martes 16 de abril del 2024
Abierto de Australia

Tenistas en cautiverio

El encierro al que fueron sometidos decenas de protagonistas es un hecho paradigmático. ¿Realmente puede considerarse al Australian Open 2021 como una competencia justa y del más alto nivel con las condiciones existentes y los protocolos impuestos? El tenis, una de las actividades deportivas recreativas que más prontamente retomó acción en lo amateur demuestra no tener resuelto el regreso del más alto rendimiento.

Dia 8 de aislamiento. El grupo estuvo muy bien... (Guido) entrenó en doble turno… Nuevo hisopado de saliva y nariz para todos. Nos trajeron la bici nueva y siguen los llamados del gobierno (Victoria Government– Australia) para saber nuestro estado de salud general y mental”, así cierra su posteo Andrés Romañuk, kinesiólogo del tenista argentino Guido Pella. Sus acciones y sus padecimientos, junto a los del entrenador, Chucho Acasuso, que también permanece aislado a su lado en un hotel australiano, se pueden seguir a diario en sus redes (IG @andresromanuk).

En el último año, fruto de las exigencias causadas por la pandemia de COVID-19, los deportes fueron adaptándose y reacomodando sus prácticas y competiciones de acuerdo a posibilidades. Cualidades como poder disputarse en espacio abierto o solo en cubierto, con o sin contacto entre protagonistas, con o sin necesidad de compartir materiales, fueron características que escalonaron los retornos en la actividad amateur. En la elite deportiva, cada especialidad se aggiornó a distintas prácticas desde la rígida burbuja de Orlando para la NBA hasta los protocolos más laxos del fútbol sudamericano. Pero más tarde o más temprano, protocolos sanitarios mediante, todas fueron retomando las actividades. El tema es: “De qué manera”

Como era de esperarse, primero volvieron los torneos locales. Posteriormente y en distintos formatos se les fueron abriendo la puerta a las competencias internacionales. Es lógico que en tiempos de SARS-Cov2, recibir extranjeros que pueden cargar con cepas virales nuevas se ha transformado en un desafío para los organismos nacionales de salud y las realidades de cada país son diferentes

Australia es una isla y limitar a los viajeros que regresan y las estrictas cuarentenas de hotel han sido las bases fundacionales sobre la que se sostuvo el éxito Aussie en el control de la pandemia por COVID-19.  "Las reglas se aplican a tenistas como se aplican a todos los demás Esa fue la condición en la que vinieron. No hay un tratamiento especial aquí. Porque el virus no te trata especialmente. Así que nosotros tampoco ", dijo el primer ministro, Daniel Andrews.

Estas prácticas y la realidad existente sin COVID se contraponía tácitamente con la idea de organizar un Grand Slam, donde hay que recibir a centenares de tenistas de distintas partes del mundo. La forma de resolverlo fue hiper estricta.

Se sabía que las restricciones de movilidad para los participantes iban a ser importantes, quienes en condiciones normales solo dispondrían de cinco horas por día para transitar hacia los lugares de entrenamiento y alimentación. Aun así, pocos dimensionaron que fácilmente podían ser considerados contactos estrechos de un caso y por ende transformarse en probables casos sospechosos, lo cual los condenaría a vivir quince días enclaustrados. El encierro es tan drástico y literal que se instalaron alarmas en los pasillos y en las salidas de emergencia de los recintos para que nadie pueda entrar o salir sin autorización ni escaparse.

Por este motivo, algunos tenistas de renombre decidieron bajarse. "La situación muy complicada en todo el mundo. Los casos aumentan. Parece que todavía no tenemos el control. Esta es una decisión que nunca quise tomar, pero he decidido seguir mi corazón esta vez y por el momento prefiero no viajar", tuiteó Rafa Nadal unas semanas atrás". Otros, como Novak Djokovic, decidieron viajar pese a que "las reglas que nos dijeron que tendríamos que respetar para estar allí, para jugar, son extremas", como dijo en una entrevista previa a salir con la televisión serbia.

Como muchos ya sabrán, la apuesta salió mal y en el arribo a Australia se detectaron casos de coronavirus en tres de los vuelos que trasladaban atletas, casi un centenar de tenistas (hombres y mujeres) que viajaron para competir llevan más de una semana de aislamiento total y absoluto.

Craig Tiley, el director del Australian Open, anunció que la organización estaría a disposición de los protagonistas para ayudarlos en lo que pudiesen necesitar, pero las demandas lo excedieron. La situación ya no es placentera y se torna irreal.

Desde el otro lado del océano hay varias preguntas:

  • ¿Hay fair play en el Australian Open 2021? ¿Se puede considerar como una competencia justa?
  • Para un tenista, ¿tiene sentido arriesgarse a 15 días de encierro sin entrenamiento, que te afecta en lo físico y en lo mental, y te condiciona no solo para este torneo sino para varios meses de la temporada?
  • Previendo esta posible situación, ¿no existía otra alternativa para mantener aislados a los protagonistas en un entorno donde tuviesen un espacio abierto o mejor aún una cancha? Estamos hablando de tenistas de renombre mundial y que son atracciones deportivas multimillonarias.

Con el antecedente reciente récord, donde 812.174 espectadores asistieron a la competencia durante sus dos semanas y hubo 94.000 asistentes en un día (el sábado del medio) el primer Grand Slam del año se prepara para arrancar su versión 2021. Hay muchos compromisos por cumplir y el show debe continuar pero ¿a qué precio? ¿Cuánto vale la libertad?

El Australian Open no defrauda. Siempre es noticia. Sea por el calor, por el juego, por los protagonistas y sus lesiones o, en este caso, por el aislamiento.

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