Cuando hablan de fútbol, los Caparrós coinciden en casi todo: son fanáticos de Boca, incondicionales de Riquelme, se turnan para gastar a River y hasta se ponen de acuerdo para cuestionar aquello que merece ser cuestionado. A través de la pantalla del zoom se pasan la pelota para dejar en claro esos principios.
Martín, el padre, asiente desde España cada vez que habla Juan, y Juan, su hijo, desde Buenos Aires escucha atento cada intervención de Martín. Sin embargo, hay algo que los enfrenta. Alguien, en realidad. Un personaje que provoca el desacuerdo, la grieta futbolera. Pero eso ya vendrá. Primero, hablemos de Boca y de “Boquita”.
El libro, escrito por Martín, se publicó por primera vez en 2005 y la editorial Sudamericana acaba de reeditarlo con la correspondiente actualización a cargo de Juan. Es una versión a cuatro manos de un clásico de la literatura futbolera. Y también una manera de dejar impresa la relación padre-hijo-Boca.
-En “Boquita” contás que durante unos años dejaste de ir a la cancha hasta que nació Juan. Esta reedición es una manera de ponerle un broche de oro al vínculo bostero entre ustedes.
Martín: Yo estuve afuera de la Argentina entre el ‘76 y el ochenta y pico, una época en la que no había manera de seguir a un equipo a la distancia, y cuando volví no recuperé esas ganas de seguir viendo fútbol. Y me volvieron las ganas cuando Juan tenía cinco años y desde ahí se convirtió en algo compartido.
-¿Ahora cómo hacen a la distancia? ¿La derrota con Corinthians en la Copa, por ejemplo, cómo la sufrieron?
Juan: Más que sufrirla, ocurre algo peor: estamos esperando que pase esto, que Boca sea malo, deprimente, incapaz. Para que haya sufrimiento tiene que haber alguna esperanza, pero ya ni eso nos quedó.
Martín: Yo tengo la complicación del horario. Desde que Boca tomó la costumbre de jugar a las dos de la madrugada lo veo mucho menos. Miro los partidos a la mañana siguiente, los voy adelantando. El partido con Corinthians lo liquidé en veinte minutos, no tenía ninguna gana de seguirlo.
-Es fuerte cuando el equipo anda a los tumbos y en el medio están Riquelme y Battaglia.
Juan: De ninguna manera me animaría a criticar a Román, es el tipo que más alegrías me dio en el fútbol, pero me parece que está siendo demasiado respetuoso, demasiado buen tipo o considerado con sus ex compañeros.
Martín: Quién tiene derecho a decirle a Román qué hacer o qué no hacer en Boca. Eso de que es el patio de su casa es cierto. Acá en España para que entiendan la relación de Riquelme con Boca les cuento aquella vez que se fue de la Selección de Maradona y el resultado fue que todo el estadio tomó partido por Riquelme. No lo pueden creer.
-Los hinchas les entregarían el club a los ídolos, pero puede fallar. Miren el caso de Passarella en River, por ejemplo.
Juan: No hay garantías de que nadie sea buen dirigente. Pero si tuviera que elegir entre un abogado que viene de ser legislador de la Ciudad y Riquelme, lógicamente entiendo que Román entenderá un poco más de qué se trata.
Martín: Passarella demostró que todo puede fallar, pero la diferencia es que llegado el caso Riquelme se dará cuenta de que no lo puede hacer y decidirá que no lo va a hacer más, pero con los hinchas de Boca se ganó el derecho de que no le reclamemos nada.
-El ídolo es impune.
Juan: Además hizo cosas que antes no se habían hecho: amplió los lugares de la popular, sacó los alambrados, remodeló la cancha, en dos años hizo cosas que las gestiones anteriores no habían logrado hacer en veinte. Tal vez falten cosas en el fútbol, pero les volvimos a ganar a las Gallinas todas las veces, que no es un tema menor.
-Además, Román en Boca tiene más presencia que el presidente Ameal.
Martín: Nunca lo había pensado desde ese punto de vista, pero tiene una triste semejanza con la política nacional.
