Como si fuese un juego de mesa diabólico, cada vez que avanzás un casillero retrocedés cuatro. Es como si las conquistas feministas prendieran las alarmas de la desigualdad, en lugar de caminar juntos hacia un mundo más justo, con las mismas condiciones y posibilidades para hombres y mujeres.
El profesionalismo en el fútbol no se discute. Sueldos, traspasos, recaudaciones, infraestructura e inversiones millonarias, con cifras casi irreales. Siempre y cuando estemos hablando del fútbol protagonizado por hombres. No se discute ni es mi intención discutirlo, lo que sí es momento de replantearse es el rol activo de las futbolistas. Cada vez más mujeres en las dirigencias y en el arbitraje, aptas y reconocidas en sus profesiones. Solo parece haber un lugar donde las puertas no se abren del todo.
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Macarena Sánchez Jeanney es (o era) delantera del club UAI Urquiza. A principios de mes se enteró de manera sorpresiva de que el club prescindía de sus servicios y quedaba con el pase en su poder. Lo más grave de toda esta situación es que el Torneo de Primera División de este año está por la mitad y eso la imposibilita de fichar para otro club, lo cual la deja sin trabajo por los próximos seis meses, con lo importante que es competir y mantener el ritmo para un deportista. ¿Por qué pueden hacer esto? Porque las futbolistas no tienen ningún vínculo contractual con las instituciones. El único dinero que reciben es el de los viáticos. “No tenemos un acuerdo escrito. Cuando inicia el torneo todas firmamos la ficha de inscripción por un año, pero eso no es un contrato”, declaró la delantera en La Izquierda Diario. Macarena explicó su situación en un comunicado que publicó en sus redes sociales y afirmó que el club utiliza “mecanismos fraudulentos” para desconocer el vínculo laboral entre el plantel femenino y el club. Además, un fragmento de ese mismo texto desnuda una realidad ineludible. El accionar de los clubes con relación al fútbol femenino es el mismo que ocurría hace más de ochenta años con el fútbol masculino. “Las mujeres futbolistas son víctimas de las mismas prácticas ilegales que buscan ocultar la profesionalización existente de la práctica deportiva, disfrazada de amateurismo”, expresó la delantera cuatro veces campeona con el club de Villa Lynch.
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La importancia del caso de Macarena puede significar un antes y un después en el fútbol femenino. Su pedido es claro: hay una relación laboral y es hora de que la lucha por la igualdad en el fútbol dé su gran salto.
El profesionalismo es el gol que todas quieren meter.
Otro punto insólito ocurre en la cúpula dirigencial. En este momento de acefalía, luego de la renuncia de Ricardo Pinela, quien estaba a cargo de la Comisión de Fútbol Femenino de AFA, está todo dado para que, por fin, una mujer ocupe ese lugar. Resulta increíble que nunca haya ocurrido.
La lucha de Macarena acarrea varios elementos. A pesar del miedo y el destrato, todos los motores de pelea están encendidos. Este punto de inflexión se marca gracias al feminismo. Este grito jamás se hubiese oído sin un movimiento detrás, un movimiento que se despertó hace años y no tolera más la exclusión. “Miles de mujeres salimos a las calles a reclamar: basta de matarnos, pero también basta de explotarnos, de subestimarnos, de no tomarnos en serio”, escribió Macarena en Revista Cítrica esta semana.
No se puede postergar más lo urgente. Las promesas no sirven, solo las acciones. Porque cada segundo perdido es la desigualdad profundizándose. Las necesidades de las mujeres no son un eslogan de campaña. Suena irreal que a esta altura tengamos que pasar situaciones como las de Macarena para que nos reconozcan como trabajadoras. Nadie bajo ningún punto de vista dudaría de que Tevez es empleado de Boca o Ponzio de River. ¿Por qué Macarena, que está vinculada hace siete años a UAI Urquiza, no lo es? Porque un sistema apaña esta inequidad. Y cuando una reclama, la defensoría de lo absurdo e irracional ataca como si la culpable fuera ella. Exigir que cumplan lo justo es no callarse. Y nosotras no nos callamos más.
Me uno a la voz de Macarena. El trabajo es un derecho y la igualdad tiene que ser una realidad.
Y como dijo ella: el fútbol será feminista, disidente y profesional.
Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil.