Periodista
Antes de que empezara la cuarentena y se profundizara la crisis económica por la pandemia de coronavirus, el Turco Omar Asad se entrenó casi sin querer para atravesar todos los obstáculos que depara esta actualidad. Llegó a Bolivia en enero para dirigir a San José de Oruro, pero en pocas semanas, su estadía allí se convirtió en una odisea: tuvo que vivir en cuatro hoteles distintos porque el club no pagaba, nunca cobró su sueldo y con su cuerpo técnico, para no gastarse los ahorros con los que afrontaban los gastos cotidianos, elegía entre el almuerzo y la cena. Una vida muy distinta a la que puede imaginarse de un entrenador de un club que juega la Copa Libertadores.
—¿Es cierto que desde que llegaste hasta que te fuiste cobraste solo 290 dólares?
—Sí, ¡pero 290 dólares a repartir entre el cuerpo técnico! ¡Y somos cinco!
—¿Y cómo hiciste?
—El primer mes gasté una fortuna de mis ahorros. Porque allá la plata argentina no vale nada. Un peso argentino vale 0,07 pesos bolivianos. Yo cambiaba 10 lucas y tenía 700 bolivianos, que no alcanza ni para una semana. Me gasté como dos mil dólares en esos meses.
—En algún punto fue como volver a la infancia de Ciudad Evita: cuidar el mango, comer poco.
—Sí. El primer mes elegíamos: almuerzo o cena. Terminábamos tarde de entrenar, como a las tres de la tarde, entonces directamente nos juntábamos a la noche. Pero después de dos meses ya querés que te paguen el sueldo. En el hotel donde estábamos nos sacaron el almuerzo y la cena, sólo nos daban el desayuno. La dibujábamos como podíamos. Estiramos esa poca plata que nos dieron. Muy floja la predisposición y la relación de los que dirigen el club con sus empleados, con los jugadores, con nosotros.
El primer mes elegíamos: almuerzo o cena. Pero después de dos meses ya querés que te paguen el sueldo
—A partir de la crisis que generó el coronavirus, se está hablando mucho de los ingresos de futbolistas y técnicos. Algunos resignan una parte de su salario, otros no. Para el imaginario social, un jugador está salvado.
—Es que no pasa por ahí. Yo puedo tener toda la plata del mundo, pero si no me pagan, me voy igual. Me gasté 120 mil pesos de mi bolsillo en Bolivia. Pagaba taxi, comida, galletitas para tomar mate en la merienda. El jugador o el técnico puede ser un millonario, pero si no le pagan se tiene que ir a la mierda. El tema es que en ese club no respetan ni le pagan a nadie: ni a los futbolistas, ni a los empleados, ni a los utileros.
—¿Y qué te decían los dirigentes?
—¡Nada! ¡Ni aparecían! Se fugaban, no atendían el teléfono, nada. Eso sí: para hacer daño estaban. Armaban operaciones de prensa para que yo reaccione y me enoje. Pero como me manejé con abogados, no lo pudieron hacer. El club está muy mal. Se que heredaron una crisis, pero no hicieron nada. Una realidad es la futbolística, en la que el equipo juega muy bien, y otra es la institucional, que está en la lona.
Yo puedo tener toda la plata del mundo, pero si no me pagan, me voy igual
—¿Cómo definirías tu paso por el fútbol boliviano?
—Futbolísticamente, maravilloso. Yo llegué y el club estaba inhibido, sin posibilidad de fichar, sin nada. Conocí a los jugadores unos días antes del primer partido. Después hubo una mejoría notable porque empezamos a ganar y ganar. Dejé al equipo a tres puntos del líder. Pero a nivel personal y contractual, pésimo. La pasé mal. Estaba lejos de mi familia, no me pagaban, hubo un desprecio hacia mí por parte de los dirigentes. No me contestaban los mensajes, y no dos días, 20 o 25 días sin responderme. No pagaban el hotel. En el hotel me querían retener la valija porque no pagaban. Me mandaron Migraciones. Obvio que lo analizaba: ¿qué hago acá? Pero tenía que cumplir algunos tiempos legales para hacer la demanda, y la FIFA me autorizó a que después del segundo mes me podía retirar.
