sábado 20 de abril del 2024

Perdón Cuervos

Hace 7 años expliqué que era casi imposible la vuelta de San Lorenzo a Tierra Santa. Los periodistas somos reacios a reconocer errores. Asumo el mío y celebro haberme equivocado.

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Recuerdo que fue hace siete u ocho años, cuando los hinchas de San Lorenzo empezaron a movilizarse a la Legislatura porteña para concretar el sueño de volver a Boedo. La convocatoria empezó a crecer. El entusiasmo, también. Cada marcha involucraba a más gente. El tema justificaba una nota. Entonces la hice y salió publicada en el suplemento deportivo del diario PERFIL.

Hablé con las partes interesadas. Directivos del Carrefour de Avenida La Plata me dijeron que no pensaban dejar el predio ni por casualidad y que estaban trabajando en una serie de remodelaciones para implementar un nuevo concepto de hipermercado.

Legisladores porteños me confirmaron que jamás votarían una expropiación. Quedaba la gente del club: desde la Subcomisión del Hincha, impulsora de esa iniciativa que ya parecía utópica, me confesaron que debían reunir una cantidad de millones de dólares que asustaba.

En síntesis: si la empresa no se quería ir, si el Estado no ponía dinero y si todo se sostenía en un grupo de hinchas que debían recaudar millones de dólares, el sueño del regreso se empezaba a esfumar.

Así se publicó la nota: exponía la postura de las partes interesadas y explicaba que era casi imposible el regreso de San Lorenzo a Tierra Santa. En la web los lectores me liquidaron: recuerdo algunos comentarios absurdos, esos que me tildaron de procesista y cómplice de la dictadura.

Se sabe que el diario de ayer sirve para envolver huevos o para prender el carbón. Se supone entonces que nadie debe recordar aquella nota. Yo sí. Y mucho más este fin de semana, cuando se concretó aquella fantasía que parecía improbable.

No hace falta ser hincha de San Lorenzo para alegrarse con la vuelta a Boedo. Por la manera en que el club perdió esas tierras y por la gesta que impulsaron sus hinchas para recuperarlas. Es mucho más que un regreso: hay una historia, una cultura, una identidad.

Los periodistas somos reacios a reconocer errores. Bien, asumo el mío. Celebro haberme equivocado. Valga este mea culpa como un pedido de disculpas al mundo cuervo.