"¿El fútbol profesional debería ser mixto en todas sus divisiones?" planteó Macarena Sánchez, futbolista de UAI Urquiza, abriendo un pequeño debate en los medios y en las redes sociales. En estos tiempos de búsquedas igualitarias y soslayando las diferencias semánticas entre alto rendimiento (fútbol juvenil e infantil) y profesionalismo, quien ama el fútbol y desea su crecimiento debe darle la bienvenida.
Históricamente en la Argentina, así como el hombre futbolista ha tenido que lidiar con una carga simbólica despectiva, disipada sólo hasta cierto punto en las últimas décadas por el acercamiento masivo de jóvenes de diversos estratos sociales, atraídos más por la repercusión mediática, la representatividad social y la retribución económica que por el propio deporte; a la mujer futbolista, se la invisibilizó y etiquetó de manera injusta y despectiva. A tal punto que durante la mayor parte del Siglo XX era mal visto ver a una chica pateando una pelota en la calle.
Lamentablemente, a diferencia de los varones, donde lo material apuntaló el cambió social, las mujeres futbolistas argentinas no cuentan con la retribución económica como variable de ajuste. Primero, porque el fútbol de por sí, es el deporte (a nivel mundial) más inequitativo al momento de comparar el reparto económico entre hombres y mujeres. Para colmo de males, la Argentina no solo no puede compararse en salarios con las ligas importantes de Europa o Norteamérica, sino que está en desventaja incluso con varios países de Latinoamérica como Brasil o Colombia.
En cuanto a la propuesta de Macarena, sobre la implementación o prohibición del fútbol mixto a nivel profesional, hay que tener claro que es una decisión argentina. Hoy, por las diferencias de desarrollo es algo poco viable en nuestro país pero hay casos paradigmáticos de exclusión en otros lugares donde el contraste de nivel, entre hombres y mujeres, no lo es tal. Uno de los últimos casos ocurrió a comienzos de este año en Canadá, cuando la CSA (Canadian Soccer Association) le prohibió a la arquera Stephanie Labbé, medallista de bronce en los Juegos Olímpicos de Río 2016, jugar con un equipo de hombres luego de haber competido durante varios años en equipos femeninos de élite en Europa (Piteå IF y KIF Örebro de Suecia y Calgary Foothills de Inglaterra) y Estados Unidos (Washington Spirit). La demanda legal, presentada por la futbolista y el club no prosperó, y Stephanie terminó firmando para el equipo femenino de la institución, apenas por un par de meses, simplemente para no perder ritmo, antes de volverse nuevamente a Europa.
Pero así como en los adultos está prohibido en casi todo el mundo, en juveniles hay varias federaciones que lo permiten, porque en Europa el fútbol mixto es mucho más común que en Sudamérica. Incluso, hay fuertes movidas para elevar el límite de edad, como lo hizo recientemente Inglaterra, pasando de menores de 16 años a menores de 18. Esto es viable porque la Unión Europea de Fútbol (UEFA) le da total libertad a las federaciones y tiene en su protocolo solicitar anualmente a cada uno de los países que declaren su límite de edad para el fútbol mixto. Al momento de revisar las políticas, en un extremo está Dinamarca, el país más igualitario en relación al fútbol, donde no hay límites de género para jugar y los premios económicos son iguales entre hombres y mujeres al obtener un triunfo con la selección nacional. Los países de la extinta Unión Soviética están del otro lado y en su mayoría no lo permiten a ninguna edad. Y entre los de versiones mixtas hasta cierta edad están los países del norte europeo (como los nórdicos, Holanda, Suiza y Austria) con un límite superior más alto (19 años) y los latinos en algunos casos prohíben y los otros no superan los 17 años.
"Women’s football across the national associations 2016/17" es un informe muy detallado de la UEFA donde podrán encontrar de manera pormenorizada toda la información país por país.
"Challenging sex segregation: A philosophical evaluation of the football association's rules on mixed football" es un artículo de 2015, publicado en "Sport, ethics and philosophy" por Lisa Edwards y Col., que cuestiona la prohibición en Inglaterra incluso en mayores de 18 años, sosteniendo que la competencia mixta no es una competencia injusta para las mujeres y no incrementa su riego de lesión al competir con hombres: que son dos de los fundamentos más comúnmente escuchados. Es importante aclarar que este estudio fue realizado en Inglaterra, donde desde 1991 niños y niñas han jugado fútbol mixto hasta los once años.
En su artículo de 2014, en la revista Human Movement Science, titulado "Gender differences in match performance characteristics of soccer players competing in the UEFA Champions League" el Dr. Paul Bradley, afamado investigar en torno al fútbol, evalúo por telemetría las diferencias de recorrido, velocidades y pases en los partidos de Champions League de mujeres y hombres, para hacer comparaciones. La mayor diferencia no estuvo en la distancia recorrida sino en la intensidad a la que fue recorrida: entre un 30% y un 200%, a favor de los varones, dependiendo de la posición en el campo.
"Hay que relativizar las afirmaciones biologicistas acerca de las diferencias de habilidades físicas, porque realmente no sabemos cuánto es biológico y cuanto no, porque en la Argentina no vimos generaciones de niñas y niños criados sin diferencias en cuanto a sus cuerpos y sus posibilidades de entrenamiento. Por eso, lo fundamental es instaurar acciones positivas proactivas forzadas, porque se sabe que las paridades no se dan naturalmente". Sostiene con cierto asidero Paula Rodríguez, periodista y activa militante feminista.
Conceptualmente es imposible confirmar cuánto de la brecha existente es innata y cuánto es producto de las diferencias ambientales, culturales y sociales del desarrollo. En el fútbol argentino, esta desigualdad existe desde el inicio y se exacerba con el paso del tiempo, cuando los hombres desde temprana edad comienzan a ser remunerados y pueden dedicarse tiempo completo, mientras que las mujeres saben indefectiblemente que, a la corta o a la larga, deberán hacer otra cosa para obtener ingresos. Ahora, la diferencia no es tal si pusiéramos al hockey como ejemplo, un deporte donde el nivel competitivo argentino en la élite, es similar en ambos géneros. ¿Por qué no se pide o estimula una versión mixta en todas las categorías? ¿Hay o no hay grandes diferencias en el juego entre hombres y mujeres?
Por eso, al momento de evaluar el planteo de Macarena Sánchez, la semántica y la evidencia imponen una diferencia. Probablemente, su sueño de jugar profesionalmente un fútbol mixto está lejos de concretarse, pero no así la de las generaciones venideras si se desarrollan en un escenario. Fomentar el fútbol mixto en las escuelas y en los clubes de barrio (como ya está legislado) y empujar para generar competencias mixtas en las inferiores de los clubes de Primera, es una forma de cambiar radicalmente, en el mediano y largo plazo, el desarrollo del fútbol femenino; mejorando así su competitividad desde las bases: tanto a nivel deportivo como en cuanto a aceptación y repercusión social.
Ya lo decía Sun Tzu: "L@s guerrer@s victorios@s primero ganan y después van a la guerra, mientras que l@s guerrer@s vencid@s primero van a la guerra y después buscan ganar". El fútbol mixto en juveniles es una batalla ganada en otras sociedades. ¿Qué está esperando la Argentina para implementarlo?