La goleada a Nacional que le permitió a River pasar a semifinales de la Libertadores, ubicó a Marcelo Gallardo en un sitio de privilegio. Como si necesitara más méritos para posicionarse como el mejor entrenador de la historia del Millonario, el jueves logró otro récord: avanzó a las semifinales de la Copa por cuarta vez consecutiva, lo que lo ubica incluso por encima de entrenadores que son estatuas, como Osvaldo Zubeldia en Estudiantes o Carlos Bianchi en Boca.
Esta marca que logró Gallardo evidencia, en definitiva, sus méritos como entrenador, y pone en relieve además la capacidad que tuvo durante seis años y medio para armar equipos que llevaron su sello: exitosos, ganadores, con hambre de títulos.
Uno de los secretos del Muñeco es reinventar equipos. Del que ganó la primera Sudamericana, por aquel lejano 2014, casi no hay sobrevivientes. En el medio hubo generosos recambios de jugadores y ahí fue cuando se impuso la mano del entrenador: se resignó ante los que se fueron, supo elegir a los que llegaron y, sobre todo, en cada nuevo ciclo logró acomodar las piezas para que todo funcionara.
Y algo más: supo acomodarse a los jugadores que disponía y modificó los esquemas de juego tantas veces como creyó necesario. No dudó cuando puso cinco defensores, o dos volantes centrales, o tres número 9 para dar vuelta un resultado. En definitiva, además de romper récords y sumar torneos, Gallardo exhibe una asombrosa capacidad en eso de reinventar equipos.
Los ciclos de Gallardo
Todo arrancó con un equipo que heredó nada menos que de Ramón Díaz. Lo que hizo Gallardo fue pararlo treinta metros más adelante, darle más agresividad, presión y velocidad, recuperar a Carlos Sánchez y traer a Pisculichi para que se sumara a la delantera con Mora y Teo Gutiérrez. Esa es la prehistoria del Muñeco. Ganó la Copa Sudamericana después de eliminar a Boca en semifinales y arrancó la leyenda.
Al año siguiente se reinventa. Se va Teo, Pisculichi pierde la titularidad y trae a Alario. En la Libertadores sorprende con un doble cinco, con Ponzio y Kranevitter. No le va nada mal: deja en el camino a Boca en octavos y le gana la final a Tigres. Llega 2016, el peor año de la era Gallardo. A pesar de que gana la Recopa y la Copa Argentina, el Muñeco estuvo a punto de abandonar el club. En diciembre se tomó unos días para pensar su futuro y cuando volvió anunció que seguía. Ya tenía en mente el nuevo modelo de River.
Trae a Pinola, Scocco y a Enzo Pérez. Los viejitos, les decían. Hasta Daniel Angelici, entonces presidente de Boca, se burló: “Buen promedio de edad”, chicaneó. Pero los viejitos se acomodaron y el equipo empezó a brillar como el de 2014. Ganó la Copa Argentina y se armó la base que al año siguiente iba a tocar el cielo en Madrid y que esta semana le dio otro récord al entrenador.
“Uno de los grandes méritos de Gallardo es que aguanta a los jugadores. A Enzo Pérez, Carrascal o Zucculini, por ejemplo, les costó adaptarse, pero Gallardo confiaba en ellos, les tuvo paciencia, los esperó y rindieron”, dice el periodista Diego Borinsky, biógrafo del Muñeco.
Los últimos seis años de River tienen un común denominador: pasan los jugadores, cambian los esquemas y queda Gallardo. Y con él, los títulos. Cuando llegó en 2014, en el club había 5 copas internacionales: hoy hay 12. Esta gloria se sostiene, sin dudas, en esa capacidad de reinvención que el entrenador demuestra en cada uno de los ciclos que encara.