martes 07 de mayo del 2024

San Lorenzo y el difícil arte de pedirle peras al olmo

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Para comenzar quiero reconocer que pocos entrenadores conocen al fútbol argentino como Ricardo Caruso Lombardi (RCL). Por su recorrido, este luchador del ascenso, remador de ilusiones, se fue ganando un lugar en Primera División a base de sacrificio y conocimiento, un dato no menor en este deporte.

Al no alcanzar renombre como futbolista, RCL debió arrancar desde bien abajo: fue subiendo y progresando con el correr de las temporadas y con la consecución de algunos éxitos. Ese comienzo sabatino fue el que lo condicionó y lo moldeó a ciertas formas poco habituales en Primera División, su amor por la cámara y el micrófono hicieron el resto.

Hoy en día, no es complicado entender qué se puede esperar de un equipo que lo tenga como entrenador, el problema está en pedirle que brinde algo distinto de lo que viene mostrando desde hace más de veinte años. Hay un refrán español que dice: “Nadie está obligado a hacer más de lo que sabe y puede” y se aplica perfectamente al entuerto entre Ricardo Caruso Lombardi y San Lorenzo.

Para llegar al Ciclón, abandonó a Quilmes en la recta final de un torneo, complicándole seriamente las chances de ascender y transformando a su traspaso en una novela: Madelón, Caruso y la crónica de un desenlace anunciado.

En la trayectoria de RCL incidentes y peleas han sido moneda corriente pero nunca obstaculizaron su progreso basado en sus dotes de entrenador conocedor, motivador e inteligente: pergaminos que lo llevaron a dirigir importantes clubes de la Argentina. Un pequeño raid memorioso exhibe, en igual cantidad, logros y altercados de este hombre de estilo frontal y modos histriónicos que buscó siempre posicionarse en el centro del escenario mediático: contando chistes, bailando, recordando anécdotas de juventud o cualquier otra cuestión que le permitiera captar la atención del público.

Sin intención de abundar ni de aburrir, podríamos recordar que armó y dirigió el equipo de Tigre que ascendió a la B Nacional y posteriormente a Primera bajo la conducción de Diego Cagna (años después le pasaría exactamente lo mismo con Quilmes y De Felippe). Después salvó a Argentinos Juniors del descenso con una muy buena campaña pero terminó enfrentado con el presidente (Segura) y con algunos referentes del plantel (Pontiroli y De Muner entre otros). Algo similar le ocurrió después en Newell's con Schiavi, Zapata y Husain. De la Lepra pasó a un Racing agobiado: lo salvó del descenso, pero en el receso depuró el plantel y lo rearmó con pruebas públicas, masivas y abiertas que fueron el hazmerreír del ambiente y terminó contratando doce refuerzos. Como era de esperarse con tanto recambio, el proceso no fue bueno y debió marcharse enseguida aunque algunas de sus contrataciones aún continúan en el club. Posteriormente retornó a Tigre donde tuvo dos recordados incidentes con el Turco Asad y con el colombiano Angulo (ambos lo acusaron de corrupto) y donde los malos resultados, sumados a las peleas con algunos históricos del plantel, lo llevaron a renunciar al cabo de un año. De ahí llegó, casi sin perder tiempo, a un Quilmes desahuciado: lo levantó pero no pudo evitar el descenso, se quedó para armar el equipo en la B Nacional y se marchó al recibir el llamado de San Lorenzo.

En todos los clubes por donde pasó, RCL se las arregló con jugadores de gran envergadura física y con planteles numerosos de futbolistas de poco renombre. Él era el centro de la escena y el dueño de los micrófonos, el que supuestamente hacía maravillas administrando mishiaduras, algo completamente diferente al actual presente de San Lorenzo que se reforzó invirtiendo mucho dinero.

"Lo que nos propusimos con la Comisión Directiva había sido sacar a San Lorenzo de las tapas de diarios por escándalos o por problemas institucionales y llevarlo a la normalidad, a la seriedad, a que vuelva a ser un club que cumple con lo que firma y que los jugadores tengan que dedicarse solamente a entrenar y no a pensar en cobrar, que no hubiera peleas ni escándalos, y me parece que lo logramos”, dijo Matías Lamens, el nuevo presidente de la institución, al ser electo. A esa frase la siguieron incidentes de todo tipo en el campo futbolístico (las derrotas, el mal juego del equipo, la pelea entre futbolistas en el vestuario y los cambios de criterio del entrenador para juzgar esos mismo incidentes) y también en el externo (como algunas declaraciones violentes y/o jocosas del entrenador y, también, del entorno íntimo de los dirigentes, pidiendo mostrar otra imagen y que el equipo juegue mejor).

"Cuando salvé a San Lorenzo del descenso, estaban todos contentos. Ahora perdés dos partidos y no sé qué puede pasar", advirtió el DT luego de caer ante Vélez. De esta forma abrió el paraguas, demostrando que no le encuentra la vuelta al equipo (muy probablemente por la necesidad de ubicar a la sobreabundante cantidad de jugadores ofensivos que no se adecuan a su planteo), apenas un par de días antes de que los dirigentes le impusieran el “bozal declarativo” por sus amenazas a un sector de la prensa. Así está San Lorenzo, en el difícil arte de que Ricardo Caruso Lombardi le cambie el estilo de juego al equipo y se llame a silencio.

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