Periodista
A pesar de la pandemia, de la deserción de Colombia por su crisis social y política, de la deserción de Argentina por su crisis sanitaria, la Conmebol está a un día de conseguir su objetivo: que la Copa América se juegue. “Misión cumplida” es el lugar común del que se jactan en la sede de Asunción algunos dirigentes, ya calmados luego de que el Supremo Tribunal Federal (STF) de Brasil rechazó el jueves las medidas cautelares que buscaban evitar el torneo en ese país.
Sin embargo, la obstinada persistencia de la Conmebol tendrá un costo, en el sentido más literal de la palabra: casi sobre la hora, tres de los principales sponsors del torneo retiraron sus marcas del certamen.
Primero fue la tarjeta de crédito Mastercard, uno de los mayores e históricos patrocinadores de torneos de la FIFA; luego le siguió la gigante cervecera Ambev –dueña de Brahma, Budweiser, Antártica, Corona, Stella Artois y Skol–; y ayer la multinacional británica de bebidas destiladas Diageo, dueña del whisky Johnnie Walker, el vodka Smirnoff y el gin Tanqueray, anunció que retiró su patrocinio a la Copa América por "respeto" a la compleja situación que atraviesan millones de personas en Brasil y el continente por la pandemia de coronavirus.
Con comunicados eufemísticos o directamente sin explicar los motivos, las tres multinacionales se alejaron así de las críticas y dudas que despierta la improvisación de un torneo basado en el querer jugarse cueste lo que cueste.
Esta Copa América está lejos de ser asociada a la fiesta que por lo general vende
Con casi medio millón de muertes y más de 50 mil contagios diarios, a la imagen de la desidia y el mal manejo de la pandemia del gobierno brasileño de Jair Bolsonaro se le sumó esta semana un escándalo institucional en la Confederación Brasileña de Fútbol, cuyo presidente, Rogerio Caboclo, fue suspendido de su cargo tras quedar imputado por acoso sexual a una secretaria que grabó las conversaciones.
Todo eso, más los estadios vacíos por el protocolo anti covid, confluyó para que, en términos de imagen y publicidad, esta edición de la Copa América esté lejos de ser codiciada y asociada a la fiesta que por lo general vende –y promueve– el fútbol.
No es un divorcio definitivo, sino un impasse, apenas un paso al costado para diseñar una vuelta. ¿Por qué? Porque Ambev informó que sus marcas seguirán apoyando al fútbol brasileño y porque aunque Mastercard decidió retirar sus acciones de marketing del certamen continental, no retirará el fondo para patrocinar el evento.
Pero así como hubo varias empresas que se retiraron, hay otra que se subió como sponsors de la Copa América. Se trata de la cadena de supermercados brasileña Havan, que aparecerá en las transmisiones del canal SBT (Sistema Brasileño de Televisión), dueño de los derechos televisivos del torneo en el gigante sudamericano.
Luciano Hang, el excéntrico dueño de Havan, anunció en redes sociales la noticia de una forma muy particular: haciendo ridiculeces con una pelota y con una camiseta de Brasil. En ese país ya lo conocen bien: Hang es uno de los empresarios que apoyó y financió la campaña con la que Bolsonaro llegó a la presidencia. Más que una acción de su departamento de marketing o publicidad, el patrocinio a las apuradas de Havan posiblemente haya surgido del Palacio de Planalto, la sede de gobierno en Brasilia, la ciudad donde Brasil debutará ante Venezuela para iniciar la Copa América.