viernes 26 de abril del 2024

Chau a Michael Fox y al duro de film noir

Cocca y Bauza, dos que deciden irse después de haber sido campeones. ¿Serán, uno y otro, dos finales perfectos? Tiempo al tiempo. Habrá que ver qué clase de desafío piensan encarar.

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—¿Adónde va el señor?

—No lo sé —dije—, fuera de aquí. Es la única manera en que puedo alcanzar mi meta.

—¿Conoce su meta?

—Sí —contesté—, te lo acabo de decir. Fuera de aquí, ésa es mi meta.

Franz Kafka (1883-1924); de su relato “La partida”.

Mientras mi gran amigo Javier Bardem, es decir, Anton Chirguh, el asesino de técnicos con su letal tubo de gas con percutor que ha usado tantas veces gracias a la imaginación de los hermanos Coen en No country for old men, sigue liquidando a entrenadores con malas campañas, sucede algo novedoso. Renuncian dos DT que vienen de salir campeones y aún pelean la punta. Bauza y Cocca, dos ganadores. Curioso.

Si uno tuviese que hacer un casting para un film noir, no podría dejar afuera a Edgardo Bauza. Es perfecto. Imponente metro noventa, rostro diseñado a hachazos, mirada intensa, una línea recta por boca. El gangster perfecto. Un tipazo en la realidad.

Bauza fue un central de enorme solidez y personalidad, que además hacía goles. Muchos. Nada menos que 108 en 499 partidos desde 1977 hasta 1992. Eso lo convierte en el cuarto defensor más goleador de la historia, sólo debajo de Koeman (193), Passarella (134) y Fernando Hierro (110). Nueve de ellos muy especiales porque se los hizo a Newell’s. Crack.

¿Diego Cocca? Un baby face. Ideal para actor de comedias. Una especie de Michael Fox siglo XXI, pero sin mucha gracia. El también era defensor –hizo inferiores en River–, aunque en su caso con una desventaja física: su metro setenta y cuatro lo obligaba a ser rápido y anticipar. Así y todo, su carrera fue digna, siempre como titular y en equipos de Primera de Argentina y México, donde conoció al técnico que más lo influenció: Ricardo La Volpe. De él aprendió táctica, estrategia, sistemas, superioridad numérica, cubrir los costados, achicar líneas, salir jugando.

Bauza tiene más recorrido y más años: 57 contra los 42 de Cocca. Además, el Patón tiene un mérito que pocos comparten: ganó dos Copas Libertadores con clubes diferentes: en 2008 con la Liga de Quito y el año pasado con San Lorenzo.

Cocca llamó la atención hace dos años, cuando logró que el modesto Defensa y Justicia alcanzara el subcampeonato del Nacional B sin necesidad de pegar o colgarse del travesaño. El 2014 fue su año. Ascendió y lo llamó Racing. Medio año después ¡era campeón! Un rush que ni en sus mejores sueños hubiese imaginado.

Me gusta Bauza. Porque es un coherente, dice las cosas sin eufemismos, no recurre a frases hechas. En febrero, después de un agónico triunfo frente a Danubio, decía: “Este no va a ser un equipo que juegue lindo, pero va a ser duro para todos. Sé que ahora hay una corriente de atacar mucho, pero yo tengo otra mirada. Salgo a ganar, pero hay formas y maneras. A mí me gustan los equipos equilibrados”.

Bauza se bancó el mote de técnico defensivo pese a que muchas veces juntó detrás del punta a Blanco, Romagnoli y Villalba o Barrientos, volantes creativos. Para defenderse usó la ironía, algo que deja sin argumentos a quien lo ataca ciego: “Somos un equipo mezquino y defensivo que arriesga poco. No somos favoritos, no nos sobra nada, pero igual daremos pelea”. Y la dieron.

El Patón potenció a sus dos aviones por las bandas, Buffarini y Mas. Jugó como pudo y quiso: con un 4-2-3-1, un 4-4-1-1 o un 4-2-2-2 cuando hacía falta y también un 5-3-2. Bauza piensa. Y piensa bien.

Para la prensa, Cocca era el otro lírico del Nacional B. El primero, Almeyda, con su Banfield campeón. ¿Qué decía el pichón de La Volpe entonces? Esto: “El objetivo es jugar bien, el resultado es secundario”. Epa. Eso sí suena revolucionario.

Ya en Racing, y con una larga fila de jugadores made in Bragarnik, el tema era adecuar la idea al resultado. El lirismo duró hasta un 0-4, feroz cachetada que le dio Tigre, dirigido por Fabián Alegre, un técnico que poco después se iría por malos resultados. The horror. Después, para colmo, llegaría su frase insólita sobre el clásico, en un imaginario canje por el campeonato. En Avellaneda hacían cola para insultarlo.

El equipo, liderado por Milito, resurgió contra Boca gracias a la simplicidad y a un milagro. La simplicidad fue un 4-4-2, más falcionista que lavolpista. El milagro fue Bou. El último de la fila que entró y no paró de hacer goles. Quién diría.

Las cosas cambiaron al compás de las victorias. El equipo nunca jugó a partir de la posesión –el año pasado no tuvo enganche y este año Romerito no dio la talla–, ni ataca masivamente. Sabe defenderse. No juega lindo, pero es efectivo. Puro pragmatismo.

Los hinchas los aman por ganadores. Bauza no tuvo internas. No pasa lo mismo con Cocca, que ha tenido más de un conflicto.Con Fabio Radaelli, coordinador de Inferiores; y con Jorge Cordon, el buen técnico de la Reserva al que reemplazó por Gustavo Zapata. Nacho González estalló, no hace mucho: “Con Cocca tenemos cero relación”. Puertas adentro, se ve, no es un muchacho dócil, de esos que se hacen querer.

No es fácil tomar la decisión de irse. Menos, cuando las cosas vienen dulces, con apoyo popular. Como decía Nietzsche: “Tanto en las cosas grandes como en las pequeñas, los grandes maestros saben encontrar a la perfección el final, ya sea el final de una melodía, de un pensamiento o del quinto acto de una tragedia”.

¿Serán, uno y otro, dos finales perfectos? Mmm… Tiempo al tiempo. Lo veremos. Habrá que ver qué clase de desafío piensan encarar.

Tal vez entonces quede claro quién es el maestro y quién el aprendiz con una pizca de buena suerte.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil

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