martes 23 de abril del 2024
Nominación especial

Schiaffino y Francescoli: Príncipes del imperio charrúa

La revista France Football incluyó entre los mejores mediocampistas ofensivos de la historia a los dos ídolos uruguayos. Símbolos de la tradición celeste, cuyo estilo se asemeja en más de un sentido; el testimonio de Julio María Sanguinetti.

En el libro “Desde adentro: Uruguay Mundial”, editado por el diario El País, Enzo Francescoli confiesa que su padre, Ernesto, le decía que se parecía a Juan Alberto Schiaffino. Difícilmente haya imaginado alguna vez el ídolo histórico de River que su destino volvería a entrelazarse con el del gran estratega de Maracaná, ya no en el corazón de su padre sino en la consideración de una entidad de prestigio internacional que uniría sus destinos para siempre.

Es que hace pocos días se conoció la lista del Balón de Oro Dream Team, elaborada por la prestigiosa revista gala France Football, que en la categoría “mediocampistas ofensivos” -donde en rigor también fueron incluidos ex jugadores que pueden ser considerados delanteros- nominó a Alejandro Mazzola, Sócrates, Michel Platini, Ferenc Puskás, Francesco Totti, Zico, Zidane, Gianni Rivera, Schiaffino, Pelé, Roberto Baggio, Gheorghe Hagi, Bobby Charlton, Andrés Iniesta, Alfredo Di Stéfano, Raymond Kopa, László Kubala, Ruud Gullit, Enzo Francescoli y Diego Maradona.

A ellos los acompañan en este sitial de privilegio una serie de mediocampistas defensivos deslumbrantes, entre los cuales figuran Gérson, Andrea Pirlo, Xavi, Fernando Redondo, Steven Gerrard, Falcão y Lotthar Matthäus.

La nominación de Francescoli sirve, con la serenidad que otorga el paso del tiempo, para calibrar la dimensión de un uruguayo adorado en la Argentina, que también estampó su sello de precisión, fineza y jerarquía en Italia y en Francia, donde, como reza la leyenda, Zidane lo conoció, lo adoptó como héroe y utilizó su nombre para bautizar a uno de sus hijos, tal la fascinación que sigue sintiendo por el “príncipe” al que por primera vez se refiriera Víctor Hugo Morales.

Dimensión que queda clara en su segunda patria, donde Diego Maradona, el genio que cumplió 60 años, sentenció: “Si hay un tipo al que la Argentina debiera respetar y sacarse el sombrero, se llama Enzo Francescoli”. Aunque tal vez no tanto en el Uruguay, con cuya selección, sin embargo, Francescoli ha disputado la Copa América en cuatro ocasiones, ha llegado a la final en cada una de ellas, ha conquistado el torneo en tres oportunidades, y ha sido elegido el mejor jugador de 1983 y de 1995. Traducción rápida: Francescoli ganó más veces la Copa América que Chile.

No en vano Rubén Sosa -el ex delantero estrella de la Lazio, del Inter de Milan y del Borussia Dortmund- afirmó, respecto de quien anotara 137 goles y ganara cinco campeonatos argentinos en dos etapas diferentes con River, además de la Copa Libertadores de América y la Supercopa Sudamericana: “Enzo apoyaba a todos con perfil bajo y, si tenía que cargar la pelota para ir a entrenar, la cargaba. A la larga siempre le di la razón. Es una persona muy inteligente, un referente y un capitán de aquellos”.

Paralelas. Como en la canción del brasileño Belchior, el mismo artista que compuso el himno “Como nossos pais”, inmortalizado por Elis Regina, hay en el fútbol líneas paralelas que pueden resultar hipnóticas. Y también existen hilos invisibles que, afortunadamente, muchas veces tienen color celeste.

“Uruguay es muy chiquito, nos quieren copiar y no lo van a lograr, porque nacimos en la calle y jugamos en la arena y en el potrero. Y yo no me comparo con Suárez ni con Cavani. Pero para llegar a Cavani y Suárez, tenían que venir Rubén Paz, Carlos Aguilera, Juan Ramón Carrasco y Enzo, jugadores que defendieron a nuestro país de la misma manera en que, cuando se vaya Suárez, va a venir otro fenómeno”, opinó el propio Rubén Sosa. Y remató: “Este país es así porque, de diez niños que nacen, ocho juegan al fútbol desde chicos. Y en vivo, no por PlayStation”.

