martes 19 de marzo del 2024
Deporte con historias

Hace 40 años al básquet argentino no lo dejaban ir a Moscú

Los héroes de Puerto Rico en 1980 merecían otro premio. La Dictadura Militar los sacó de los Juegos Olímpicos.

Si en casi todos los deportes han ocurrido injusticias, confusiones, ganadores que no lo merecieron y perdedores que no fueron tales, nadie descubrió algo secreto contándolo. Sin embargo, la historia argentina demuestra que el básquetbol fue perjudicado doblemente por la política. El odio y el revanchismo, la arbitrariedad y la impunidad hicieron lo suyo y fueron casualmente dos gobiernos dictatoriales, los que le impidieron crecer al básquetbol en dos situaciones bien distintas.

La primera se produjo cuando la llamada Revolución “Libertadora” les impidió seguir con sus carreras a los jugadores que ganaron el primer Mundial de 1950 y obtuvieron el cuarto lugar en los Juegos Olímpicos de Helsinki en 1952. Desde fines de 1955, la Argentina se quedó sin su equipo de básquetbol y tardaría muchos años en recuperarse. La venganza y el deseo de castigar de alguna manera a deportistas que habían adherido al gobierno peronista motivaron la absurda sanción.

Para 1980, la Argentina vivía otra dictadura militar, aunque mucho más tenebrosa y letal que las anteriores. El básquetbol nacional no tenía una organización seria, todo eran federaciones locales y campeonatos provinciales. Nada se hacía a nivel argentino, salvo el tradicional Argentino de Selecciones que juntaba a casi todos los mejores jugadores dos semanas al año en equipos que nunca volverían a formarse ya eran apenas combinados provinciales.

Así y todo, la Argentina ganó el Sudamericano de Bahía Blanca en 1979 y en medio de la euforia por el mundial de fútbol de 1978, el seleccionado consiguió derrotar a la poderosa Unión Soviética con un recordado doble de José Luis Pagella a dos segundos del final, por 88-87, luego que el cordobés Fernando Prato pegara un salto impresionante y le ganara la pelota al gigante ruso Vladimir Tkachenko, tocándola apenas para que el juninense Pagella la tomara y metiera el doble que hizo explotar a todo el país.

En 1980 se realizarían los Juegos Olímpicos de Moscú, la capital soviética, y un desafío enorme se presentaba para el combinado nacional. Sobre todo, porque Puerto Rico sería la sede y era el gran favorito a ganar el torneo clasificatorio de abril. Había que enfrentar a Canadá, a Brasil y a Cuba, tres equipos que habían demostrado ser mejores que los nuestros en esos años. Bajo la conducción técnica de Miguel Angel Ripullone (con asesoramiento del yugoslavo Ranko Zeravica) el equipo hizo una serie de amistosos en el verano que dejaron resultados aceptables y nada más.

Finalmente participaron siete países, porque se agregaron Uruguay y México a los que ya estaban anotados. La Argentina debutó perdiendo 99-93 con el poderoso quinteto local, donde brillaban Neftalí Rivera y una suma de jóvenes nacidos y criados en Nueva York y sus suburbios, pero con padres portorriqueños. El líder juvenil era George Torres junto con Angelito Cruz. La dirección de un debutante como Flor Meléndez le daba mayor calidad al plantel centroamericano.

Enseguida, la Argentina dominó claramente a México (104-79) donde el formidable lanzador Arturo Guerrero no pudo sin compañía y el equipo nacional tuvo en Miguel Cortijo (22) y Carlos Raffaelli (18) a los máximos encestadores, pero otros tres hombres llegaron a los dos dígitos en conversiones. El tercer encuentro fue frustrante porque se jugaba parte de la clasificación a Moscú, donde irían los tres primeros. Canadá se impuso 89-86 en un choque durísimo, apretado, con actuaciones irregulares y la mayor precisión de los canadienses en los instantes finales. Encima, eran mucho más veloces y tenían un aceitado trabajo de desmarque y habilitación al compañero mejor ubicado para lanzar. Imparable estuvo Leo Rautins, justamente.

