jueves 28 de marzo del 2024
Mundo Boca

Víctor Ormazábal, el ex Boca que jugó en la guerra

Su biografía deportiva sirve como ejemplo de lo difícil que es para un juvenil afianzarse en la Primera de uno de los clubes más exigentes del mundo. Después del Xeneize tuvo un paso por Irak.

De mediados de 2004 a mediados de 2005, Boca vivió una especie de depresión futbolística. Luego de haber disputado tres finales del mundo, la exigencia era total.

La obtención de una Copa Sudamericana no relajó la ambición. Al contrario, la ambición desmedida se convirtió en paradigma. 

Si a los jugadores del club les cuesta hacer pie en la Primera, en esos doce meses fue incluso más difícil. Tres entrenadores pasaron entre el segundo ciclo de Carlos Bianchi y el primero de Alfio Basile.

Julio de 2003. Oscar Regenhardt, entrenador de la Reserva, reúne a un grupo de juveniles en una de las canchas de lo que hoy es conocido como el Complejo Pedro Pompilio. "El domingo tienen que ir a jugar a Rosario", les dice.

Mauricio Macri, presidente del club, se encaprichó con una fiesta por la obtención de la Copa Libertadores. Los titulares, con Bianchi a la cabeza, estarán abocados a los festejos, el mismo día del partido, en la Bombonera.

La misión de Regenhardt se nutre con juveniles de sexta, quinta y cuarta división. Joel Barbosa, Jonathan Fabbro y Héctor Bracamonte son los únicos que ya jugaron en Primera. Los debuts masivos en la máxima categoría parecen cosa de otra época, de un profesionalismo menos sofisticado, no exento de huelgas por falta de pago.

Víctor Ormazábal es uno de los convocados para viajar al Gigante de Arroyito. Está en el club desde los nueve años, llegó con con edad de preinfantil. Fue delantero y después volante. En quinta lo subieron a entrenar con los profesionales, se dio el gusto de jugar un puñado de partidos en el preliminar. Por entonces, el equipo del Maestro Tabárez peleaba mano a mano con Independiente el Torneo Apertura 2002.

"La mayoría nunca habíamos jugado juntos. Había algunos chicos que ya tenían unos cuantos partidos en Reserva, y dos o tres que jugaban en Primera. Regenhardt armó el equipo por edad. Jugaron los más grandes y los más chicos fuimos al banco", le cuenta a 442.

Esa tarde ingresa por Leonardo Verón para jugar los últimos veinte minutos. Ya Central ha consumado la goleada. Gana 5 a 1 un partido que terminará 7 a 2 y servirá para que Luciano Figueroa, autor de cinco goles, sea goleador del torneo con 17.

“Siempre te imaginás los nervios o el cagazo del debut. Pero este fue un debut raro. El partido estaba terminado, no sentía ese miedo típico de mandarme una cagada, de que las cosas no te salgan bien”, dice.

Julio de 2005. Abel Alves, entrenador interino de Boca, reúne a un par de juveniles en el vestuario de la cancha de Almagro. El equipo viene de perder 3 a 2 por la última fecha del Torneo Clausura. Les adelanta que el club no los tendrá en cuenta para la próxima temporada. Ormazábal es uno de ellos.

Macri quiere recuperar cuanto antes la gloria perdida tras la salida de Bianchi. La eliminación de la Copa Libertadores frente a Chivas de Guadalajara dejó sin trabajo a Jorge Benítez (más allá del escándalo con el mexicano Adolfo 'Bofo' Bautista). Basile ya acordó su su contrato. Con él llegarán varios jugadores de experiencia. Entre estos Sebastián Battaglia, que vuelve al club luego de un año y medio en el fútbol español.

Oscar Benítez

Benítez sí les dio minutos a los jugadores de inferiores. Antes de dirigir a la Primera fue entrenador de la cuarta. A la mayoría los conocía de verlos todos los sábados en Casa Amarilla.

El Chino puso en marcha una transición que después aprovechó Basile y que luego decantó en el equipo de Miguel Russo campeón de América en 2007. Con él, Fernando Gago y Rodrigo Palacio se afianzaron como titulares.

Antes de Benítez estuvo Miguel Brindisi. Su ciclo solo duró tres meses. En la fecha 13 del Torneo Apertura 2004, Boca empató 0 a 0 con Instituto como local. La Bombonera despidió así al equipo: “A ver, a ver, los jugadores si pueden oír, el domingo en cancha de River ganar o morir”.

En la semana previa al Superclásico, Brindisi le adelantó a Ormazábal que iba a ser titular en el Monumental. La lesión de Diego Cagna obligaba al DT a cambiar de esquema: “Íbamos a jugar con tres volantes y tres delanteros”.

“El viernes, en la última práctica antes del partido, veo que me entrega la pechera de los suplentes”, dice.

Cagna estaba recuperado y el técnico volvía a foja cero. Hizo concentrar al experimentado futbolista y mandó a Ormazábal a jugar con en Reserva: "Pasé de titular a ni siquiera estar entre los concentrados".

Esa fue la última vez que vio a Brindisi. Al día siguiente, la seguridad del Monumental no dejó que los jugadores de la Reserva visitante se quedaran a ver el partido de Primera (ganó River 2 a 0). De vuelta en el hotel, Ormazábal vio por televisión la conferencia de prensa en la que el entrenador confirmaba su renuncia.

El lunes ya había nuevo DT. Así de rápidos, atormentados por el fantasma de Bianchi, transcurrían los días de Boca.

Mayo de 2006. Es el tercer intento de Ormazábal. Estuvo a préstamo unos meses en Maccabi Haifa, en Israel. Vuelve al país para recuperarse de una lesión en la columna. En un entrenamiento encara a Basile y le pide que lo deje jugar en Reserva. El Coco acepta. El futbolista juega sus últimos partidos con la camiseta de Boca.

“El éxito en la carrera de un jugador es algo que depende de muchísimos detalles. Es algo muy relativo. Podés tener condiciones, pero si no tenés suerte es muy difícil”, dice Ormazábal. Hoy tiene 34 años y es dueño de una panadería en San Isidro.

De su época de futbolista le quedan, entre otras cosas, los viajes. Después de Boca se convirtió en un trotamundos. Jugó en la segunda división de España (Pontevedra, Cádiz y Ceuta), en el ascenso argentino (Temperley y Almirante Brown), en Irak (Erbil SC) y en Vietnam (Hanoi T&T Football Club y Ho Chi Minh City FC). 

"Como Irak estaba en guerra, jugábamos de local en Jordania. Me la pasé viajando. Allá se juega la Liga de Campeones de Asia, que vendría a ser como la Champions asiática. Íbamos de acá para allá: Líbano, Yemen, Hong-Kong, Emiratos Árabes, Arabia Sauita, Tailandia, Kuwait".

Le queda, también, el recuerdo de Bianchi: “Te decía exactamente lo que después terminaba pasando en el partido. ‘Vos hacé esto y con esto estamos’, te decía. Te hablaba y salías a jugar relajado”.