viernes 19 de abril del 2024
Selección femenina

Quince años antes que Maradona

La reciente reedición del libro “El partido”, de Andrés Burgo, suma un epílogo en homenaje a las jugadoras de la Selección que en el Mundial de 1971 humillaron a Inglaterra en el mismísimo Estadio Azteca. Fragmento de ese capítulo.

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De toda la información que permanecía perdida en la papelera de reciclaje de la historia del fútbol, una colega, Ayelén Pujol, desempolvó un partido que, aunque fuera en dos o tres párrafos, debió haber formado parte de este libro: el Argentina 4-Inglaterra 1 del Mundial femenino —no oficial— jugado en el Azteca en 1971, quince años antes del santo grial maradoniano contra el mismo rival y en el mismo estadio —pese a que se trataba de un evento organizado por empresarios y no por la FIFA—. La goleada, el único triunfo argentino en la competencia, ocurrió el 21 de agosto de 1971 y tomó una dimensión tan simbólica que su fecha sería aprobada —en 2019— como el Día de la Futbolista. Casualmente, o no tanto, el Día del Futbolista se celebra cada 14 de mayo en recuerdo del "gol imposible" que Ernesto Grillo les convirtió a los ingleses durante una victoria 3-1 en un amistoso de 1953, en la cancha de River. Pero el doble impacto del 4-1 a Inglaterra rescatado entre los escombros del olvido es que también tuvo a su Maradona: los cuatro goles en el Azteca los convirtió una chica zurda, de 26 años, llamada Elba Selva.

La goleada argentina fue ante 25 mil personas, una de las menores concurrencias del Mundial —90 mil espectadores habían colmado el Azteca en nuestro debut ante México—, pero a la vez una cantidad más que suficiente para asegurar una atmósfera extraordinaria en las tribunas, muy superior a la que las futbolistas de ambos países estaban acostumbradas. En realidad, estaban habituadas casi a la nada, y no sólo las argentinas: la Federación inglesa había prohibido el fútbol de mujeres entre 1921 y 1971, hasta pocos meses antes del Mundial. Y si Brasil no participó del torneo fue porque habría sido ilegal: por un decreto de 1940, vigente hasta 1979, las muchachas tenían vedado el permiso para perseguir una pelota bajo el pretexto de posibles daños de útero —y cuando les permitieron volver a jugar, debían cumplir los requisitos de maquillaje, pelo largo y "ser lindas"—.

Como ocurriría con el duelo de pistoleros masculinos 15 años después, el 4-1 de las nuestras también supone otro combate entre lo que recordamos y lo que realmente ocurrió. Mientras las argentinas repiten que se intimidaron al ver el físico de sus rivales —tan enormes que la capitana Gloria "Betty" García recuerda haber dicho «Dios mío»—, las inglesas se quejaron en las entrevistas que concedieron en los últimos meses de que las argentinas habían sido muy duras, casi violentas, y que dos de sus jugadoras debieron salir en camilla. Al menos cuatro futbolistas inglesas eran adolescentes de 13, 14, 15 y 16 años. Aunque los postes del Azteca habían sido pintados de rosa para exaltar lo femenino, el partido fue tan bravío que también una argentina, Angélica Cardozo, salió lesionada y debió ser trasladada en ambulancia desde el estadio hasta un hospital mexicano, donde le pusieron un yeso y quedó marginada del resto del torneo.

Pero las argentinas e inglesas sí coincidirían en que, al volver a sus países, la lucha por su causa volvería al kilómetro cero. Las británicas fueron suspendidas 15 meses por haberse arrogado el derecho de representar a Inglaterra aunque no se tratara de un torneo oficial, y las nuestras regresaron a su ostracismo habitual, al punto que Selva —la Maradona de 1971— casi no siguió jugando: apenas se sumaría un par de veces más a las giras por el interior en las que Las Pioneras —como se bautizó a aquel grupo de iconoclastas— se calzaban una camiseta de River y otra de Boca y le mostraban sus destrezas al público. El primer campeonato de equipos femeninos organizado por la AFA se organizaría recién en 1991, y la goleadora ante las inglesas dejó el fútbol sin que nadie supiese que cargaba una proeza protomaradoniana en su biografía.

En esa invisibilización llegó el 22 de junio de 1986. Si el partido más mitológico de los mundiales se transformara en serie alguna vez, una cámara también debería mostrar el interior de un centro de diálisis en Buenos Aires, donde una empleada anónima, de mediana edad —la propia Elba Selva—, se aprestaba a ver la canonización de Maradona junto a los médicos y los pacientes. La única persona en Argentina que le había convertido goles a Inglaterra en el Azteca era, a la vez, la única que parecía recordarlo.

"Los goles de Maradona contra los ingleses los vi en el Sanatorio Güemes, donde trabajaba de ayudante de servicio, como una mucama pero con diferentes tareas —me dijo Elba a sus 75 años, en 2019, cuando su nombre ya comenzaba a sumarse a los libros de historia del fútbol argentino—. Esa tarde del 22 de de junio de 1986 adelantamos lo que teníamos que hacer y, cuando comenzó el partido, se detuvo todo. Conocíamos a los pacientes porque en diálisis son los mismos. Para mí fue muy especial porque siempre que veo las tribunas del Azteca me emociono, todavía hoy."

"En el Mundial de 1971 se me aflojaron las piernas cuando el público mexicano, después de uno de mis goles a Inglaterra, comenzó a gritar 'Ar-gen-tina Ar-gen-tina'. Maradona es lo más, es el mejor, y por supuesto que me acordé de mis goles cuando él convirtió los suyos, pero no se lo dije a nadie en el sanatorio. ¿Para qué iba a contar que yo también le había hecho goles a Inglaterra en el Azteca si el fútbol era algo del pasado para mí? Aquel viaje a México también había sido muy duro: perdí el trabajo y por un mes me alejé de mi hija, que recién tenía dos años. Viajé porque mi marido me alentó: 'Esto no podemos pagarlo nosotros así que andá y disfrutalo', me dijo. Por años, por décadas, no le conté a nadie de aquel Mundial, ni siquiera a mis amigas del club en el que sigo practicando deporte. Hasta que hace poco me retaron: 'Elba, ¿nos tenemos que enterar a tus espaldas de que vos fuiste la Maradona del Mundial de mujeres?'. Pero no, ¿cómo voy a ser Maradona? Yo seguí negándome a hablar del tema e incluso cuando me llamaron desde la Legislatura, para darnos el reconocimiento a las jugadoras del 71, yo no sabía si atender. Les tuve que pedir perdón a las otras chicas de Las Pioneras que nos juntamos después de tanto tiempo. Y sí, ahora siento mucho orgullo. Mucho".

Tapa del libro El Partido

Aquellos días maradonianos serían el escenario de otra reivindicación: uno de los datos desatendidos de México 86 fue que dirigentes de Noruega le plantearon al presidente de la FIFA, João Havelange, la organización de un Mundial de mujeres. El brasileño autorizó primero una prueba piloto, que se realizaría dos años después en China con un nombre poco original, Torneo Internacional de Fútbol, y finalmente concedió la luz verde: la primera Copa del Mundo femenina oficial se jugaría en 1991, también en China. México 86 fue un milagro por donde se lo mire.

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