jueves 28 de marzo del 2024

Vikingos go home

Es probable que el fútbol se haya emparejado, que todo puede pasar. Pero así y todo, Argentina no puede empatar con Islandia.

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El fútbol se emparejó mucho, ya no hay rivales sencillos. Miren a Egipto, si no. ¿Quién daba un centavo por Egipto sin su megaestrella súbita Mohamed Salah? Nadie, absolutamente nadie. Sin embargo, le complicó mucho el partido a Uruguay. Y de no haber sido por un gol de cabeza en los últimos minutos (esos que son marca registrada made in Garra Charrúa) el equipo de Cúper se hubiera llevado un punto en el debut.

El fútbol es también un juego imprevisible. Que, afortunadamente, no tiene lógica. Y por eso es tan apasionante, por eso nos gusta tanto. Miren España-Portugal, si no. España es un equipo lujoso, de toque, posesión de la pelota, que da gusto ver jugar. Un equipo que tiene una escuela, además.

Hace años que España juega a lo mismo. Jugaba a esto con Del Bosque, jugaba a esto con Lopetegui y sigue jugando a lo mismo con Fernando Hierro. A nadie se le ocurriría decir “Hierro no conoce a sus dirigidos”, “los jugadores no captan el mensaje de su entrenador”, o ese tipo de cosas que se dicen siempre. Como a Hierro tampoco se le ocurriría hablar de “pesada herencia”.

La herencia que recibió Hierro es cuantiosa y sofisticada. Encima, frente a ese equipo magnífico, lo que había enfrente era una especie de rejunte de clase B europeo. Con un detalle: los portugueses serían limitados, pero tenían al as de espadas. Ya va dejando de ser hora de discutir a Cristiano Ronaldo como si eso significara quitarle mérito a Messi. Cristiano es un fuera de serie. Y él solito, con un equipo del montón, le empató el partido a España. Bueno, y también con David de Gea, por supuesto.

El fútbol se emparejó mucho. El fútbol es imprevisible. En el fútbol todo puede pasar. Todo bien, cada una de esos lugares comunes insoportables tienen una constatación lógica. Los lugares comunes suelen ser tan remanidos y obvios como certeros. Pero todo tiene un límite. Es probable que el fútbol se haya emparejado, que sea imprevisible, que todo puede pasar. Pero así y todo, Argentina no puede empatar con Islandia.

¡Islandia! ¡Un país con 300 mil habitantes! El 10% de lo que tiene Buenos Aires. La mitad que Lanús. Y una cuarta parte de La Matanza. ¿Ustedes entienden de lo que hablo? Encima, un país sin la más mínima tradición futbolística. Ni futbolística ni nada. El único personaje que conocemos de Islandia es la cantante Björk. Que es buenísima, me encanta. Pero para empatarte un partido en un Mundial no alcanza.

Islandia no es como Uruguay, que es un país chiquito, poco poblado, pero que sí tiene una gran tradición futbolera. Además, ese territorio que nuestros hermanos charrúas llaman “paisito” tiene diez veces más habitantes que Islandia.

Islandia es una isla en un mar helado, que políticamente forma parte de Europa, pero que geográficamente está tan lejos de Europa como de América. Que tiene un idioma que habla menos gente que el euskera. Eso sí, Islandia forma parte, por historia, de los países escandinavos. Y, como Noruega, Suecia o Dinamarca, tiene unos estándares de vida altísimos.

Islandia es un país con un buen nivel de vida, inclusión social, donde todo funciona. Lógico: con ese frío, esa aislación geográfica y una población tan pequeña, si no viven bien, la isla quedaría desierta. En definitiva, son una especie de Haití con obra social, cuatro comidas diarias y monotributo al día.   

Eso sí, en Islandia son todos lindos. Rubios, altos, grandotes. La Selección parece un casting de la serie Vikingos. Y eso es lo que son: corpulentos, batalladores, tenaces, rústicos, limitados. Son vikingos. Con una inteligencia práctica que les permite darse cuenta de sus limitaciones. Sabían que no le podían jugar de igual a igual a la Argentina. Entonces hicieron lo suyo: armaron una defensa de escudos y lanzas, con sacrificio y solidaridad (otra de sus virtudes) y aguantaron como pudieron.

Argentina no supo qué hacer. Ni siquiera cuando hizo el primer gol y la lógica indicaba que después de eso llegarían otros cinco. Encima, Messi erró un penal. A diferencia de Cristiano, que el viernes convirtió el suyo. Así de grande fue la humillación que le regalaron los vikingos a la Selección argentina y al mismísimo Messi.

Una Argentina que intentó por tierra con tanques, por aire con cazabombarderos y por mar con portaaviones. Toda la artillería de la Selección no alcanzó para vencer la defensa vikinga que, con flechas, lanzas y escudos pudieron defender su modesta isla y llevarse un punto.

Queda mucho por recorrer todavía. Pero Nigeria es más difícil y Croacia más aún. Al menos eso se supone. Porque, se sabe, el fútbol no tiene lógica, el fútbol se emparejó, el fútbol es impredecible. ¿Ya les dije eso? No importa, siempre es bueno recordarlo. Sobre todo ahora, que necesitamos un poquito de lógica, de previsibilidad, de resultados obvios. Ahora que tiene que quedar claro que tenemos a Messi, que fuimos dos veces Campeones del Mundo, que somos  candidatos.

Miremos al futuro. Vamos por Croacia. Vikingos go home.

*Periodista, escritor y músico.