
Periodista
Cuando la malaria parecía apoderarse de todo y cuando la crisis oscurecía el futuro —incluso la confianza en el mismísimo Marcelo Gallardo, el entrenador más ganador de la historia del club—, un triunfo 2-0 en Córdoba ante Talleres puso algo de paz y le dio razones al equipo para confiar en que pueden cerrar el 2025 con algún título, el gran objetivo para este segundo ciclo del Muñeco.

La primera razón de esa ilusión es anímica y está vinculada a la energía y a la confianza. Hacía mucho tiempo que River se había acostumbrado a que la derrota lo acompañe y a que ganar le cueste una vida. Esa estirpe ganadora de los equipos de Gallardo se había extraviado, y por eso contra Talleres, por primera vez, dejó la sensación de que no iba a perder —en especial en el segundo tiempo, cuando dejó en claro que no se le escapaban los tres puntos.
River le ganó a Talleres y cortó su mala racha de cuatro partidos sin sumar de a tres
Otra razón está vinculada a la visualización de que el equipo puede jugar como Gallardo y la historia mandan. Los dos goles resumen esa sensación. El primero, por la construcción de una jugada que fue de área a área, que tuvo transición rápida, movilidad en los volantes y se cerró con los dos laterales en el área rival. El segundo, porque tuvo presión alta de un volante (Galarza), un pase de un delantero que no le da referencia al marca (Salas), un ataque directo con belleza estética del segundo delantero (Colidio) y, por último, el cierre del gol con un volante (Meza) pisando el área para anotar.
Más razones para este asunto tienen que ver con el banco de suplentes. Hacía muchísimos partidos que los que estaban afuera no le daban soluciones a los problemas de los que estaban adentro. Contra Talleres, todos entraron muy bien y mejoraron al equipo. Casco fue una de las figuras al reemplazar a Rivero, Galarza le dio dinámica al mediocampo, Colidio y Meza le metieron su sello al segundo gol del equipo. Incluso el ratito que jugó Nacho Fernández fue importante. El equipo fue de menor a mayor, y eso se notó con los cambios. De cara a lo que viene, Gallardo puede sentir que siempre hay planes alternativos que le resuelvan situaciones en partidos que no arrancan como lo planeó.

Por último, volvió a jugar un partido correcto desde lo defensivo, algo que no se le estaba dando ni siquiera con grandes actuaciones de Armani. Contra Talleres, excepto un rato del primer tiempo con esa jugada que el VAR anuló, el equipo no padeció la ofensiva rival, y tanto Paulo Díaz como Martínez Quarta, junto a los laterales en el retroceso (Casco y Montiel), pudieron darle firmeza defensiva al equipo. Hasta Portillo pudo acomodarse dentro de sus complicaciones para los pases. En este sentido también fue importante el recorrido de Kevin Castaño, que se ganó su lugar en la semifinal.
Con este panorama, Gallardo tiene una semana corta de trabajo pero tranquila de cara al partido contra Independiente en Córdoba el viernes que viene por la semifinal de la Copa Argentina. El seguimiento sobre la puesta a punto de Enzo Pérez y la ilusión de que pueda estar Acuña serán los temas de estos días para un equipo que está lejos de confirmarse, pero que sí tiene alternativas y mejores sensaciones.



