jueves 18 de abril del 2024

Un ídolo en el fulbito con los amigos

El sueño de jugar a la pelota con un ídolo, de darle un pase al que tantas veces se le cantó desde una tribuna. Las historias de Riquelme y Garrafa Sánchez.

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Podría ser un cuento de fútbol. De esos que emocionan y te traen recuerdos de la infancia. Que te inflan el pecho. De hecho hay uno, Esperándolo a Tito, de Eduardo Sacheri, que entraría en esa categoría de ídolos en el llano: la historia de un crack que brillaba en Italia y volvió para que el equipo de sus amigos del pueblo dejara de perder siempre.

Pero acá, la diferencia, la enorme diferencia, es que no son historias noveladas o producto de la imaginación: estos son hechos reales y verificables. Situaciones que cada tanto suceden, solo que pocas veces se conocen.

Y así, sin pensarlo demasiado, sin ni siquiera organizarlo, un picado cualquiera en una canchita de barrio o en las que están abajo de la autopista se transforma en un momento mágico: el sueño de jugar a la pelota con un ídolo, de darle un pase al futbolista al que tantas veces se le cantó desde una tribuna.

Eso pasó con Garrafa Sánchez en 2001, luego de que Banfield ascendiera a Primera. Un grupo de hinchas lo invitó a comer un asado en el predio del club a modo de agradecimiento. Garrafa, nacido y criado en las calles de Laferrere, aceptó.

Después de los chorizos y las morcillas, del vacío y las tiras de asado, de los vasos de vino y cerveza, entre charla y charla, el crack preguntó dónde se podía cambiar. Los hinchas no entendieron muy bien la pregunta ni la situación, pero al rato se dieron cuenta que estaban por protagonizar un momento inolvidable: “Muchachos, ¿no vamos a jugar al fulbo?”, les preguntó el Diez del Taladro, ya vestido para la ocasión. El partido se armó apenas terminó la pregunta.

“Para mí jugar a la pelota con amigos es lo mismo que jugar en la Bombonera. Es jugar a la pelota. Con la única responsabilidad de que jugaba con la camiseta que soy hincha. Jugar con mis amigos sigue siendo lo mismo”, contó hace algunos meses Riquelme, que desde que se retiró juega todas las semanas en Don Torcuato, en lo que podría definirse como el picado entre amigos más observado del mundo.

Si Riquelme hace alguna magia, enseguida algunos portales de noticias lo consignan como si se tratara de una fecha de la Superliga. Todo lo que rodea a Román sigue siendo noticiable. Hasta una buena pegada en el fulbito con sus amigos.

La lista de ejemplos puede seguir: Centurión, Tevez, Montenegro, Fabbiani y muchos más, alguna vez hicieron de un fulbito mundano toda una anécdota para los que estuvieron ahí.

Aunque casi ninguno se enojó como se enoja Román, que siente lo mismo en ese rincón de la zona norte del conurbano bonaerense que en sus épocas doradas de Boca.

El ídolo xeneize, que tendrá su despedida este año, en lo que será su última oportunidad de jugar con la Bombonera repleta observándolo a él, a veces sufre porque  sus hermanos no tienen la calidad de sus ex compañeros.

“Hoy tengo la posibilidad de jugar con mis hermanos. Si yo le paso a la pelota a mi hermano Diego y tres veces la controla mal, me enojo. Le digo: ‘¿Cuántas veces vas a controlar mal la pelota?’ Y a la cuarta que la controla mal le digo: ‘¡Vos sos un pelotudo!’”.

(*) Nota publicada en el diario PERFIL.