—¿Volverías a San José?
—Existe alguna chance siempre y cuando me paguen. Si me pagan, vuelvo.
—Ahora, ya en Argentina, ¿cómo te trata esta cuarentena?
—Las primeras semanas no hice nada, me dediqué a mi familia porque no la veía hace mucho. Después empecé a analizar lo que había hecho en Bolivia con el cuerpo técnico y el equipo. Vi algunos partidos de San José más tranquilo. Y después hice muchas cosas de la casa que uno posterga para más adelante y que se iban acumulando.
—¿Cómo qué?
—Estuve como dos semanas con una enredadera que me volvió loco. Tenemos un fondo grande y largo, y la enredadera había invadido la casa de los vecinos. Tuve que podarla, cortarla, sacarle raíces. Mejoré mucho la pileta, que estaba mal y ahora está impecable. Mi señora y mi cuñado habían pintado. Reacomodamos la pieza de Yamil, y arreglamos una pieza que usábamos como depósito.
Estuve podando y cortando casi dos semanas una enredadera que me volvió loco
—¿Cada cuánto hablas con tu hijo Yamil?
—Todos los días. A la mañana y a la noche. Por Instagram, por Whatsapp. Lo extraño. Más con el miedo que genera el bicho éste. Él está entrenando hace un mes en un campus, los dejan entrenar por horario y cada uno por separado.
—El otro día cumplió años Bianchi. ¿Lo llamaste?
—Con Carlos nos mantenemos en contacto siempre. Creo que no va a cambiar nunca eso. Hicimos una muy buena historia con él. El cariño va a ser eterno. Lo considero un segundo padre. Muchos jugadores también. Con Carlos hemos jugado en el mismo puesto, en el mismo club, hicimos goles importantes, le dimos alegrías a la gente. Compartimos muchas cosas y eso generó una relación especial.
—¿Con quién hablas del Vélez campeón del mundo?
—¡Con todos! Con Chila soy amigo. Esta semana hablé con Pepe Basualdo, con el Pacha Cardozo. Al Pacha le mandé una foto de él con Maradona que no la tenía. Le alegré la cuarentena.
—¿Por qué no pudiste dirigir nunca a Vélez?
—Hubo tres o cuatro chances y no se pudo dar. Y hubo una quinta que me ofrecieron el cargo y yo dije que no. Cuando se fue Miguel Russo en 2006, después en 2009 que llegó el Flaco Gareca, y algunas veces más. Y en 2014, pero ahí me querían cambiar el cuerpo técnico. Estoy tranquilo porque sé que es cuestión de tiempo: hay que esperar el momento. Mi nombre siempre va a estar. Cuando estén interesados y yo disponible, lo cerramos en dos minutos.
Con Bianchi siempre nos mantenemos en contacto siempre. El cariño va a ser eterno. Lo considero un segundo padre
—¿Qué te enseñaron las lesiones que tuviste, y el final abrupto de la carrera?
—Uf. La lección más importante es que si sos futbolista, da el 100% y cuidate mucho. Yo, por mi forma de jugar, jamás me iba a lesionar. Y me lesioné. Mi lesión fue grave. Es muy duro cuando terminas de entrenar y te duele. Llegas a tu casa con mucho dolor. Lloras por eso y no queres que te vean. Como entrenador trato de volcar esa experiencia y anticiparme en la vida de un jugador a hechos que después pueden llegar a lamentar. Que se cuiden, que coman sano, que se acuesten temprano. Yo hice todo eso, pero se me cayó un arquero encima y me rompí los ligamentos. Escuché a mucha gente mayor. Y fui formándome. Trato de ayudar mucho a los jugadores a nivel personal. No le hablo de mis lesiones a los grupos, pero sí trato de volcar mi experiencia.