La “Gata” Gallardo
En “Boquita”, Martín bautizó al Muñeco como “el arañador” y “la Gata”, por aquel rasguño que le hizo en la cara a Abbondanzieri en un superclásico copero de 2004.
-Escribir eso en 2005 era una cosa, ahora Gallardo merece más respeto…
Martín: La imagen más clara que sigo teniendo de él es del arañazo en medio del tumulto. Sé que ha hecho otras cosas desde entonces, pero a mí me quedó esa imagen.
-Después de todo para vos sigue siendo “la Gata” Gallardo.
-Me parece que debe ser un gran técnico, si con esa banda de muertos consiguió ganar algunos partidos… Vamos a ver, cuando vaya a un equipo de fútbol quizá pueda confirmarlo.
-Martín Kohan, otro escritor hincha de Boca, cuenta que cuando mira un partido de Boca es el único momento irracional de su vida. ¿Cómo sos vos como hincha?
Martín: Soy menos ordenado y prolijo que Martín Kohan, así que quizá me desate un poco menos, pero aún así es mi momento de la salvajería feliz. Sé que no importa nada, que lo que hagan esos muchachos corriendo detrás de un cuero inflado no cambia nada, y sin embargo en los partidos que valen la pena no estaría en ningún otro lado ni me importa ninguna otra cosa. Me gusta mucho poder exponerme a semejante intensidad con algo que en definitiva no importa, me hace sentir perfectamente incoherente, irracional, y para alguien que en general lucha todo el tiempo con su supuesta coherencia y su supuesta racionalidad, es una ayuda y un buen momento.
La grieta
En el universo futbolero de los Caparrós hay un nombre que inmediatamente los pone en veredas opuestas. Después de coincidir en su pasión bostera, padre e hijo se cruzan ante la sola mención del sujeto: Diego Maradona.
-En “Boquita” lo llenás de elogios, Martín, pero cuando murió escribiste una nota en la la revista española Panenka y fuiste muy crítico.
-Martín: Cuando fue aquella famosa conferencia de prensa en la que dijo “la tenés adentro” y “que la sigan chupando”, yo publiqué en el diario Crítica un artículo diciendo que Maradona había sido todo lo que ya sabemos, pero le pedía que no arruinara todo eso, que si quería que se la chupáramos no había problema, que íbamos a hacer una larga cola para chupársela, pero que dejara de arruinar su memoria. Desde entonces quedé cada vez más molesto con las cosas que decía. Cuando en Panenka me pidieron un artículo sobre Maradona y la política, entré a revisar archivos y efectivamente encontré que siempre estuvo cerca del poder, salvo cuando Macri fue presidente. ¡Hasta estuvo cerca de De la Rúa! ¡Nadie estuvo cerca de De la Rúa y Maradona sí! Después se juntó con Fidel Castro, vivió en los Emiratos Árabes, uno de los lugares más reaccionarios del mundo, se fue a trabajar a Sinaloa, estado dominado por un cartel sangriento y cruel. Hay una sucesión de cuestiones que ponen en duda de que Maradona era alguien que peleaba contra el poder. Una cosa es que haya sido un jugador de fútbol extraordinario, y por eso vale la pena quererlo y homenajearlo, pero no inventarle un personaje que no tiene nada que ver con lo que fue.
-¿Vos Juan te permitís ser crítico de Maradona?
Juan: Me parece una exageración esa crítica. Su personaje produce muchas cosas y me parece que criticarlo es un poco cruel. Por supuesto que tenía dificultades que lo depositaban en lugares inadecuados, pero también se lo perdona un poco más.
Martín: No se trata de perdonarlo ni de no perdonarlo, pero que no inventen un héroe popular, una especie de Juan Moreira o de Robin Hood donde no lo había. Había muchas otras cosas, pero eso no.
Juan: No es un héroe popular, es “el” personaje popular.
Martín: Lo quieren inventar como el defensor de los pobres y bla, bla, bla…
Juan: Un defensor no, alguien que tenía una relación cercana con los pobres más que cualquier otro personaje.
-Es curioso, Maradona fue el único tema en el que no estuvieron de acuerdo.
Martín: ¡Ja, hasta eso consigue el Diego!