viernes 06 de diciembre del 2024
Fútbol con historias

Un escenario motivador para que Maradona la rompa en el Mundial y huya de la absitencia

Por José Tevez | Los días de aislamiento y naturaleza que Diego transcurrió en un campo. El recuerdo de Fernando Signorini, el entrenador personal que mejor lo conoció.

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Mal humorado porque el único entretenimiento que tenía por las noches era un televisor blanco y negro sin señal que estaba en un dormitorio con apenas una lamparita, una mesita de luz y una persiana que no ocultaba ni el ruido de las vacas. Entonces, Diego Armando Maradona, se preguntó: “¿A dónde me trajeron hijos de puta?”. “A Fiorito te traje”, le respondió su preparador físico, una mañana en plena escarcha en la estancia de un campo en La Pampa a dos meses del mundial de 1994 en Estados Unidos. “Fueron uno de los días más felices que compartimos con Diego que recuerde”, recordó Fernando Signorini en diálogo con 442 el preparador físico que acompañó a Maradona en Nápoles, el Mundial de 1994 y al seleccionado argentino en Sudáfrica 2010.

El Mundial de 1994 en Estados Unidos se acercaba y Diego Maradona se había aislado 12 días para someterse a un exigente entrenamiento físico en una estancia El Marito, en La Pampa, junto a su entrenador personal y su familia: era la primera competición mundial que iban a poder disfrutar Dalma y Giannina, sus hijas; y sin saberlo, el último que disputara su padre vistiendo la celeste y blanca. “Quisimos alejarlo del ambiente de frivolidades que tanto mal le hizo, esa especie de desclasamiento que él sufrió producto de la banalización y la estupidez”, sostuvo Signorini.

La naturaleza del 10

Si entre 1986 y 1990 había sido una liebre por su velocidad, fuerza y destreza física desplegada; para 1994 el cuerpo de Diego Maradona alcanzaba en potencia a un caballo de muchas fuerzas. 12 kilómetros diarios realizaban Maradona y su preparador físico: la distancia que había entre la casa y la tranquera de entrada de la Estancia. Los trabajos de rutina consistían en ejercicios de fortalecimiento muscular dentro del cuadro de una tranquera; por la tarde sesiones de juegos de piernas y golpes a una bolsa de boxeo en un gimnasio, y por último natación para relajar en un club de Santa Rosa. “Por las tardes hacía punching, unos round de boxeo y le poníamos la canción de Rocky para motivarlo. A la noche cenábamos y jugábamos al truco, y después a dormir”, sostuvo Signorini.

Diego Maradona

Con la 9 de Michael Jordan y vincha Rambo style, los peones del campo observaban a Maradona que pasaba corriendo. Muchos paisanos conocían el nombre Maradona pero nunca lo había visto jugar. Incluso Signorini cuenta la anécdota de que un lugareño confundió a Diego con Don Diego (su padre), y le dijo: “¡Maradona!… lo tenía más flaquito”.

Si bien no era Fiorito, el campo lo remitía al potrero; lo rudimentario del contexto rural adoptaba a un Diego Maradona que no necesitaba más suplemento vitamínico que el aliento de sus hijas y los asados de Don Diego quién lo acompañaba a todas partes.

Los días más felices

Don Diego era el encargado de la alimentación de su hijo. La parrilla no podía faltar. Su padre lo esperaba con cordero o pollo durante las eternas jornadas de entrenamiento, algunas frutas y verduras acompañaban el menú; abundante agua para hidratar el cuerpo y una hora de siesta. Por las noches, una copa de vino de permitido. A la mañana siguiente, ocho en punto exactamente, Diego despertaba a su gente con “Vení Raquel” de los Auténticos decadentes al palo, mientras  le cebaban mates y se preparaba para peinarse o afeitarse en un espejo. “Quería que encontrara en la naturaleza sus orígenes. Ahí no había sintético ni maquina isocinetica: era Diego y el paisaje, la naturaleza logró motivarlo”, recordó “el profe” aquellos 12 días de preparación en la Estancia El Marito, un 9 de abril de 1994.

Era uno de esos días felices en la vida de Diego Armando Maradona conectado naturalmente con el futbol. Y su entrenador, una de las personas que protagonizó de las idas y vueltas más profundas en la vida de Diego así lo entendía: “No había que cometer la imprudencia de que no se pudiera aislar. Lo físico nunca me importó, teníamos que lograr que él se convenciera de que era la hora. Yo sabía que iba a dar todo porque lo hacía no solamente por sus hijas, sino que también por amor a la camiseta de Argentina”, señaló el profe.

Diego Maradona

El partido más difícil

Los demonios de la adicción a la cocaína recorrían la habitación de Diego Armando Maradona. Consciente de la crisis de abstinencia que le acechaba, desvelado,  una madrugada se destapó de su cama y salió corriendo hacia el interior del campo acompañado por su preparador físico.

“Nos pusimos a correr a la luz de una luna increíble que nunca olvidé. Fuimos hasta la tranquera, hicimos distintos movimientos, hasta que él me dice: “bueno, ya está”, detalló Signorini. “Lo recuerdo con mucha emoción porque solamente Diego y yo sabemos el esfuerzo brutal que hizo para poder derrotar a esa puta cocaína”, concluyo Signorini, quién se había preparado para acompañar a Diego durante los brotes de abstinencia. Sin embargo, nadie iba a imaginar que meses más tarde la historia de Diego con la selección Argentina iba a terminar con el doping tras el partido con Nigeria en 1994.

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