
Periodista
Mientras cicatrizaba la herida de la semifinal perdida por penales con Boca en la Libertadores 2004, el River de Leo Astrada, que ya había salido campeón del torneo local, buscaba revancha en la edición 2005 del torneo continental. Pero una mecha secreta estaba encendiendo un fuego que haría volar todos esos sueños por los aires.
Dos amigos íntimos, Eduardo Tuzzio y el Coco Ameli, de golpe dejaron de hablarse y nadie en el plantel entendía nada. Eran la pareja de centrales que había arrancado el año jugando, que había tenido una gran fase de grupos de la Copa y un arranque muy bueno en el Clausura. River era puntero local y estaba en octavos de la Libertadores, pero algo andaba mal, muy mal.
Astrada, el DT, intuyó que algo grave pasaba y en privado le dijo a Tuzzio que podía tomar ciertas licencias. El defensor aceptó y le contó que estaba con un problema familiar y confirmó su pelea con el Coco Ameli, pero no pasó de ahí. Jugaron algunos partidos juntos en ese mes de abril y la calma se hizo cada vez más insostenible.
El primer lunes de mayo, en el regreso a los entrenamientos en el Monumental tras un partido con Lanús, mientras Astrada le hablaba al grupo para felicitarlo por el año que venían teniendo —siendo punteros del torneo local y ya en cuartos de la Libertadores para enfrentar a Liga de Quito— al final le cedió la palabra a Tuzzio, que había sido el capitán del equipo el fin de semana.
“Le quiero contar al grupo por qué estoy así, participando poco, faltando a algunos entrenamientos y concentrando menos días: es por lo que hizo este hijo de mil putas que decía ser mi amigo. Se está acostando con mi mujer hace dos meses...” —dijo Tuzzio, y cuando Ameli saltó para decirle que era una locura lo que estaba haciendo, se armó una pelea terrible que incluyó a Franco Costanzo pegándole piñas a Ameli y al resto separando.
El entrenamiento se suspendió y Astrada licenció al plantel. El tema le explotó a River y lo fueron cubriendo como pudieron: entrenaban los dos en turnos distintos y solo se veían en el vestuario. Hasta que la noticia se filtró por los programas de chimentos y el 10 de mayo la pelea tomó estado público. Los dos acordaron salir a decir públicamente que era un tema de plata, aclararon y oscureció.
Fueron meses tremendos porque Tuzzio andaba con un arma en el Audi negro que lo llevaba a Ezeiza a entrenar, y los compañeros estaban aterrados de que hiciera una locura en alguno de los días de partidos que jugaron juntos en ese tiempo.
El primero fue un partido con Olimpo, un 13 de mayo, con el morbo de verlos jugar sin mirarse, y luego llegaron los cruces contra Banfield y contra San Pablo. El primero lo pasaron sufriendo y, para el segundo, las cartas estaban echadas y el equipo se quedó afuera de la copa con dos derrotas que pusieron aún más en evidencia el conflicto.
Tras esa eliminación, Tuzzio pidió permiso y se fue a España para jugar en el Mallorca, y al Coco Ameli lo separaron del plantel para mandarlo a entrenar con la cuarta. Gallardo, el líder del grupo, fue el encargado de lidiar con esa crisis en esos meses explotados y uno de los que definió esa separación.
Fue tan fuerte la decisión tomada por el capitán que, cuando se fue Astrada y llegó Mostaza Merlo, y dijo que todos empezaban de cero incluyendo a Ameli, en la primera práctica Gallardo le paró el carro y le avisó al nuevo DT que Ameli no volvía al grupo y que era una decisión tomada. La historia de Merlo en River también sufrió las esquirlas de ese conflicto.
La dirigencia también intentó convencer al grupo del regreso de Ameli, que estaba separado junto a Oscar Ahumada, pero no pudieron. Aún resuena una frase de un alto dirigente de la época: “Tuzzio perdonó a la mujer y se la llevó a España y los jugadores no pueden perdonar a Ameli, increíble”.
Así fue que la novela de esa pareja central, que había construido una hermandad ya en tiempos de San Lorenzo y que llegó a River como gemelos, quedó grabada en uno de los capítulos más increíbles de los años de mala racha millonaria.
Para el Coco Ameli fue el final de la carrera, porque si bien jugó algunos partidos en Colón en 2006, su figura había quedado marcada al punto que estuvo casi dos años más en River con contrato y sin poder entrenar ni jugar, y acabó exiliado en el sur, en Villa Pehuenia.
Tuzzio siguió jugando, incluso regresó a River y jugó un par de temporadas más. Luego ganó la Sudamericana en 2010 con Independiente, siendo una de las grandes figuras del equipo. Se retiró en 2013 jugando para Ferro.



