La homosexualidad fue una práctica vedada a lo largo de la historia del fútbol mundial. Argentina no está exceptuada a la realidad. Ningún futbolista masculino profesional -en actividad- mostró públicamente su homosexualidad.
Según la FIFA, nuestro país se ubica en el tercer lugar del mundo con mayor cantidad de equipos de fútbol: 103. Cada plantel cuenta con un promedio de 30 jugadores, lo que da un total de alrededor de 300 mil jugadores que participan de las instituciones deportivas para jugar fútbol.
El único jugador argentino que habló de su homosexualidad fue Nicolás Fernández, arquero de General Belgrano de La Pampa, de la quinta categoría de fútbol, que publicó en su Facebook: “Soy feliz. Gracias a quienes lo entienden. Y perdón a quién no. Un género no determina nada y mucho menos habla de quién soy como persona. Estoy enamorado y sí, de alguien de mi mismo sexo”.
En el mundo de los “machos” parece demasiado difícil romper con los prejuicios. De hecho, el fútbol fue una práctica históricamente configurada por los hombres, quienes asentaron ciertos valores, representaciones, símbolos y creencias.
La AFA no propuso ninguna política que multe o sancione a los jugadores con comportamientos homofóbicos. Tampoco existen planes orientados a la educación de los clubes en materia de diversidad, inclusión y respeto sexual. En este contexto, las normas y la educación quizás sean las herramientas para derribar el tabú sobre la homosexualidad en el fútbol argentino.
Uno de esos valores- y de los más importantes- es el de la heterosexualidad. Quien se desvía de la norma es sancionado con la postergación, el silencio, el humor, las risas. Ésta es la característica distintiva de la verdadera masculinidad contemporánea, convirtiendo a la homofobia en un fenómeno que aparece como “natural”, siendo el fútbol (y su historia) uno de los espacios sociales que permite constatarlo.
Por ello, muchos jugadores esperan hasta el retiro deportivo para poder “salir del armario”. Un ejemplo es el delantero inglés -con paso por Norwich y Nottingham Forest- Justin Fashanu, el primer futbolista de tez oscura en ser transferido por un millón de libras en la historia inglesa en 1981, y el primer jugador de élite en reconocer públicamente su orientación gay en el año 1990. Luego de esta declaración, el jugador fue expulsado de su equipo y eso sería solo el principio. Ocho años más tarde, tras ser víctima de insultos y discriminaciones constantes, se suicidó. Como acto conmemorativo, se determinó el 19 de febrero como la fecha en que se festeja el Día Internacional contra la Homofobia en el Fútbol.
El segundo caso que se tiene registro es del alemán Thomas Hitzlsperger, con paso por la selección alemana y equipos como el Stuttgart o Everton inglés, decidió compartir públicamente su orientación sexual tras su retiro como profesional. Por ello, esperó hasta el 2014 (se retiró en el 2013) para poder hablar sobre su homosexualidad a sus 31 años.
Vale preguntarse, ¿por qué la sexualidad ha tenido un peso tan preponderante en la esfera social como para condicionar de tal manera hasta a los deportistas. ¿Por qué se promueve, desde la cultura de “cancha”- del “aguante”- valores asociados a la homofobia? ¿Cómo repercute la cultura en el deporte en tal sentido?
Una de las respuestas que se esboza rápidamente, para justificar actos de irracionalidad, como la violencia, es que el mundo del fútbol es “pasional”. Sin dudas que lo es, donde una de las emociones que más lo representa es el odio a través de la homofobia.
Homosexualidad: un tema prohibido
Las acciones de los futbolistas ratifican permanentemente la heterosexualidad como norma colectiva, a partir de la reproducción de estigmas asociados a determinadas prácticas, como el cuidado de la estética y el aspecto emocional, en donde se promueve una masculinidad asociada con la “guapeza”, es decir, una hombría cultivada a través de la resistencia física y el “aguante” deportivo. En tal sentido, el escenario privilegiado para ver cómo operan esta serie de prácticas y sentidos es en el vestuario: el espacio sexualizado, que permite analizar las jerarquías y formas de comunicarse entre los futbolistas.