—Si bien sos un entrenador joven, ya pasaron casi 30 años desde que debutaste en Primera. ¿Qué cambió en este tiempo entre aquellos jugadores y los de ahora?
—Cambió mucho la forma de vivir, de sentir cómo se juega, de cómo se entrena. Hoy se vive de una manera muy acelerada, los tiempos son cortos, no te permiten disfrutar de nada, estás todo el tiempo recibiendo información y datos de toda índole.
—¿Los smartphones y la tecnología ayudan o complican?
—El teléfono le hizo muy mal al fútbol. Desde el momento en que se empezaron a filtrar audios, fotos y videos de jugadores. Cosas que no tienen que pasar, pero pasan. Antes se cuidaba mucho la intimidad, ahora parece que si no mostras tu intimidad, no existis. Por eso creo que hay que hablarle mucho al jugador, porque el jugador nunca va a dejar de ser lo que es: un joven, un adolescente con todos sus quilombos, sus mambos, la noviecita, el colegio, sus amigos, salir, que si juego o no juego. Por eso hay que ayudarlo mucho para que no pierdan tanto tiempo. Porque yo te digo esto del teléfono, pero el teléfono puede ser útil en un montón de aspectos.
El teléfono le hizo muy mal al fútbol. Desde el momento en que se empezaron a filtrar audios, fotos y videos de jugadores
—Por su edad, los jugadores necesitan una contención.
—Sí, por eso los clubes también tienen que ayudar. El argentino es un fútbol formador y vendedor. No es sólo Boca y River. Hay que darse cuenta de eso y estar en el día a día. Los entrenadores tendrían que estar bien pagos, sobre todo los de abajo. La pirámide debería invertirse. Tienen que estar mejor pagos los de abajo, que son los formadores, los maestros, los docentes. Hay que prestarle atención a eso.
—¿Seguís siendo adicto a la gaseosa como de pibe?
—¡No! Tomaba Fanta pomelo, que no existe más. Era cuando trabajaba en Coca Cola. Los días de verano me tomaba uno o dos litros en una hora. Me hinché. Había entrado con un peso y me fui con varios kilos más. Me quedaron muchos amigos de ese trabajo. De hecho se juntan a jugar al fútbol cada 15 días y siempre me invitan. Tengo que ir. Fue una linda experiencia, tenía 18 años y después de eso empecé en Vélez. No soy de tomar gaseosa. En mi casa no existe. Imaginate: ¡son todos veganos! Empezó mi hija, después Yamil, mi señora también y ya estoy entrando de manera un poco forzada porque como lo que preparan ellas. La parrilla está impecable. En mi casa hace más de una década que no se toma gaseosa ni se compra pan.
—Puedo poner que estás a un paso de ser vegano.
—¡No! No lo pongas porque si hay un asado, le entro.
—¿El gol más lindo de tu carrera?
—El día del debut contra San Lorenzo, en la cancha de Huracán. Ese fue muy lindo. Debuté de titular y la clave en el ángulo. La jugada es buena, engancho, pasa de largo el defensor, y al arquero se la crucé al ángulo. Y el de la final contra el Milán también, por el valor histórico.
—¿Y el mejor momento de tu carrera como técnico?
—Con el Tomba en 2010. El primer semestre de 2010 fue maravilloso. Era un equipazo. Fue mi primer torneo y peleamos el campeonato. Tengo amor por el Tomba. Me brindo todo. La provincia, el hincha. Después con Emelec me fue muy bien, pero con Godoy Cruz fue especial.
—¿Dónde te imaginas dentro de unos meses, cuando empiece una nueva normalidad?
—Dirigiendo. Puede ser Argentina en Primera División, Sudamérica o quizás tomando un vuelo más largo. Pero dirigiendo, eso seguro.