viernes 29 de marzo del 2024

Como me enseñó mi viejo, como les enseño a mis hijos

Las familias se unen por muchas razones. El punto de encuentro con la mía es Atlanta. Es imposible no llorar al ver este ascenso y pensar en mi viejo.

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“Un tipo puede cambiar de todo: de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de dios. Pero hay una cosa que no puede cambiar, no puede cambiar de pasión”. Hermosísima frase en una muy conocida escena protagonizada por Guillermo Francella y Ricardo Darín en la película El secreto de sus ojos. Y la pasión me brotó por la piel. Ni hablar de la nostalgia que me agarró al ver a mi querido barrio de Villa Crespo teñir sus calles de fiesta y que la alegría vuelva a ser bohemia. Después de ocho largos años, volvimos al Nacional.

Me es imposible no llorar al ver este nuevo ascenso de Atlanta y pensar en mi viejo. Lo pienso con una sonrisa y el alma azul y amarilla. Se me pone la piel de pollo al imaginar la sonrisa que habría puesto y sus ojos empapados con esta nueva ilusión. Con el triunfo de Almirante Brown ante Acassuso consumado, rememoré infinidad de recuerdos que atesoro siempre en mi corazón y florecieron con la esperanza de que este tren de éxito no se detenga más hasta Primera. Como si fuese una película, con mis hijos escuchándome, les mostré una foto mía con apenas dos años, en la que estaba vestida con un trajecito de Atlanta que me había hecho su abu. Al igual que ellos, que hoy cada vez que van al club deciden usar la ropa del equipo del que son hinchas. Estos dos locos bajitos que saltan sin parar en mi cama cuando Ignacio Colombini, su ídolo, mete goles y el Bohemio gana.

Mi viejo fue el que nos contagió esta pasión que nunca más cambiamos. Las familias se unen por muchas razones. El punto de encuentro con la mía es Atlanta. El legado de mi papá. Ese vínculo fuerte e indescriptible que solo pueden comprender los que tienen sentimientos por un club. La unión que creamos con mi hermano Simón, mi tío Jorge, mis primos Ramiro, Darío y Julián. Ahí es donde siempre nos reencontramos y el abrazo transmite la energía que nos dejó mi viejo: no aflojar y no abandonar nunca los colores, amar a Atlanta como se ama a la familia.

Las anécdotas no dejan de aparecer en mi cabeza. Cuando el público visitante no era una excepción, me enloquecía con los viajes en tren y colectivo para descubrir canchas recónditas para una adolescente como era yo en ese momento. Una tarde, no recuerdo si fue lunes o martes, me escapé del colegio con un amigo y nos fuimos a Isidro Casanova para alentar sin parar, sin importar los resultados. Así, como flashes del pasado, una por una aparecen historias que tengo guardadas dentro de mí y mantienen mi llama de pasión encendida.

De vuelta en el presente, me genera una exaltación descomunal caminar por el barrio y ver que Atlanta vuelve a ser una identidad. Con las paredes y sus pintadas, con los pibes y sus camisetas, el color resalta en el asfalto porteño de Villa Crespo y la pasión también brota en el suelo que nos vio en lo más alto y hoy nos siente recuperar la memoria de lo que se perdió y queremos recuperar. Ocho años tuvimos que esperar para volver. Ocho años en los que alguna vez dejamos que nos ganara la costumbre de estar en una categoría que sentimos que no nos correspondía. Pero dijimos basta. No volvimos a Primera desde 1984 y soñamos con que esta maldición se termine pronto. Queremos que no haya escalas entre éxito y éxito. No vemos la hora de dejar atrás de forma tajante esos años oscuros que nos tocó caminar. Fue un golpe duro la quiebra en 1991, me abraza la angustia al pensar en esa época. Se logró alcanzar el orden institucional y el fútbol acompaña de a poco para que todo sea redondo.

Costó llegar hasta donde estamos. No queremos volver a caer en la costumbre. El lunes Villa Crespo pasó una larga noche, donde dormir no era una opción y el único sueño que había era volver a Primera. Seguir con esta seriedad y calidad de trabajo tiene que ser la piedra angular para que esta construcción siga en pie y con un próspero progreso. Ahora se vienen nuevos desafíos que sé bien que estamos dispuestos a atravesar como lo hicimos en repetidas oportunidades. Más de una vez vencimos gigantes y muchas otras nos tuvimos que reponer de enormes golpes. Así somos los hinchas de Atlanta, nada nos es fácil. Pero seguimos peleando. Como me enseñó mi viejo. Como les enseño a mis hijos.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil.