Es de noche. El empedrado está mojado por la lluvia. Dos Falcon y un Peugeot 504 sin patentes frenan en la casa de la familia Díaz, en pleno centro de La Plata. Los tipos del Grupo de Tareas, encapuchados, revientan la puerta y entran. Buscan a Pablo, que está durmiendo en la habitación de arriba. Pablo se despierta por los gritos. Sabe que lo buscan, sabe que semejante operativo es por él. Se incorpora de la cama y enfrenta su destino, un infierno que ni siquiera sospecha. Su habitación ahora queda vacía, desolada. Sobre una pared resalta una bandera. Roja, blanca y roja, dice “dale campeón” y tiene el escudo de Estudiantes.
Estas imágenes son de una escena de la película “La Noche de los Lápices”, del momento en que secuestran a Pablo Díaz, uno de los cuatro sobrevivientes del operativo en el que desaparecieron a seis estudiantes secundarios de La Plata y del que este 16 de septiembre se cumplen 44 años. Y no es casualidad la presencia de la bandera del Pincha. De hecho, fue un pedido del propio Pablo. Más que un pedido, una exigencia. Es que Pablo asesoró al director Héctor Olivera en la reconstrucción de su historia, y en ese contexto impuso el trapo de Estudiantes en la pared de su habitación.
Lo más curioso de la anécdota es que Alejo García Pinto, el actor que lo interpretó, es fanático de Gimnasia. El episodio, por supuesto, generó pases de factura durante años y es un tema de chicanas cada vez que se encuentran.
Estos pibes de entre 16 y 19 años podían debatir durante horas cuestiones políticas o estrategias de lucha por el boleto secundario, pero con la misma pasión se embanderaban con los colores de Estudiantes o Gimnasia
Para Pablo Díaz, Estudiantes tiene que ver con su identidad. Cuenta que fue por primera vez a la cancha en el ‘68 para ver a aquel equipo copero, que después se sumó a la barra, un grupo que define como “fanáticos pero no delincuentes”, y que cuando lo blanquearon después de padecer tres meses en el Pozo de Banfield, lo derivaron a la Unidad Nº 9 de La Plata, donde se encontró con guardias que conocía de la cancha. El fútbol, y sobre todo Estudiantes, siempre fueron parte de su vida.
Aquella generación de estudiantes platenses compartió aulas, ideales, militancia y también fútbol. Estos pibes de entre 16 y 19 años podían debatir durante horas cuestiones políticas o estrategias de lucha por el boleto secundario, pero con la misma pasión se embanderaban con los colores de las camisetas. Era la única grieta que los separaba. Eran, en definitiva, un grupo que reflejaba a escala la eterna división de La Plata, una ciudad marcada por pinchas y triperos.
“Estábamos enfrentados por el fútbol, pero unidos por una causa”, dice Pablo Díaz en referencia a los muchachos hinchas de Gimnasia que también padecieron el operativo de aquel 16 de septiembre del ‘76. De los seis desaparecidos, tres eran del Lobo: Francisco López Muntaner, Daniel Racero y Claudia Falcone; y dos sobrevivientes, Emilce Moler y Gustavo Calotti, también eran simpatizantes de Gimnsaia. El año pasado les hicieron un homenaje en el club, con una charla de la que participaron familiares de las víctimas.
El recuerdo de Verón
Horacio Ungaro no era muy bueno para la pelota, pero la rompía al ajedrez. A los 13 años se hizo socio de Estudiantes y representó al club en distintos torneos. Cuatro años después lo secuestraron, lo torturaron y lo desaparecieron. Una escuela en La Plata y una calle en San Luis llevan su nombre. Este 16 de septiembre, Juan Sebatián Verón, presidente del Pincha, subió a su cuenta de Instagram una foto del carnet de socio de Horacio con una frase: “Hoy los lápices siguen escribiendo por aquellos que pelearon por un boleto estudiantil”.