jueves 18 de abril del 2024
Homenaje

Día de la Futbolista: Elba Selva

Se llama Elba Selva y protagonizó una hazaña: le convirtió cuatro goles a Inglaterra en el Mundial de 1971. ¡Y nada menos que en el estadio Azteca! Este fragmento del libro “¡Qué jugadora!” rescata su historia.

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Argentina arribó al DF para disputar un certamen del que participaban seis Selecciones: Inglaterra, Dinamarca, Francia, Italia y México, el equipo local, completaban el cuadro. Las danesas venían de ser campeonas en el primer Mundial, un año antes, y eran las favoritas.

En Argentina, Vélez parecía encaminarse al título en el torneo Metropolitano de varones, aunque después Independiente terminaría quedándose con el trofeo. En México, mientras tanto, las mujeres jugaban un Mundial. Tras la controvertida derrota inicial ante el equipo local por 3 a 1, las argentinas tendrían un segundo partido épico.

Enfrente estaba Inglaterra y se jugaba algo especial. En rigor, si el equipo perdía, se quedaba sin chances de avanzar en el certamen. Por eso habían hecho una promesa: si ganaban, iban a entregar como ofrenda a la Virgen de Guadalupe aquella ropa de mala calidad que les había dado la UTA y que habían dejado de usar.

Lo cierto es que las mujeres argentinas iban a ganar, y marcarían un hito: el equipo se transformó en la primera Selección en vencer a Inglaterra en un Mundial. Tal vez por ignorancia o desinterés, ningún periodista deportivo menciona aquel partido fundamental. Los que suelen resaltarse en la historia de los encuentros Argentina-Inglaterra son los de varones.

Sin embargo, las primeras en vencer al eterno rival de Argentina fueron las mujeres. El diario mexicano El Nacional hace un repaso en detalle de cada uno de los tantos. Vale la pena hacer el ejercicio de cerrar los ojos e imaginarlos. En el primero, una media chilena de Betty García terminó en un pase para Elba Selva, que abrió la cuenta a los seis minutos del partido. Parada como 9, Selva aprovechó un mal rechazo de la defensora Carol Wilson e hizo el segundo, a los treinta y un minutos, que sirvió para empatar, porque las inglesas habían igualado a los trece a través de Burton.

Los movimientos de Elba en el área eran incontrolables. Hay un video dando vueltas en Internet que la muestra veloz: su tranco era superior al de sus compañeras y al de sus rivales, y tenía un quiebre de cintura envidiable. En ese partido, además, le salieron todas.

Tres minutos después del segundo gol, las inglesas Stockley y Rayner frenaron un avance de Brucoli con falta. Penal. Elba levantó la mano y fue a patearlo: la confianza por el cielo la empujó a ponerse de referente y no falló. El cuarto gol llegaría en la segunda etapa: Selva aprovechó una mala salida de la arquera y cerró el partido. La ovación fue una melodía afinada, gigante, como un coro inmenso que la aclamaba, y con el que todavía sueña cada tanto.

 

Una estrella de perfil bajo

Elba tiene hoy 75 años y vive en General Rodríguez. Fue la última de aquel equipo que quiso hablar de aquella hazaña. Estaba escondida en el polideportivo de su ciudad, donde practica pentatlón y newcom, una adaptación del vóley para adultos mayores cuyo objetivo es no dejar caer el balón al suelo, pero en lugar de golpear la pelota, la atrapan y la lanzan por arriba de la red. Allí llamaba la atención: cuando pateaba penales con sus compañeros de pentatlón, los convertía todos ante la mirada atónita del resto. Cuando le preguntaban si había jugado al fútbol alguna vez, respondía con humildad: “Algo, un poco nomás”. Poco después, Martina, una de sus compañeras, se enteró de la historia y la convenció de que tenía que contársela a las demás. Hasta ese momento, Elba solo leía en silencio las notas que salían del Mundial que ella también había protagonizado.

¿Cómo será estar casi medio siglo sin contar un episodio que una protagonizó y que es parte del deporte más famoso del planeta? Elba cuenta, tímida, que no decía nada porque le daba vergüenza.

Es la única de aquel plantel que se casó y tuvo hijos (Adrián y Darío). En la previa al Mundial, cuando volvió a su casa después de una de las prácticas con aquel equipo, le contó a su marido que las chicas se iban a México:

—¿Cómo? ¿Y vos no vas? —le preguntó él.

—Y no, el nene tiene 2 años, no lo puedo dejar solo.

—No, no te preocupes, andá. Entre tus hermanas y yo lo cuidamos. Total, yo con mi trabajo nunca te voy a poder llevar hasta allá —le respondió.

Las compañeras de Elba coinciden en que nunca vieron a otra que jugara así: era muy rápida y tenía el dominio de pelota de una crack. Cuentan que hacía todo bien: desbordaba, ganaba en velocidad, era habilidosa y ante el arco no fallaba. Si podía, siempre elegía hacer algún lujo para definir.

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Hoy, en la canchita del polideportivo de General Rodríguez, con el mismo pelo corto que tenía en las fotos de entonces pero peinando canas, y con un físico idéntico al de cuarenta y ocho años atrás, hace jueguitos con una destreza asombrosa: mantiene la pelota en el aire con los dos pies, con las rodillas, con la cabeza y, por último, tira un pelotazo al cielo: cuando la pelota cae, la duerme mansita con su zurda mágica. Hay habilidades que nunca se pierden y en su ADN el fútbol es puro presente.

De aquel partido contra Inglaterra tiene recuerdos borrosos de los cuatro goles, pero hay una escena que se le aparece nítida: el momento en el que inventó “el escorpión”:

—Resulta que hubo un córner. Lo tiró una compañera y yo, que estaba en el área, ya me había dado cuenta de que la pelota me había pasado. Entonces me tiré al suelo, volé, apoyé las manos como haciendo una vertical y le di con los dos tacos. ¡Fue increíble! Se fue por arriba por muy poco. Habría sido un golazo.

La mujer que permitió el primer triunfo ante Inglaterra fue —en rigor— la verdadera creadora de esa jugada que años después haría famoso al arquero colombiano René Higuita. La historia no solo fue injusta con algunas mujeres: también necesita correcciones y notas al pie para que muchas puedan cobrar sus derechos de autoras.

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