“De ninguna manera se puede pensar en la vuelta al fútbol en el corto plazo. Hay que tener en cuenta que más de la mitad de los equipos son del área metropolitana de Buenos Aires (AMBA) y no me imagino a los jugadores viajando por el resto del país para ir a jugar un partido de fútbol” afirmó Ginés González García en una conferencia de prensa virtual con la Red Argentina de Periodismo Científico (RAdPC).
Cuando se detuvo la competencia, allá por mediados marzo, debido al clamor popular de los protagonistas y a la desobediencia civil de River, en la Argentina la tasa de mortalidad por COVID-19 era ínfima y había provincias que en su territorio ni siquiera tenían un caso positivo. Escenario completamente diferente al europeo al momento de interrumpir el fútbol, donde los muertos se contaban de a miles y el brote parecía descontrolado.
Así como primero fue el miedo, ahora es la mishiadura la que empuja al fútbol local a moverse nuevamente a la par de lo que ocurre en Europa y su retorno progresivo, pero a contramano de la situación epidemiológica argentina.
Como acontece con otras industrias no esenciales, el corte abrupto de la actividad que acarreó el coronavirus impactó fuertemente en mundo del fútbol, especialmente en la economía de los clubes. La ayuda estatal para el pago de los sueldos fue un salvataje para las finanzas de las instituciones, que actualmente ven frenado el flujo de dinero de la televisión y el ingreso de los espectáculos. La única fuente de recaudación, en cuenta gotas, es la cuota social de sus afiliados.
La necesidad hace que el entorno del fútbol argentino presione por el regreso nuevamente emulando a Europa y a contramano de la casuística. Mientras que en los países donde volvió el fútbol la mortalidad está en franco descenso o es casi nula, los informes diarios de los ministerios de salud nacionales muestran que el país (fundamentalmente el AMBA) se encuentra en una fase espiralada de ascenso de casos y nada hace presagiar que su situación vaya a controlarse en el corto plazo. Paradigmáticamente, cuando el riesgo de contagio para ellos y para sus allegados es mucho más alto, muchos clamaban por retornar al lugar de donde voluntariamente se alejaron.
“Entiendo que el fútbol es una actividad que convoca a la gente. A mí personalmente me convoca el fútbol, soy hincha, pero no considero oportuno que vuelva en el corto plazo. Tampoco creo necesario que vuelvan a entrenar ahora…. y lo que pasó en Buenos Aires con la estampida de gente que salió a correr el otro día es un mal ejemplo para el resto del país. Igual, acá hay que tener claro una cosa, por el coronavirus hay dos Argentinas: el AMBA y el resto del país”, continuó el ministro de Salud.
Por el momento, la cuarentena y el distanciamiento social fueron las únicas medidas que mostraron evidencia para controlar la situación. Por eso, para retirar las medidas hay que percibir que la tasa de contagio está respondiendo de manera adecuada. No hay otro “remedio” porque en la historia reciente de la humanidad nunca hubo tanta fragilidad científica ante un suceso epidemiológico. Si en cuestión de días, una entidad como la Organización Mundial de la Salud (OMS) presenta opiniones contradictorias y tiene contramarchas en la información, qué se puede esperar del resto de la evidencia.
La situación actual del AMBA no está fuera de control pero la curva de ascenso es empinada. Incluso, el propio ministro acepta que “es factible que tengamos que volver atrás con las medidas de confinamiento. No podemos tirar por la borda todo el esfuerzo que hemos hecho”.
En este contexto, una parte del fútbol argentino peca del colonialismo de la “Intelligentzia” y se cree europeo: cuando nuestros clubes y sus condiciones estructurales son completamente diferentes. De la misma forma que se vislumbraba que el parate prematuro de la actividad era improductivo e iba a traer aparejado el faltante de billete actual; la liberación temprana del aislamiento, principalmente en el AMBA, se pagará con vidas en el futuro.
¿Alguien está dispuesto a entregar la suya, o la de sus seres queridos, por un juego? Una invitación abierta a que reflexionemos.