Periodista
No podemos competir. Y no te digo con Nacional o Peñarol: no podemos competirle a Defensor Sporting o al River de Uruguay”. El dirigente, uno de los más influyentes del fútbol argentino, lo dice con cierta resignación, como admitiendo que la calidad del juego es la consecuencia directa de lo que sucede con la macroeconomía del país.
Pero la frase de ese dirigente esconde un detalle que agrava el escenario, al menos desde lo simbólico: en marzo de este año, Defensor Sporting descendió después de 57 años. En busca del ascenso que lo devuelva a su lugar natural, el club violeta de Parque Rodó firmó algunos contratos que llegan hasta los diez mil dólares mensuales, una cifra que en Argentina solo se encuentra en los planteles de los clubes grandes. Toda una síntesis: en la segunda división uruguaya se paga más que en la Primera argentina.
Esa realidad económica genera un problema visible: falta de calidad y también de competitividad. La reciente eliminación de River ante Atlético Mineiro en los cuartos de final de la Copa le dio un sustento teórico y estadístico a lo que se percibe cada vez que se ve un partido de la Liga Profesional. Si el nivel del torneo doméstico se desplomó, la ausencia de argentinos en la Libertadores y Sudamericana homologó ese desequilibrio en el concierto continental, sobre todo con los equipos de Brasil.
Clubes de la segunda división uruguaya pagan más que en la Primera argentina
Es algo que empezó con la devaluación de abril de 2018, que se fue profundizando semestre a semestre y que la pandemia le dio su golpe de gracia. “El tema económico, sobre todo la cotización del dólar, hace que los jugadores migren y que sea muy difícil incorporar y retener”, le dice a PERFIL el presidente de Lanús, Nicolás Russo.
Hay un ejemplo que ilustra mejor que nada el cambio de época, esta degradación en canchas y tesorerías. Hace menos de cuatro años, River le pagó 13 millones de dólares al San Pablo y Atlético Mineiro para incorporar a Lucas Pratto. Fue en enero de 2018 y significó la compra más cara en la historia del club. Ese mes, la cotización del dólar era de 18 pesos. Al final del año, saltó a 39. Hoy, el dólar oficial está a 102 pesos y el blue, 182. El presidente de River, Rodolfo D’Onofrio, lo puso en palabras hace unos meses: “Es imposible que un jugador que hoy mira el valor del dólar se quede en Argentina”.
Fronteras. Destinada a ser la liga para el retiro de los futbolistas +35 o la liga iniciática de los juveniles, el fútbol argentino pierde nivel porque el mejor momento de las carreras de los jugadores, siempre se da en otros países. Y ya no son países centrales como la Premier League, LaLiga española, el Calcio o la MLS de Estados Unidos. Los clubes de Uruguay, Chile, Paraguay o Ecuador manejan cifras y contratos en dólares que están lejos de lo que pueden ofrecer las tesorerías argentinas.
Del otro lado del río, el vicepresidente de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), Gastón Tealdi, le reconoce a PERFIL que en los últimos meses hubo una oleada de argentinos que aterrizó en ese país, donde Nacional y Peñarol tienen contratos que superan los 50 mil dólares mensuales; y clubes como Wanderers, Defensor, Danubio o River, pagan entre cuatro y diez mil.
Son dólares billete, algo que en Argentina prácticamente no existe: como consecuencia de las últimas devaluaciones, los clubes pagan en pesos o le asignan topes al valor de la moneda estadounidense en los contratos. Entonces, hay un dólar Fabra en Boca, un dólar Ponzio en River o un dólar Romero en San Lorenzo. Eso, que genera conflictos ante cada disparada en la cotización, favorece el éxodo.
Tealdi advierte algo: “Si las ligas de Sudamérica no nos reconvertimos, el único país competitivo va a ser Brasil”. El poder económico del gigante sudamericano se refleja en su participación en las Copas: tres de los cuatro semifinalistas de la Libertadores son de allí (Mineiro, Flamengo y el último campeón Palmeiras); y en la Sudamericana hay dos (Bragantino y Atlético Paranaense).
Por las últimas devaluaciones, los clubes pagan en pesos o le asignan topes al valor del dólar en los contratos
Bragantino, financiado por la multinacional Red Bull, es acaso el símbolo de lo que se viene en Brasil, que acaba de aprobar en sus dos cámaras la ley que crea las Sociedades Anónimas de Fútbol (SAF). El viejo sueño de Mauricio Macri, que intentó dos veces sin éxito, lo logró Jair Bolsonaro. “Nosotros tenemos una ley similar y la apuesta es captar inversiones extranjeras para que los clubes puedan ser viables económicamente –dice Tealdi–. Eso lo estamos promoviendo desde la AUF, porque entendemos que ahí está el futuro. Los clubes no pueden subsistir solo con cuotas de socios y derechos de TV, hay que invertir en formativas e infraestructura. Argentina, en mi humilde opinión, no se debería quedar atrás”.
Si hay algo bueno para rescatar de este presente, es que a diferencia de otras épocas, la crisis es más futbolística que económica: mientras se juega pésimo en la cancha, muchas tesorerías de clubes empiezan a balancear sus números. Manejan presupuestos y contratos poco tentadores, pero al menos se ordenan.
En las oficinas de Puerto Madero de la Liga Profesional dan su mirada: “Cuando se armó este torneo ampliado y sin descensos, lo que estaba en juego era la vida de los clubes. Ahora tenemos que desarmar ese pequeño monstruo, es cierto. Pero hay que evaluar el contexto en el que se hizo: una pandemia que había dejado a los clubes sin ingresos. Muchos ahora están saneándose incluso en pandemia”. Russo avala ese diagnóstico: “Salvo excepciones, el 90% de los clubes está ordenado económicamente”. Russo estima que la escasez seguirá algunos años más. Y que, como siempre, la salida dependerá de lo que surja de las inferiores, siempre y cuando el dólar se mantenga más o menos quieto.