No había margen para una nueva derrota y quedaban tres partidos. Se suponía que la Argentina debía imponerse sobre Uruguay y así ocurrió, con una clara ventaja de 86-75 gracias a la inimitable puntería de Raffaelli (20 puntos esa vez), el aporte goleador y rebotero de Gustavo Aguirre (16) más la potencia y efectividad de Adolfo Perazzo, Jorge Martín y la picardía de Pagella para darle destino de conversión a cualquier pelota que pasara cerca. Al día siguiente, el 24 de abril, esperaba el poderoso Brasil. El enemigo deportivo histórico, que llegaba molesto porque había cedido el Sudamericano unos meses antes.

Aquel Brasil poderoso, con Carioquinha en la base, Marquinhos bajando rebotes, Marcel el polifuncional, el imparable encestador Oscar Schmidt y los aportes de Fausto, Marcelo Vido y Gilson, parecía un rival demasiado difícil de superar. Pero no pasó eso. Todo lo contrario, La Argentina jugó el mejor partido del torneo: Luis González (el pivot de Ferro) anuló al gigante Marquinhos y además metió 17 puntos. Dos próceres del básquetbol de esos años fueron el Tola Cadillac y Chocolate Raffaelli, que esa noche rompieron la barrera del ídolo y se quedaron con todos los créditos. Raffaelli enloqueció a quienes intentaron marcarlo, metió 36 puntos en una época donde no había lanzamientos de tres puntos y Cadillac manejó la pelota como quiso, al punto de hacerle un “caño” a Carioquinha que enloqueció al brasileño, que lo buscó durante un buen rato para agredirlo.

La potencia de Perazzo (16 puntos y 12 rebotes), un nuevo gran rendimiento de Pagella y los nervios brasileños pese al enorme partido de Marcel, sellaron un resultado incomparable: la Argentina había ganado 118 a 98, haciendo el tanteo más alto en la historia del equipo nacional. El resultado le daba un pié y medio al equipo para llegar a Moscú, solamente faltaba derrotar a Cuba, que ya había quedado sin chance. Brasil, en el último turno, tenía que vencer a Puerto Rico y si los cubanos ganaban, allí ingresarían los rivales históricos en el tercer lugar.

Argentina jugó como si no tuviera presión y manejó el partido mostrando sus variantes para destruir la marca cubana. Raffaelli embocó poco para su habitual goleo (12) pero Jorge Martín se lució con 20 puntos, además del aporte de Aguirre (14) y del resto. La diferencia no fue excesiva (86-75) pero alcanzó y sobró para la consagración. Los brasileños masticaron su bronca porque consiguieron vencer a un Puerto Rico ya campeón por 98-93. No les sirvió de nada.

El tercer lugar obtenido detrás de Puerto Rico y Canadá le permitió a la Argentina ganar la clasificación a los Juegos Olímpicos después de 28 años. Helsinki y su cuarto puesto en 1952 habían sido la última aparición albiceleste. La dictadura que llegó en 1955 les impidió a esos cracks jugar en los Juegos de 1956, que se desarrollaron en Melbourne, Australia. Curiosamente, fue una dictadura peor que aquella, la que decidió plegarse al llamamiento que hizo Estados Unidos para declararle el boicot a los JJ.OO. con el argumento de la invasión soviética a Afganistán de 1979.

El mismo gobierno genocida que lideraba Jorge Rafael Videla estaba y siguió comerciando con la URSS vendiéndole granos y otros alimentos, al tiempo que se negaba a participar en los Juegos de Moscú practicando un seguidismo que no hizo Brasil –que también era dominado por los militares- que pasó a ocupar el lugar ganado deportivamente por nuestro país.

Fue la mayor frustración que vivió un combinado argentino de básquetbol en su historia, porque se había logrado el premio mayor y por razones extradeportivas se negó la concurrencia al evento mundial. Fue un golpe anímico grande para todo ese plantel extraordinario que quedó en la puerta de una participación muy esperada.

Cuatro años después se iniciaría la Liga Nacional –el viejo sueño de León Najnudel y un grupo de entrenadores y periodistas- que sería el tiempo de otra organización, de otros equipos, de nuevas camadas de jugadores y la formación de un plantel único, la Generación Dorada, que todavía hoy sigue discutiendo lugares importantes en la competencia mundial. Los héroes de Puerto Rico en 1980 merecían otro premio. Lo habían conseguido y se lo negaron. Hace 40 años.