jueves 12 de diciembre del 2024
TOKIO 2020

Los Juegos Olímpicos y el extractivismo deportivo

Como pasa en cada Juego, nos acercamos, opinamos y vibramos con disciplinas olímpicas que luego olvidamos durante cuatro años. La necesidad de un Estado que amortigüe este olvido y genera una cultura deportiva.

Durante cuatro años, al menos acá en Argentina, son pocas las personas –y los medios– que siguen y se interesan por la preparación y condiciones de entrenamiento de esa masa crítica que en Tokio nos representa con 177 atletas

Ni en este medio ni en la mayoría salen notas a gimnastas, remeros, boxeadores amateurs, nadadoras o ciclistas. No es que “no vende”, es algo mucho más de fondo, quizá más grave: no nos interesa demasiado.

Sucede algo parecido a lo que escribió ayer Rafael Spregelburd en su columna de PERFIL, luego de la muerte de la escritora Tamara Kamenszain: “Me gustaría que poetas y poetisas no fueran noticia solo cuando se mueren; eso habla muy mal de las noticias y de quienes las escriben”.

En la arena deportiva, los Juegos Olímpicos funcionan de una manera similar a los obituarios publicados por obligatoriedad. Nos acercamos, vemos y vibramos con la mayoría de las disciplinas olímpicas en estas dos semanas que se dan cada cuatro años. Luego viene el olvido deliberado.

Nos interesamos en algún deporte ocasional, lo vemos, opinamos como si supiéramos y nos alejamos

De alguna u otra forma practicamos un extractivismo deportivo: nos interesamos en algún deporte ocasional, opinamos como si supiéramos y nos alejamos. Lo mismo que hacen mineras, petroleras y forestales con los recursos de nuestro planeta: llegan, extraen y se van. El problema es lo que pasa después.   

Y lo que pasa después, en definitiva, es la consecuencia y explicación de lo que vemos cada cuatro años. ¿Alguien se enteró acaso de que hace unos meses se disputó el Torneo Nacional de Judo? ¿Cuántas notas se escribieron cuando se desfinanció al ENARD? ¿Quién se interesa en las regatas sobre el Paraná o el Río de la Plata

Nos fascina y moviliza el fútbol. Nos gustan el básquet, el rugby y el tenis. Cada tanto gozamos con una primavera de boxeo, hockey o vóley. Y hasta ahí llegamos.

Eso –cultural, mediático, idiosincrásico– se traslada a las empresas que patrocinan deportes y a deportistas. Por eso es importante la presencia del Estado: para amortiguar este olvido, para financiar carreras y proyectos, y también para generar una cultura deportiva que trascienda a estos 15 días, la burbuja temporal en la que mucha gente se siente con derecho a insultar, ningunear y cuestionar a pibes y pibas que destinan cada uno de sus días a mejorar marcas y prepararse como pueden para eventos como el de Tokio.

 

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