Hasta el momento, AFA no propuso ninguna política que multe o sancione a los jugadores con comportamientos homofóbicos. Tampoco existen planes orientados a la educación de los clubes en materia de diversidad, inclusión y respeto sexual. En este contexto, las normas y la educación quizás sean las herramientas para derribar el tabú sobre la homosexualidad en el fútbol argentino. Visibilizar estas temáticas y cuestionar el actual sistema legitimador son un primer (y gran) paso.
Tampoco se pueden encontrar planes de acción relevantes a lo largo de todo el mundo. Uno de los hechos que se puede rescatar es el desarrollado en el fútbol inglés, donde la Premier League presenta cada año "Rainbow Laces", una campaña que comenzó en 2013 y que tiene como objetivo crear conciencia y apoyo para jugadores y fanáticos lesbianas, gays, bisexuales y transgénero, en la que todos los deportistas utilizan botines con los cordones y cintas de capitán con los colores del "arco iris" que representan el orgullo gay. Luego, se aplicó el mismo formato en los banderines en los tiros de esquina.
El delantero inglés Justin Fashanu fue el primer jugador de élite en reconocer públicamente su orientación gay en 1990. Luego de esta declaración, el jugador fue expulsado de su equipo. Ocho años más tarde, tras ser víctima de insultos y discriminaciones constantes, se suicidó.
Sin embargo, son los jugadores quienes no esquivan a esta temática y abordan la sexualidad como espacio político. A nivel internacional, se puede citar el caso del delantero francés Olivier Giroud, integrante campeón del seleccionado de Francia en 2018 y con paso por varios equipos de Europa, que en una entrevista con la revista 'Le Figaro' (2018), declaró: "Es imposible declararse homosexual en el fútbol. En un vestuario, hay mucha testosterona, nos alojamos todos juntos, duchas colectivas. Es complicado, pero es así (..) Entiendo el dolor y la dificultad que tienen los deportistas profesionales para salir del armario”.
Otro caso es el del futbolista surgido en Vélez, Matías “Mono” Vargas, que en una entrevista con el portal Infobae (2019) reflexionó: “En algún momento alguno que sea homosexual va a generar la lucha grande. Ojalá se pueda dar. La verdad no me tocó tener un compañero homosexual, pero ojalá se pueda romper el tabú por esas personas que están reprimidas y quizás no pueden ser felices en su vida. Nada más que eso, que puedan ser felices, que disfruten y ojalá se pueda romper”.
Por último, se puede citar las interesantes declaraciones de Ariel “Chino” Garcé, exjugador con paso por River, Colón de Santa Fe y el seleccionado argentino, en la versión digital del diario La Nación (2020) cuando aborda este tema: “¿Por qué no hay homosexuales en el fútbol? Hay en todos los ámbitos, ¿y en el fútbol no? ¡Vamos! En realidad hay, pero no se dice porque no conviene, porque el ambiente te marca y no jugás más. El ambiente dice que para jugar al fútbol hay que ser macho, hay que ser bicho. 'Este se caga todo, no lo podés poner'. Frase hecha. Todos los futbolistas tenemos miedo, ¿cuál es el problema de admitirlo? Si sos gay, o aceptás tener miedo, perdés de ganar plata, perdés prestigio, no te van a probar, te van a cantar en todos los estadios. Culturalmente estamos mal y el fútbol conserva cosas de hace mil años”, dijo.
La diversidad sexual fue un tema prohibido por muchos años en el fútbol, aunque conforme cambia la sociedad, lo hace también el deporte. Ya es momento de dar la patada inicial de un partido para cambiar la historia. Es importante que, el fútbol como uno de los deportes con más participación en el mundo, implemente una conducta distinta en materia de respeto, inclusión y diversidad sexual, para llegar a un día en el que la sexualidad de un deportista no sea noticia.