sábado 20 de abril del 2024
Tokio 2020

La Argentina paralímpica en Tokio 2020: oasis o espejismo, en el desinterés reinante

Los inesperadamente buenos resultados de la delegación argentina en los Juegos Paralímpicos contrastan con la desazón que dejó el medallero olímpico de Tokio 2020. ¿Es algo fortuito o hay un fundamento para la diferencia entre los resultados olímpicos y paralímpicos?

El desinterés del poder político actual por el desarrollo del deporte argentino es algo que trasciende gobiernos. En comparación con décadas pasadas de crecimiento sostenido, el recorte de fondos y las mezquindades internas han sido una constante en los últimos años. Desde el manotazo arrebatador al financiamiento y la independencia del Enard en 2017 y el decreto 92/2019, gestado y llevado a cabo por el gobierno pasado con complicidad de varios dirigentes y deportistas que siguen vigentes en la actualidad, hasta las más feroces internas vistas entre funcionarios nacionales o la olla podrida destapada por la acción involuntaria del influencer que, cual llanero solitario, consiguió un poco de pan y circo para viajar a un torneo sudamericano y dejó desnudo un sistema enfermo. NdR: Nobleza obliga, hay excepciones puntuales que están haciendo bien las cosas, pero son pequeños oasis en un gran desierto desolado.

Muchos actores políticos no dimensionan el rol vital que juega el deporte en una sociedad. Un rol que trasciende la genuina preocupación por el estado físico individual y la salud de las personas, porque permite transformar de cuajo la configuración de una sociedad. El bienestar general, la salud, el racismo, la exclusión social, la desigualdad de género y tantas otras políticas de inclusión caminan muy bien de la mano del deporte, pregonando en lugares marginados y periféricos hasta donde el brazo del Estado llega con dificultad.

Los logros de las y los deportistas argentinos a nivel mundial son una minúscula parte de ese todo pero imantadas por la épica del éxito permiten el acercamiento de muchas otras y otros a esas canchas, polideportivos, estadios o tatamis soñando en emular a la figura admirada.

La estadística muestran que solo una muy pequeña porción alcanzarán el objetivo aspiracional pero todos, en el mientras tanto, adquirirán herramientas para la vida en sociedad. La importancia de llegar a horario y de saber que los demás dependen de vos para empezar. El valor de la palabra y el compromiso grupal, porque si te cuentan para el equipo y no vas, les estás fallando. La real relevancia de un resultado porque ganar o perder es una consecuencia de muchas otras cosas. El poder del esfuerzo personal y su repercusión en el grupo en los momentos de adversidad. La incorporación de hábitos saludables. Etc, etc, etc.

A diferencia de lo que pasa en Europa, el desconocimiento y la falta de datos sobre la repercusión económica del deporte en el PBI nacional argentino, también es una gran falencia que impide que nuestros dirigentes tomen conciencia. En los países de la comunidad económica europea (UE-27) se corroboró que casi 6 millones de personas trabajan en espacios relacionados con el deporte (alrededor del 3% del empleo total de la UE) y los bienes y servicios generados por la actividad ascienden a 280 000 millones de euros (un 2% del PIB total de la UE). En otras palabras, en Europa genera 1 de cada 47 euros y 1 de cada 37 empleos. Se estima que las pérdidas económicas relacionadas con el Covid-19 alcanzan los 50 millones de euros de PIB en la UE-27.

El microcosmos argentino de pequeños actores vinculados al deporte fue duramente castigado por el parate de la pandemia y todavía no ha recuperado su funcionamiento normal. Entre lo poco que hay, el resultado de la encuesta del Grupo Acoyte, en 2020, sobre el impacto del aislamiento en los trabajadores del deporte permite sacar conclusiones sobre como la precarización de las relaciones laborales y el cuentapropismo fueron condicionante negativos, y que si bien los clubes tuvieron algo de contención desde el aporte estatal; las personas que trabajan y trabajaban, motores fundamentales del deporte, quedaron literalmente a la intemperie.

A pesar del trágico escenario y sobreponiéndose al cierre de espacios deportivos impuesto por la prolongada cuarentena argentina (que fue una de las más largas del mundo), la delegación paralímpica duplicó el registro de medallas obtenidas, en comparación con Rio de Janeiro 2016: donde se habían conseguido 5 medallas y 35 diplomas con una delegación de 85 atletas. En Tokio 2020 fueron 9 medallas y 32 diplomas, repartidas entre apenas 57 deportistas. ¿Cómo se explica la situación y el mejor resultado, cuando curiosamente la asignación proporcional de recursos para el deporte paralímpico es muy inferior al olímpico?

Los que saben hablan de tres puntos: la aparición de una camada de jóvenes con proyección como Alexis Chávez, Antonella Ruiz Díaz, Hernán Urra y Brian Impellizieri; la federalización de la convocatoria de deportistas vinculada a una política muy incipiente de descentralización federativa; y la reciente intervención estatal del COPAR para regular el funcionamiento de un organismo caótico que tienen la función de nuclear a muchas federaciones.

A modo de ejemplo, para graficar el caos reinante con un hecho ínfimo, se puede mencionar el incidente de la elección de los entrenadores de atletismo, donde pese a que por un tema de presupuesto no había pasaje para todos, había designados por las federaciones para viajar personas que no eran responsables de ninguno de los atletas que tenían chance de medallas.

En un año olímpico, particularmente, se pone en agenda el valor de fomentar el desarrollo de potenciales talentos y mejorar el rendimiento de les deportistas y paradeportistas de alto rendimiento. La prensa fue especialmente enfática y crítica, en estos días, sobre el desfinanciamiento del ENARD, que ya lleva un par de años. Es cierto que es un tema que preocupa pero nunca puede ser mencionada sin enfatizar en la misión más importante de un estado nacional en el área, que es la democratización y universalización del acceso a la actividad deportiva.

Para llevarla a cabo es fundamental fomentar la práctica de deportes de carácter educativo y participativo, en toda la población, además de fortalecer la identidad cultural deportiva a partir de políticas y acciones integradas con diversos sectores como la educación, la cultura, la producción, entre otros.

Hoy, en un país con varias competencias deportivas aún suspendidas y sin fecha de retorno (que van desde el alto rendimiento del fútbol infantil de AFA hasta las competencias intercolegiales recreativas como Ficda o Cocapri) y con escuelas y colegios que siguen manteniendo clases de educación física virtuales (como si estuviésemos en el pico de la pandemia) ese ideal de democratización y universalización del acceso está muy lejos de cumplirse y es la muestra más cabal del desinterés reinante.

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