martes 19 de marzo del 2024

Gustavo Barros Schelotto, el hombre detrás de escena

Arma las jugadas preparadas y es el cerebro táctico del equipo. Su influencia en las decisiones, sus referentes y cómo es la relación con su hermano.

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Ya casi nadie se acuerda, pero sucedió exactamente lo mismo en 2012 y en 2016, las dos veces que los mellizos Guillermo y Gustavo fueron presentados como técnicos de un club en Argentina. Primero en Lanús y después en Boca, la noticia giraba sobre “la nueva dupla técnica” que se hacía cargo de los planteles. No se hablaba de uno, sino de un dúo que con el tiempo, al menos en la marquesina mediática, empezó a disociarse: Guillermo se convirtió en el frontman, y Gustavo en la primera guitarra: el que hace los arreglos musicales, el que les pone melodía a las letras.

La analogía rockera –o jazzera– tiene sentido: porque Gustavo es el encargado, en cada práctica, de ajustar detalles tácticos que van desde el armado posicional del equipo o la disposición particular de cada jugador en la cancha, hasta la confección de jugadas preparadas. Aquellas que, cuando salen bien en un partido, hacen que todos los técnicos se golpeen el pecho. Gustavo es, en rigor, el responsable de buena parte de esas jugadas.

“Nunca he competido con Guillermo para ver quién es mejor o peor, aunque podría decirte quién es el diablo y quién es el ángel”, dijo riéndose Gustavo hace unos años, cuando ya se había retirado y su hermano jugaba en la Major League Soccer. Ya en ese tiempo, hace casi una década, los dos consolidaban perfiles distintos: Gustavo intensificaba su faceta más analítica y reflexiva, y tomaba como referencias ineludibles para su formación a Carlos Bianchi y César Luis Menotti; Guillermo, en cambio, asimilaba determinadas características de liderazgo, lo que más tarde lo llevarían a ser la cara visible del grupo. Ambos ya preparaban, para cuando estuvieran fuera de la cancha, lo que habían incorporado adentro.

Unos meses después, en 2009, la carrera técnica de Gustavo empezó en Libertad de Paraguay, como ayudante de campo de Gregorio Pérez, al que también acompañó en Peñarol de Montevideo. Eso le sirvió, entre otras cosas, para detectar algunas joyas que luego llevaría a Lanús, el club que lo unió nuevamente a su hermano Guillermo en 2012.

“Los dos eran uno. Gustavo tenía una participación muy importante, incluso en la toma de decisiones”, cuenta el actual vicepresidente del club, Juan Manuel Rellán.

Espíritu colectivo. Pero ni en Lanús ni en Boca Guillermo y Gustavo estuvieron solos. Al lado de ellos, casi a la par, estuvo siempre Ariel “Pata” Pereyra, el ex defensor de Gimnasia y Colón. “Convivimos desde los 15 años. Nos conocemos mucho, cada gesto, cada señal. No hay entre nosotros tres la distancia que hay entre un técnico y un ayudante”, le dijo Guillermo a La Nación el año pasado. “No tenemos secretos. Imaginate que íbamos a bailar juntos de adolescentes, nos hemos ido de vacaciones juntos a Mar del Plata. Nuestra historia nos iguala: cada uno opina, pero porque Guillermo nos pide opinión”, le dice a PERFIL Pereyra, que pide no seguir hablando para mantenerse en un segundo plano: como en los grupos de música, los roles de cada uno ya están asignados.

La importancia de Gustavo dentro del plantel de Boca puede medirse en cada entrenamiento, pero también en algunos hitos conflictivos que atravesó el equipo en el último tiempo. Por ejemplo, fue él quien enfrentó y se enojó con Carlos Tevez, Agustín Orion y Daniel Cata Díaz cuando fueron a pedirle una amnistía para Daniel Osvaldo, luego de sus problemas de conducta. La decisión de terminar con el contrato del delantero, por supuesto, fue hablada y consensuada por los dos hermanos. Lo mismo sucedió con el caso de Ricardo Centurión. Algunos de los obstáculos que enfrentaron los mellizos antes de festejar el primer torneo local desde el banco de suplentes.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil.