Periodista
La denuncia a Sebastián Villa es también una interpelación a los sectores que integran ese gran andamiaje que se nutre del fútbol. Primero porque evidencia la falta de formación de dirigentes y periodistas, nacidos y criados bajo la cultura del aguante, el machismo tribunero y una lógica en la que la violencia era parte indisoluble de la trama futbolera.
Aunque esa trama pareciera diluida, desde ayer se vienen publicando algunos términos y abordajes que dan cuenta de que las viejas lógicas siguen pesando en el presente. El "caso Villa", como lo denominó el único diario deportivo del país, tiene una potencia amplificadora porque se trata de Boca, se trata del equipo campeón y se trata de una de las figuras de ese equipo.
En ese sentido es una oportunidad: marcar un precedente ahora podría ser el punto de inicio para dejar de hacernos los distraídos. Para saber cómo actuar. Para no dudar ante otras situaciones de violencia que se darán en el futuro.
Yo escribo esto y me pregunto: ¿no debería escribir sobre esta denuncia y situación de violencia una compañera? Creo que sí. Pero resulta que no hay compañeras: las secciones deportivas de los medios argentinos siguen siendo, en su mayoría, una cuestión de varones. Ahí radica parte del problema.
¿Cuántas periodistas mujeres escriben en Olé? O mejor: ¿cuántas periodistas feministas escriben en Olé? O en las secciones de Deportes de Clarín, Tiempo Argentino, La Nación, Página 12, Perfil, Infobae, La Gaceta o La Voz del Interior. En el mejor de los casos, por cada siete u ocho hombres hay una mujer.
Las secciones deportivas de los medios argentinos siguen siendo, en su mayoría, una cuestión de varones. Ahí radica parte del problema.
Es cierto que los tiempos cambian y los periodistas somos causa y consecuencia de esos cambios: lo que antes era un símbolo de virilidad ahora es una vergüenza. Lo que antes hubiese sido abordado de una manera, hoy se aborda de otra. Hay buenas intenciones a la hora de comunicar, tanto en Olé como en casi todos los medios. Pero sigue sin alcanzar.
¿Un ejemplo? Las notas que se publicaron sobre la vida de Daniela Cortés, la novia de Villa, fueron ilustradas en su mayoría con imágenes de ella posando de manera sensual. Otro punto: el descargo o la respuesta de Villa tienen más valor noticioso que la denuncia en sí, algo que también reproduce las asimetrías de poder. Otro más: la voz de especialistas en violencia de género casi no está.
Visibilizar. Actuar con severidad sobre Villa también sería operar sobre la realidad. Sería visibilizar la tragedia que sufren las mujeres en todo el territorio argentino: solo en lo que va de la cuarentena hubo 32 femicidios en el país. Casi uno por día.
¿Qué pasará, entonces? Los primeros indicios no parecen ser los mejores, aunque en Boca muchas personas se están manejando con rapidez y sensatez. El comunicado del club fue demasiado general. Nada dice sobre qué acciones está implementando Boca para tratar una problemática cada vez más recurrente. ¿Sabía el club sobre anteriores casos de violencia protagonizados por el futbolista colombiano? ¿Hay campañas de prevención dentro de la institución? ¿Hay talleres o cursos de concientización hacia los jugadores y empleados del club? ¿Alcanza con que haya un plantel femenino de fútbol?
Nadie está obligado a saber cómo actuar, aunque los dirigentes deberían formarse en este aspecto. Existe una necesidad urgente, que quizás esta situación ayude a motorizar: que especialistas formen a directivos, concienticen a futbolistas y los clubes elaboren protocolos ante situaciones de violencia. Un protocolo que vaya desde Villa hasta el canchero que corta el pasto de la Bombonera.
Existe una necesidad: que especialistas formen a directivos, concienticen a futbolistas y los clubes elaboren protocolos
Porque si Villa jugara en Vélez, San Lorenzo, Rosario Central o Newell’s, por ejemplo, todos sabríamos más o menos como seguiría la historia. Esos cuatro clubes ya tienen diseñado y aprobado un protocolo ante situaciones de violencia de género.
El otro es Racing, aunque su caso genera algún tipo de sospechas. Cuando a Jonatan Cristaldo lo denunció su expareja por haberla agredido físicamente, el club no supo cómo reaccionar. Licenció al jugador durante cinco días, pero a la semana ya estaba concentrado y volvió a jugar. Casi como si nada hubiera pasado. En un sector de la dirigencia quedó cierto resquemor, y menos de un mes después, Racing suscribió al protocolo contra la violencia de género impulsado por la Organización de Naciones Unidas (ONU). Más oportunismo que convicción.
En las denuncias a Villa o a Cristaldo, hay un factor que parece determinante: la plata. El dinero, cuando es mucho, pesa más que las conciencias. Esa premisa genera que los futbolistas denunciados tengan una sanción superficial, casi publicitaria. Los clubes lavan sus culpas de ese modo. Y luego intentan venderlos o prestarlos para disipar tensiones. Rescindirles el contrato sería resignar los millones de dólares que vale su pase. Una afrenta para el show, que ya sabemos: siempre debe continuar.