miércoles 11 de diciembre del 2024

Bielsa y una lección para los ventajeros

El entrenador fue juez y parte de una polémica y logró ser un transgresor positivo. Pero nuestro fútbol no está preparado para estas actitudes de grandeza.

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“¿Cómo nos hubiéramos sentido si estábamos en la posición de nuestros rivales?”. Esta pregunta que se hace Marcelo Bielsa es el puntapié inicial para analizar todas las aristas que nos regaló su nueva “locura”. ¡Bah!, ¿locura? Y sí. Para el fútbol argentino es una locura. O peor. Puede considerarse como hasta una infamia. Una cultura futbolera que se basa en el ventajismo quedó boquiabierta al ver la esencia de Bielsa en estado puro. Un jugador de Aston Villa cae en la mitad de la cancha. Ante la inacción del árbitro, todos sus compañeros bajan la intensidad a la espera de que los futbolistas de Leeds, el equipo de Bielsa, tiren la pelota afuera. Esto no ocurre. Aprietan el acelerador y convierten el 1-0. Polémica desatada. Empujones, insultos, reclamos. John Terry, entrenador de Aston Villa, se transforma y protesta con virulencia. Bielsa ordena a sus dirigidos que se dejen empatar. Un solo futbolista está en desacuerdo: el capitán Pontus Jansson. Según explicó su compañero, el español Pablo Hernández, Jansson sintió molestia como defensor e intentó sacarle la pelota a los de Aston Villa, pero luego reculó y pidió disculpas y reconoció que actuaron bien. Hernández también contó qué fue lo que les comunicó Bielsa en ese momento: “Hablamos y dice que piensa que lo que tenemos que hacer era dejarnos meter el gol para igualar el partido. Nos miramos todos y decidimos que si eran las instrucciones del entrenador, lo teníamos que hacer. Creemos que moralmente era lo mejor que podíamos hacer y nos dejamos meter un gol”.

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“No le regalamos un gol. Se lo devolvimos”. Esas fueron las primeras palabras que salieron de la boca del ex entrenador de la Selección argentina luego del partido. Con un triunfo, Leeds tenía una chance muy pequeña de lograr el ascenso directo. Bielsa buscó hacer lo correcto y lo encontró. Fue un gesto digno de aplausos. Pero en nuestro país parece que si en el fútbol tenés una actitud de este estilo, la condena tiene que ser inmediata. Un gesto así no es ajeno. No podemos concebir que un jugador confiese no haber recibido una falta o “devuelva” un gol como lo hizo el Leeds. Es difícil salir de “el fútbol es para vivos” y tratar de entrar en otro terreno para entender que el resultado no es lo único que importa. Durante su paso por Olympique de Marsella, Bielsa le había dado una gran charla a sus jugadores en la que les explicó por qué felicidad y éxito no son sinónimos. Así vive. Su felicidad va por otro lado. No puedo poner las manos en el fuego por un supuesto, pero alcanza con hacer un repaso por toda la carrera y todas las actitudes que tuvo alguna vez, para estar casi segura de que Bielsa no hubiese disfrutado un triunfo de su equipo si el gol se daba de la manera que sucedió la fecha pasada.

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Bielsa logró ser un transgresor positivo. Aplicó una regla inexistente en un contexto en el cual no respetar el sentido común te ubicaría como el ganador. El árbitro no mostró un ápice de decisión, no paró el juego para que atiendan al jugador caído. Tampoco puede ordenar que un equipo se deje hacer un gol, obvio. Pero en su falta de convicción, se desató el caos. Ahí fue cuando Bielsa fue juez y parte. Tomó la posta de la polémica y su rebeldía no lo llevó al puerto donde se ubican todos los rebeldes. Fue contra sí y su desobediencia lo perjudicó en el marcador, no así en su tranquilidad personal.

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El error está en ver al rival como el enemigo. Sentir que son monstruos que te quieren comer a tus compañeros, a tu familia y a vos. El fútbol es otra cosa. Es un juego en el que te enfrentás a personas de carne y hueso como vos y tenés tres resultados posibles. Gestos como el de Bielsa destierran el vox populi “matar o morir”. Dejar de lado el egoísmo para entender que el fair play debe tener su recompensa. Y ojalá que así sea para Leeds.

Bielsa tiene un año más de contrato y su continuidad no está sujeta al ascenso del equipo. Así lo explicó el otro día: “Nunca diría que si no subimos de categoría me voy, porque estarían diciendo que la importancia de este club está relacionada con la categoría en la que juega”. La capacidad para levantarse en la derrota y reponerse cuando el fracaso golpea tu puerta, se encuentra en saber que el mundo no se termina cuando no lográs un objetivo. Que el fin y los medios sean la lucha y el dar lo mejor siempre. Los resultados llegarán.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil

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