miércoles 04 de diciembre del 2024
UNA REFLEXIÓN SOBRE SU ANUNCIO

Messi, el futbolista anacrónico

Con el anuncio de que se queda, el argentino mostró algunas facetas que lo hacen un rara avis en el mundo del fútbol: el valor de la palabra, sentido de pertenencia por el Barça, una comunicación tercerizada y la familia por sobre el dinero.

Con ojotas, pantalones cortos y remera, casi como cualquiera de nosotros en este 2020 de joggings, pantuflas y homeoffice a la fuerza, Messi habla y contesta las preguntas que en apenas minutos se convierten en la noticia del día a escala global. Las que de vuelta lo posicionan más alto que la palabra del momento: coronavirus. Después de dos semanas de informaciones, contrainformaciones y decenas de noticias falsas, Leo anuncia que finalmente se quedará en el Barcelona, no porque quiera, sino porque el presidente Josep María Bartomeu no cumplió con su palabra.

Primer punto: la palabra.

A Messi –el futbolista del siglo XXI, acaso un posible icono de la posmodernidad– todavía le importa la palabra. Hace hincapié en algo que para mucha gente puede resultar romántico, un valor desplazado cuando en el medio aparecen papeles, cláusulas y millones de dólares. Messi, único dueño y único trabajador de ese negocio, de esa marca universal, le otorga a las charlas privadas y a los mensajes de Whatsapp un valor equivalente al de un contrato estudiado por casi una decena de abogados. ¿Es una ingenuidad? Seguramente. Pero esa ingenuidad no inhabilita su posición: Messi dispara contra Bartomeu porque le había adelantado en todos estos meses que al final de la temporada podía hacer lo que quisiera, y al final no honró lo prometido.

A lo largo de la entrevista que le concedió a Goal.com, Messi habló varias veces de los 20 años que lleva en Barcelona. Aseguró que una de los puntos que más lo hirieron fue cuando escuchó que hinchas, periodistas y dirigentes ponían en duda su barcelonismo. Por las dudas, recordó que siempre dijo que quería retirarse con esa camiseta, pero que la falta de un proyecto y de un equipo competitivo lo había llevado a tomar esa decisión. “Creía que era el momento de dar un paso al costado. Fue un año muy complicado, sufrí mucho dentro de los entrenamientos, en los partidos y en el vestuario”.

A Messi le jodió que se pusiera en duda su amor por el Barça. “Su barcelonismo”, como definió. Y ahí hay algo de lo que Messi también puede jactarse, acaso como ningún otro jugador de su tiempo: el sentido de pertenencia con el club. En una época en la que cada vez es más difícil identificar a jugadores con clubes, básicamente porque cambian como los modelos de camisetas o los sponsors, la de Messi es una excepción. Y una excepción en el más alto nivel, lo que ofrece un valor agregado: el mejor jugador del mundo priorizó siempre, al menos hasta estas semanas, continuar en el club que lo ayudó a crecer. Ahí, en este sentido de pertenencia, puede encontrarse acaso la razón de su destino: ante la estrategia del presidente, la alternativa para marcharse era la legal. Pero eso no puede concebirse para un chico que a los 12 años dejó el sur rosarino y se mudó a Barcelona. “Nunca iría a juicio contra el club al que amo, el de mi vida. Crecí acá, me dio todo, yo también di todo por este club, y nunca se me paso por la cabeza hacerle juicio para poder salir”.

El dinero y la familia también entraron en juego. Es otro de los cimientos que diferencian al crack argentino. ¿Alguien alguna vez escuchó a CR7 hablar del colegio de sus hijos? Cristiano está hecho a la medida del negocio: inalcanzable, incluso cuando está lejos de una cancha. Messi, en cambio, es un genio terrenal: el futbolista que mientras negociaba su salida del Barça y era buscado por las fortunas de qataríes (PSG) y emiratíes (Manchester City), también pensaba en el colegio de sus hijos, nacidos y criados en su mansión de Casteldefels, pero con una rutina de vida similar a los de la mayoría de su edad.

Luego de la entrevista que hoy es noticia, algunos especialistas cuestionaron a Messi por haber anunciado que seguiría en el Barcelona a través de un medio que no es de los más importantes o tradicionales. En realidad, la crítica estaba dirigida a que Messi, que tiene 256 millones de fans en sus redes, es un medio por sí mismo, y que podría haber aprovechado eso para amplificar su mensaje. Para no tercerizarlo. Incluso para imponer más condiciones de las que impuso.

La comunicación de Messi, a cargo de la empresa que maneja su padre Jorge, nunca fue su fuerte. Tampoco le importa demasiado. Sustentado en algunos cimientos que cuando se retire serán mucho más valorados (¿mostró acaso su privacidad como un espectáculo alguna vez en la era de las redes? ¿protagonizó algún escándalo?), al fin y al cabo, como sucede desde que la rompía en las inferiores de Newell’s, Messi solo quiere jugar y ganar. Algo que con el Barça, en el último tiempo, es cada vez más difícil.

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