sábado 20 de abril del 2024
Los cambios en la personalidad

Messi: la era de la madurez

De aquel pibe tímido, sumiso y de pocas palabras, a este hombre con determinación que se planta con firmeza y encara un cambio definitivo en su carrera. La evolución en la conducta de Messi.

Hay dos imágenes en los extremos de la carrera de Messi que bien pueden ilustrar su evolución. Son dos imágenes que recorrieron el mundo. La primera es en cuartos de final del Mundial 2006 cuando Argentina quedó eliminada ante Alemania por penales. Ahí está la Pulga, sentado en el banco de suplentes, cruzado de brazos. Es un niño al borde del capricho que no tiene el más mínimo disimulo en mostrar su fastidio.

Corte, el tiempo avanza 14 años. Ahora Messi ya no tiene melena ni la camiseta de la Selección, pero también está golpeado. Su equipo acaba de ser humillado en la Champions y se retira de un estadio vacío y ajeno con la cabeza gacha. Lo que sigue se sabe: sin berrinches ni primeros planos decide un cambio drástico en su vida, entonces renuncia al Barcelona de siempre.

En la manera que Messi enfrentó esas dos frustraciones hay una posible interpretación sobre su evolución, su madurez. No se encapricha: toma una decisión. 

Y esta decisión que toma es rupturista. Messi ya no se encuentra a gusto en su lugar, siente que no encaja en un proyecto futbolístico que se deshace, con un presidente que detesta y un entrenador nuevo que no lo va a cuidar. Entonces se va. Rompe la cáscara y asoma al mundo.

Cuando jugó el Mundial 2006, Messi tenía 18 años. Ya se sabía que iba a ser una estrella. Le sobraba juego, pero le faltaba elocuencia. Hablaba poco, o nada. Era el mejor monosilábico del mundo. Claro que todo lo que no decía con la boca lo dibujaba con los pies. 

Este Messi ya no es aquel Messi. En la Copa América del año pasado ya había exhibido nuevas mañas. Después de perder en semifinales ante Brasil, Leo sorprendió: rodeado de cámaras y micrófonos lanzó “esta copa está armada para Brasil” y “nosotros no tenemos que ser parte de esta corrupción”.

En Conmebol tomaron nota. En el partido ante Chile por el tercer puesto, Messi se fue expulsado después de un choque y unos empujones con Medel. Le dieron tres meses de suspensión. Ese momento fue, como nunca antes, un Leo en modo Diego.

Esa determinación que venía demostrando en los últimos años fue la que llevó a Messi a plantarse ante el Barcelona y dar el portazo. Portazo a un lugar que ya no siente como propio, y a aquel pibe medio caprichoso que se tragaba las palabras.

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