jueves 25 de abril del 2024

Las elecciones dividen a la NBA

Barak Obama es el preferido de los jugadores; los capos de las franquicias van por Mitt Romney. El silencio del golfista Tiger Woods.

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En 1990, Harvey Gantt, alcalde negro de Charlotte, era el candidato demócrata al Senado por Carolina del Norte. Iba a competir con el senador republicano Jesse Helms, que se había opuesto, por ejemplo, a que el cumpleaños de Martin Luther King deviniera feriado nacional. Entonces, los asesores de Gantt llamaron a un ex jugador de la Universidad de Carolina del Norte, Michael Jordan, ya una celebridad aunque todavía no había salido campeón de la NBA con los Chicago Bulls, para pedirle su apoyo. Pero Jordan se excusó de inmediato: “No puedo: los republicanos también compran zapatillas”. Gantt perdería esa elección.

Jordan dejó el básquetbol en 2003. Sin embargo, según se publica en SportsOneSource, las zapatillas Nike que llevan su nombre son todavía las más vendidas en los Estados Unidos (en rigor, acaparan el 58 por ciento del mercado). No espantó a los republicanos, por lo visto, que Jordan apoyara en 2004 la candidatura al senado por Illinois de un tal Barack Obama. Tampoco que organizara el último 22 de agosto una cena de gala –a veinte mil dólares la entrada– para aportar a la campaña presidencial de Obama: recaudó, ese día, tres millones de dólares.

Es, Jordan, apenas una de las celebridades que apoyan la reelección de Obama, aficionado de los Chicago Bulls y basquetbolista cuando estudiaba en la Punahou School (una vez, al término de un discurso en Honolulu, divisó a Chris McLachlin, que era su entrenador, y le preguntó: “Coach, ¿yo era bueno?”): también lo hacen –para seguir con la NBA– Kobe Bryant, LeBron James, Kevin Durant y Carmelo Anthony, medallistas de oro en los Juegos Olímpicos de Londres, ellos. O el mismísimo Magic Johnson. O Charles Barkley, que avisó: “Espero que no lo tome como algo personal, señor Romney, porque usted parece un buen tipo, pero lo vamos a pasar por arriba en noviembre”.

En cambio, al candidato republicano Mitt Romney, según se desprende de su página web, no lo apoya ni siquiera una celebridad de la NBA. Apenas un ex basquetbolista lo hace: Chris Dudley, que en 16 años en la NBA, jugó en Cleveland, New Jersey, Portland, New York y Phoenix, y promedió tres puntos por partido. Dudley, republicano él, compitió en 2010 por la gobernación de Oregon: perdió. A Romney, el basquetbol le interesa entre poco y nada: confió en la previa de los Juegos Olímpicos que su deporte favorito era el vóley de playa femenino. Otro, la equitación: por lo pronto, era el dueño de un caballo, Rafalca, que compitió sin suerte en Londres. Pero Romney se las ingenió para recaudar más dinero que Obama de la NBA: lógico, los dueños de los clubes, a los que él les garantiza una rebaja de impuestos, lo bancan.

El Dream Team de Obama. En febrero, según se publicó el domingo en The New York Times, Obama dijo de Romney durante una reunión con sus asesores: “Nosotros somos los Miami Heat y Romney es Jeremy Lin”. Miami Heat ganaría la NBA en la última temporada. Lin, en cambio, es un basquetbolista que jugaba en New York Knicks y que acaba de pasar a Houston Rockets, de estrellato pasajero (hasta se escribió acerca de la “Linsanity”, que, breve digresión, afectó, y mal, a Lin, según admitió en una entrevista con el Mercury News).

A Obama le encanta metaforizar con el basquetbol. Dijo en la cena de gala de Jordan: “Estamos en el último cuarto, vamos arriba por algunos puntos, pero el otro equipo es fuerte y, además, juega sucio. Digamos que faltan siete minutos para que termine el partido, y Michael sabe lo que eso significa: es el momento de sacarles la ventaja definitiva a nuestros rivales”. Estaba en el Lincoln Center, de Nueva York. Además de Jordan, habían asistido otros basquetbolistas (Carmelo Anthony, el de más renombre). “Es muy raro –bromeó Obama– venir a un evento en el que soy la quinta o sexta persona más interesante de la noche.”

En diciembre de 2010, Obama recibió en Washington al entonces campeón de la NBA, el equipo de Los Angeles Lakers. “Derrick Rose ya tiene tu teléfono”, lo chicaneó a Bryant, en alusión a la estrella de los Chicago Bulls que lo había pasado por arriba cuatro días antes, en un partido que terminó 88-84 a favor del equipo con el que simpatiza Obama. “No tengo problema –respondió Bryant, entre carcajadas–: que me llame cuando gane cinco anillos de la NBA.” Ya en el discurso, Obama felicitó al entrenador de Los Angeles Lakers, Phil Jackson: “Ya tiene 11 anillos, y cinco de ellos con los Lakers. Pero me permito señalar que son menos que los seis que ganó con los Chicago Bulls”.

Bryant no pudo con su genio e interrumpió al presidente: “Por ahora son menos... por ahora”. Obama se mueve, entre basquetbolistas, cual pez en el agua. No así Romney, que dijo (prejuicioso, como mínimo) durante un discurso en junio: “Conocí ayer a una persona muy alta, grandote, Rick Miller, Portland, Oregon. Me dijo que había iniciado un negocio, y supuse que era basquetbolista, pero, para mi sorpresa, ¡no lo era! ‘Seguro que está metido en deporte (asterisco: Romney nunca dice ‘sports’, sino ‘sport’, en singular, un anacronismo en los Estados Unidos)’, pensé entonces. ¡Pero no! ¡Tampoco estaba metido en ‘sport’!”.

Tal vez, a Romney le convenga leer lo que Bob Cook escribió en la revista Forbes: “Mitt Romney, hágale un favor a su campaña y deje de hablar ya de ‘sport’."

El silencio de Tiger. El presidente de los Estados Unidos, William Clinton, lo invitó a la Casa Blanca. Pero el golfista Paul Azinger no quiso ir porque su padre era un ex combatiente de Vietnam cuando Clinton, según argumentó Azinger, evitó el servicio militar.

Los golfistas del PGA Tour, por lo demás, tienden a ser republicanos. Lo explicó, sin ambages, David Duval, allá por mediados de 2006: “Los golfistas votamos a los republicanos porque prometen bajar los impuestos, es así de simple”.

Pero en las elecciones de 2008, el mismísimo Tiger Woods apoyó a Barack Obama y hasta dijo en una entrevista con la CBS que su padre lloraría de la emoción si pudiera ver a un negro en la presidencia.

Sin embargo, Woods es hoy una suerte de paria: no dijo nada de nada todavía de las elecciones. No debería llamar la atención tampoco: desde 2010, cuando confesó (¡en una conferencia de prensa!) que había engañado a su esposa, ya no es, en la lógica estadounidense, un ejemplo a seguir.

En el buscador de su página web oficial, aparece un solo resultado cuando se escribe “Barack Obama”: es de abril de 2009, cuando Woods conoció al presidente en la Casa Blanca. De su apoyo para la reelección, nada.

(*) Nota publicada en la edición impresa del Diario PERFIL.