Sin dirigentes que conduzcan la AFA, sin campeonatos organizados a un mes del inicio de la temporada, sin la presencia única y estelar de Leonel Messi. Ahora, sin entrenador. No hay manera de encontrar un cóctel más degradante en el fútbol argentino que este mínimo repaso por sus puntos fundamentales. Hablamos de un país con enorme historia, muchos éxitos y una impresionante capacidad para autodestruirse cada vez que puede. Aunque no lo logra solamente el fútbol, claro.
El Tata es un hombre de bien, un técnico capacitado y respetado. Su rica trayectoria como futbolista y sus pasos ascendentes en calidad de entrenador se estrellaron ante la sinrazón, el destrato, las presiones de todo tipo, la frustración de la Copa América y un futuro que no se vislumbra por ningún lado, salvo por la permanente pelea dirigencial y la necesidad de encontrarle la vuelta a la pomposa Superliga, un engendro que aliviará todos los males, pero de algunos pocos, según parece.
Martino se agotó. Decidió cortar por lo sano porque el fútbol nuestro puede superarse a sí mismo y dejar sin representación deportiva al país en los Juegos Olímpicos. Por la mañana fue Gerardo Werthein -presidente del Comité Olímpico Argentino- quien sumó combustible al explicar por diversas radios que la Argentina tenía un 50% de chances de no presentarse a jugar en Río de Janeiro, una competencia para la que falta un mes. ¿Habrá sido la negativa de muchos clubes extranjeros y de algunos propios la gota que lo hizo rebalsar en su tolerancia, en su confianza en un final aceptable para todos? Es posible.
No estaba en el mejor momento el ex hombre de Newell’s. La desalentadora serie de penales contra Chile le quitó el crédito de los más fanáticos, acostumbrados a modificar opiniones en función de un gol, un tiro en un poste o un penal errado. Endeble confianza que se basa en la creencia –alimentada por un gran sector del periodismo argentino- de suponer que el seleccionado está encaminado a salir campeón y no menos que eso, no se sabe bien por qué.
Los motivos también podrían ser una sumatoria de situaciones. La calentura de Messi y ese alejamiento que se verá si se produce o no, que podría ser acompañado por otros compañeros (Mascherano, Agüero, Lavezzi). La simple lectura que pudo hacer el entrenador de lo que se viene en el fútbol argentino, de las carencias y egoísmos de aquellos que hoy lo desmanejan, quizá lo haya motivado aún más para hacerlo dar este salto al vacío. La tremenda presión del gobierno nacional y de los clubes más poderosos para imponer la Superliga también ha hecho tambalear proyectos y tranquilidades.
No están presentes en la decisión de Martino las cuestiones de juego, si el equipo jugó más retrasado en la cancha de lo que debía, si hizo bien los cambios en los momentos claves, si dejó algún futbolista fuera de la convocatoria, si fue especulativo, tibio o si le tuvo mucho respeto a Chile. Lo concreto es que bajo su conducción –como sucesor de Alejandro Sabella- el Tata dirigió al combinado nacional en 29 partidos, con 19 triunfos, 7 empates y 3 caídas. Sumó 66 goles y le marcaron 18. Dos segundos puestos en los torneos continentales, la recuperación en las eliminatorias luego del sorpresivo triunfo de Ecuador en el Monumental y una línea de juego que mejoró en el torneo jugado en Estados Unidos han sido el resumen muy general del ciclo.
En el medio, críticas para todos los gustos, como siempre. Dirigentes que no tenían poder aunque lo fingieran, todos que desconfiaban de todos, intromisiones de la Justicia que bordean aún la intervención de la AFA, jugadores que no terminaron de demostrar con la albiceleste todo lo que han hecho en sus clubes, escaso fervor popular salvo para pedir títulos y nada más, la desprotección de Messi y su decisión de dar un paso al costado. Si es verdad que el DT argumenta que se siente desganado, que no siente motivación para seguir, habrá que entenderlo. Habrá que aceptar lo que dice, como sucedió con Marcelo Bielsa en su momento, salvando las distancias.
La antropofagia es algo común en la Argentina. Se practica a todos los niveles y en distintos ámbitos. Nos queremos poco, nos valoramos poco y sobre todo, nos importa nada lo que perjudica a otros. Con la renuncia de Martino fresquita, ya empezó la ronda de candidatos cuando ni siquiera hay un dirigente de AFA en condiciones de escuchar a nadie. La incapacidad, la intolerancia, la soberbia de creernos (una vez más y van…) más de lo que somos o de lo que podemos, nos expone otra vez ante el mundo. El caos llegó para quedarse aunque no parezca. ¿Serán las consecuencias de 34 años de grondonismo? ¿Será la voracidad por manejar el futuro fútbol argentino mucho más asociado a lo privado y lo gerencial que a los clubes? ¿Será que falta inteligencia, colaboración, entender lo que vendrá, que sobra voluntarismo en medio del desorden?
Se supone que ningún entrenador serio, respetuoso y organizado podría tomar en sus manos hoy semejante cambalache. Que la ambición por ser el técnico albiceleste, por lograr el pináculo de la fama nacional, quedará opacada por la confusión reinante. Que Sampaoli tiene una cláusula para romper su flamante ligazón con Sevilla si lo llaman, que Bielsa no tiene nada firmado con Lazio aún, que el Cholo Simeone fue sondeado “discretamente” hace unos días, que Pochettino dejaría Tottenham Hotspur para venirse al pago, que el Muñeco Gallardo tiene ganas de calzarse el buzo principal, que el Patón Bauza puede absorber la presión, todo puede suceder aunque uno prefiere sonreír y creer que son más disparates. En el reino del disparate, claro.