viernes 03 de mayo del 2024

El restaurador ataca de nuevo

Gestor del renacer de Perú, Sergio Markarian (uruguayo de origen armenio) sabe de revivir equipos. Historia de un hombre que se jugó por el fútbol.

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Es de los hombres que siempre eligen el camino más difícil, de los que necesitan la adrenalina de la adversidad para estar vivos. Se siente cómodo ante un contexto poco favorable: su gran capacidad es transformar, restaurar, regresar las cosas a su orden natural o darles uno nuevo. Es especialista en hacer que algo funcione. O, mejor dicho: es especialista en hacer que un equipo de fútbol funcione. También es de los que ganan, claro. Son sus fuertes convicciones las que lo llevan por esos caminos. No existe, tal vez, manera de explicar por qué dejó la gerencia de producción de una empresa de combustible para dedicarse a ser entrenador de fútbol. Pero Sergio Apraham Markarian Abrahamian, uruguayo de origen armenio, 66 años, con 36 de trayectoria, hoy técnico del renovado Perú, que siempre dice lo que piensa y no lo que le conviene, no mira atrás.

Podrido. Se sentó en la sala de conferencias, miró, esperó alguna pregunta que le diera el pie y explotó. “No estoy dispuesto a aceptar los rótulos. Estoy podrido de los rótulos, podrido me tienen. De los medios, de los periodistas e incluso de los técnicos que también ponen rótulos. Hay entrenadores que son ofensivos, entrenadores que no lo son, entrenadores que son ratones. Ya estoy cansado de eso. Es muy fácil poner rótulos. De ahora en adelante voy a empezar a contestar. Los voy a desenmascarar a todos.” Markarian regaló la conferencia de prensa más caliente de la Copa América. Cansado de las críticas a su estilo de juego -supuestamente defensivo-, cargó contra todos.

Siempre con el ceño fruncido, con aspecto de enojado, en su carrera siempre lucho contra lo mismo. Es un técnico pragmático, simple, que busca siempre la vía más directa para llegar al objetivo buscado. Está regido por el orden y la disciplina. Su cabeza no funciona de otra manera. Nunca llegó a ser jugador profesional, apenas lo hizo en las inferiores de Lanús –vivió en Argentina desde los 7 a los 18. Eligió el estudio, se graduó y tuvo una carrera empresarial, dedicada a la gerencia de producción en una distribuidora de combustibles en Uruguay. En 1975, a los 30 años, se replanteó su vida: quería ser técnico. “En los primeros diez años fue muy pero muy difícil. Perdí status y nivel adquisitivo. ¡Tuve que vender el Mercedes Benz para manejarme en colectivo! Pero mi mujer me apoyó muchísimo. Seguí mi pasión, que es lo más importante. Creo que es un gran mensaje de vida para mis hijos y nietos, que deben seguir lo que los apasiona sin medir los riesgos”, contaba hace un año en una entrevista al portal de la FIFA.

Markarian no fue jugador, es como esos generales de escritorio que nunca estuvieron en el campo de batalla. Nunca experimentó la acción. Es de los que tienen sólo teoría y nada de práctica, algo que en el fútbol parece ser un pecado. Pero supo sacar rédito. “Siempre reconocí que aquellos que han jugado en el primer nivel tienen una gran ventaja sobre nosotros. Al menos, me preparé desde lo que son los recursos que utilicé para ser un gerente profesional. Me ha servido mucho el manejo de grupo, cursos sobre la toma de decisiones, manejar teorías de motivación… todo está relacionado. Transformé una desventaja en una gran ventaja”, ampliaba en aquella entrevista.

Currículum cargado. Se recibió de técnico en el Instituto Superior de Educación Física de Uruguay. Bella Vista fue el primer club que le dio una oportunidad. Primero en las divisiones juveniles y después en el equipo de Primera. Algo curioso: en el ’77 dirigió a Oscar Tabárez, apenas dos años menor, en su último año de carrera. Desde entonces, no paró. Su trabajo lo desarrolló en Paraguay, donde logró siete campeonatos con cuatro equipos (dos con Olimpia, uno con Sol de América, dos con Cerro Porteño y otros dos con Libertad) y fue técnico de la Sub 23 de Paraguay que clasificó a los Juegos Olímpicos de Barcelona ’92.

Entre el ’93 y ’97 dirigió en Perú a Universitario y Sporting Cristal. Con ambos logró un título y con Sporting llegó a la final de la Copa Libertadores ’97. Allí nació el apodo de “Mago”. La buena imagen y esos logros son los que valieron para que hoy sea técnico de la selección peruana. Por estos días, un grupo de hinchas propuso en Facebook que su cara apareciera en los billetes de 100 soles si llegaba a la final de la Copa. Chile también estuvo en su paso, donde consiguió un campeonato con Universidad de Chile.

En esa larguísima carrera, en 1999 se hizo cargo de la selección de Paraguay. El equipo alcanzó la octava posición del ranking FIFA y estaba prácticamente clasificado al Mundial de Corea-Japón. Pero en febrero de 2001 renunció, sin dudar. El entonces vicepresidente de la Asociación Paraguaya de Fútbol, Antonio Colmán, lo calificó de “charlatán”. “Cuando vea a Paraguay en el Mundial por televisión sé que me voy a calentar. Pero soy así y no voy a cambiar a esta altura”, dijo. Es que Markarian no mira atrás.

(*) Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil

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