Pero si el hilo celeste se ha mantenido firme a lo largo del tiempo, ha sido gracias a los héroes del Maracaná, y muy especialmente a dos nombres gastados con toda justicia: Obdulio Varela y Juan Alberto Schiaffino. Y el mítico ex jugador de Uruguay, de Nacional y del Real Madrid, José Emilio Santamaría, que jugó con los dos y fue compañero de habitación del “Negro Jefe” en el Mundial de Suiza, dijo: “Obdulio tenía una veteranía pura y sana, mientras que Pepe había sido convocado a la selección siendo muy jovencito, y triunfó de tal manera que nunca más lo quitaron. Así como Obdulio tocaba la pelota solo ocho o diez veces en un partido y el resto consistía en dirigir, hablar y hablar, Schiaffino era muy, muy fino”.

No por casualidad Vittorio Gassman, uno de los mejores actores europeos de todos los tiempos, amplió: “Yo soy un nostálgico de Schiaffino, el fútbol hecho arte. Quizás sería algo melancólico, pero fue la mayor expresión del deporte”.

Final feliz. Figura de la Roma, referencia de élite para la afición de Peñarol y estrella fulgurante del Milan, Juan Alberto Schiaffino Villano fue, además, el gran estratega de los Mundiales de 1950 y de 1954. Y así lo evocó el doctor Julio María Sanguinetti, dos veces ex presidente de Uruguay y, quizás lo que él más prefiere, presidente honorario de la institución aurinegra: “El de Schiaffino era un fútbol moderno, con la búsqueda del espacio total y el juego en largo, practicado por un deportista que tenía todas las capacidades: marcaba como nadie sin dar un puntapié, era veloz, shoteaba a la perfección en cualquier circunstancia, pero su gran cualidad era que todo el mundo terminaba jugando a lo que él quería, aun sin ordenarlo. Y hay ahí una característica muy importante, histórica también, que es que a Schiaffino no se lo entendía. Para mí, es uno de los cracks más completos a nivel mundial de cualquier época. Sin embargo, no fue un ídolo, porque la gente apreciaba mucho más la fuerza de Hohberg, las habilidades de Míguez o el liderazgo de Varela, ni un caudillo, por su propia personalidad de individuo retraído, muy lejano al estereotipo del tipo alegre y bohemio de esa era. Cuando empezó a ser un hito en la historia del fútbol italiano, la cosa cambió. Pero un tópico entre los muchachos de la época era su supuesta frialdad”.

Prejuicio que a la distancia resulta absurdo, y que el propio Sanguinetti, consultado por 442, ha terminado de zanjar: “Obdulio tiene la fascinación del caudillo. Ghiggia hizo el gol de la victoria en Maracaná con una corrida espectacular. Y Schiaffino empató el partido y fue el gran táctico, pero es demasiado científico para la leyenda”.

Acaso por ese motivo el escritor oriental Mauricio Rosencof declararía, con su sentido del humor habitual: “¿Sabés lo que era verlo jugar a Schiaffino? Era un lujo. Su hermano Raúl fue un crack y conformó la famosa delantera de bajitos de Peñarol, integrada por Ortiz, Gelpi, Schiaffino, Chirimini y Vidal. Y a Pepe, aunque te parezca mentira, había gente que lo criticaba por no meter la pata. Andá a decir eso de Schiaffino ahora: ¡te circuncidan la lengua!”.

Como en la canción de Antonio Carlos Jobim, otro monstruo sagrado de Brasil, Schiaffino, el científico versátil, genial y pudoroso que fascinó al mundo, y Francescoli, la sutileza hecha fútbol, han sido protagonistas de caminos cruzados. Pero a veces es más importante la calidad de la trayectoria que el momento histórico en que se desarrolla.

Porque como ha venido a recordarnos France Football, engalanando una vez más la historia de una comunidad espiritual llamada “Uruguay”, las leyendas nunca mueren. Y menos si son príncipes en un país de charrúas.

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