos más futbolistas susceptibles (por no haber contraído la enfermedad) que Boca (que ya tuvo a casi todo su plantel enfermo), no es irracional preguntarse, ¿si es tan ilógica la teoría de los dos planteles separados, uno equipo titular para la copa y un alternativo para el torneo local, que se deslizó en algunos medios? Habría que profundizarla.
En el futbol argentino, ya quedó claro que para responder las preguntas no se trata de interpelarse con la ciencia o con el saber empírico, se trata simplemente del sentido común. Discutimos si permitimos o no disputar un partido en un campo de entrenamiento, ahora no discutimos que la competencia se lleve a cabo sin controles de salud.
Allá vamos, que empiece pronto a rodar la pelota, con el chipote en la mano y con “calma, calma, para qué no panda el cúnico”. (NdR: solo para entendidos, nacidos en el siglo XX).