Con muy pocos jugadores con rodaje en equipos de Primera División y con un por entonces muy poco conocido José Pekerman, la Selección Argentina Sub-20 llegaba al Mundial de Qatar 1995 con más dudas que certezas. Pero el destino, y la calidad de esos 18 leones que integraron la delegación nacional, hicieron que se convirtieran no solo en los justos y merecedores ganadores del certamen sino que, fundamentalmente, marcaran un antes y un después en la historia del fútbol juvenil de Argentina.
Entre los integrantes de aquel fenomenal equipo de José, como muchos lo dieron a conocer por entonces, que dejó en el camino a rivales de la talla de Holanda, España y Brasil, a quien derrotó en la final por 2-0, estaban el medio campista Walter Coyette, el defensor Sebastián “Tomatito” Pena, y el arquero titular, Joaquín Irigoytía, quienes, hoy, a 25 años de esa gran proeza, la siguen recordando con mucho cariño y nostalgia. “Si bien es cierto que no había mucha confianza en el equipo, la llegada de Pekerman con Hugo Tocalli y el resto de su equipo cambió la mentalidad de cómo se venía mirando hasta ese momento a los juveniles en Argentina. José hacía hincapié en el esfuerzo, la dedicación y en el profesionalismo y sobre esas bases sólidas armó ese equipo que fue revelación”, toma la delantera el ex jugador de Chacarita que, en 2017, se dio el gusto de dirigir al conjunto funebrero que regresó a Primera A, tras siete años en el ascenso.
Desvinculado recientemente de la Calera de Chile, y a la espera de una propuesta laboral que le permita volver a dirigir en el fútbol argentino, recordar aquel título mundial a Coyette lo llena de alegría y emoción a la vez. “Fue un campeonato muy importante para mí, tal vez el más importante de mi carrera como futbolista, porque me abrió un montón de puertas. Si bien tuve la suerte de ganar la Conmebol con Lanús y de ascender a Primera División dirigiendo a Chacarita, ganar un Mundial con la Selección Argentina no tiene comparación”, afirma el autor de dos goles valiosos en aquel Mundial épìco. “El primero se lo hice a Camerún, en cuartos de final, y, el segundo a España, en semifinales. Nunca me los voy a olvidar”, cierra.
Curiosamente, también con pasado en el club de San Martín como jugador y entrenador y a la espera de una propuesta para volver a sentarse en un banco de suplentes, “Tomatito” Pena también reconoce que la mano de Pekerman fue fundamental para gestar la proeza y marcarle el camino a las nuevas generaciones. “Hubo un antes y después en las selecciones juveniles tras el Mundial de Qatar 1995 que ganamos contra todos los pronósticos, y en eso tuvo mucho que ver Pékerman. Fue el hombre ideal no solo para nosotros sino para todas las selecciones juveniles que nos siguieron. Lo ha demostrado a través del tiempo”, señala.
Los tres goles que marcó de cabeza en el partido ante Honduras, lo convirtieron en el máximo goleador del conjunto argentino y en el único jugador en la historia del torneo en marcar tres tantos, por esa vía, en un mismo partido. “Fue algo muy loco y hermoso para mí. Marcar tres goles de cabeza en un mismo partido y ser el goleador de la Selección Argentina en un Mundial fue como tocar el cielo con las manos. Pero lo más importante fue el gran grupo que conformamos”, cuenta.
“Tal es así que más allá de hablarnos por teléfono de tanto en tanto nos juntamos para recordar viejas épocas. Eso es lo que más destaco de aquel equipo que hizo historia”, concluye el baboso padre de 5 hijos. “Tengo tres nenas y dos nenes. El más chiquito, Gianluca, cumplió 9 años ayer. Mi mujer tenía fecha para el 25 de abril, el día que jugamos la semifinal con España, y como se atrasó, yo soñaba con que Gianluca naciera el 28, el día que le ganamos la final a Brasil, así podía festejar por partida doble. Pero el atorrante se me adelantó un día”, cierra, entre risas.
Por último, el arquero titular de ese gran equipo, Joaquín Irigoytía, tampoco escatima en elogios hacia Pekerman. “Me queda es un recuerdo hermoso porque fue un logro muy importante para todo el fútbol argentino que venía de traspié tras traspié, tanto en las juveniles como en la Selección mayor. La mano de José tuvo mucho que ver no sólo en ese equipo sino en todas las selecciones que nos siguieron”, cuenta quien tras lograr salvarse del descenso con Aldosivi, en 2007, decidió colgar los guantes para dedicarse a la abogacía, profesión que hoy ejerce en su propio estudio que tiene en Gualeguaychú, Entre Rios.
Con la simpleza y humildad de los grandes de verdad, hoy, el ex 1 del campeón mundial de 1995, reconoce que gracias a la gran solidez del equipo, no pasó muchos sobresaltos durante los partidos. “Teníamos un equipo bien armado y sólido en todas las líneas, pero los cuatro del fondo (Gustavo Lombardi, Sebastián Pena, Juan Pablo Sorín y Federico Domínguez) eran unos monstruos y me daban una tranquilidad enorme. Encima, en la mitad de la cancha estaban Mariano Juan, Guillermo Larrosa, Walter Coyete y Ariel Ibagaza que se entendían a la perfección, y, arriba, teníamos a dos bestias como Francisco "Panchito" Guerrero y Leonardo Biagini”, recuerda.
“Tampoco me quiero olvidar del resto de los jugadores que integraron ese gran plantel y que fueron fundamentales para alcanzar el sueño: Gastón Pezzutti, Diego Crosa, Cristian Fabián Díaz, Julio César Bayón, Christian Chaparro, Germán Arangio y Andrés Garrone”, cierra.